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El nacimiento de ¿la mejor selección de fútbol de la historia?

Alemania se proclamó campeona del mundo en 1974, pero todo comenzó dos años antes, en la Eurocopa disputada en Bélgica.

Alemania se proclamó campeona del mundo en 1974, pero todo comenzó dos años antes, en la Eurocopa disputada en Bélgica.

Es ardua tarea decidir cuál es la mejor selección –o el mejor equipo– de la historia del fútbol moderno. Entre varias opciones, cada uno elegirá la que le evoque recuerdos más gratos, la que más títulos haya conseguido, sin importar cómo, o la que haya practicado un fútbol más acorde a sus gustos. Pero algo grande hace un equipo cuando, por lo menos, consigue que surja el debate.

Eso es lo que ocurre con la Alemania Federal de principios de los 70. Presentaba una serie de jugadores inimitables –comandados, por supuesto, por Franz Beckenbauer, probablemente el mejor futbolista europeo de todos los tiempos–. Conquistó Europa primero y el mundo después en apenas dos años. Y, lo que tiene mayor mérito, tuvo que deshacerse de rivales realmente fuertes, como la URSS o la Holanda de Johan Cruyff y del fútbol total. Fue sobre todo eso, la manera en la que arrollaba a cualquier adversario, lo que le hizo quedar para la posteridad como una de las mejores selecciones de fútbol de la historia, si no la mejor. Y fue precisamente en la Eurocopa de 1972 cuando comenzó todo.

Otra vez los soviéticos

Gracias sobre todo al éxito de Italia'68, la competición ya se había hecho adulta. Prueba de ello es que por fin todas las selecciones del continente –a excepción de Liechtenstein– se inscribieron en la fase previa, que constó de ocho grupos de cuatro equipos en los que el primer clasificado accedía a cuartos de final.

Una vez más, España no se vio acompañada de la fortuna en el sorteo y quedó emparejada con la URSS, la gran dominadora del fútbol europeo durante la última década, en un grupo que completaban Chipre e Irlanda del Norte. Como era de esperar, ambas selecciones se deshicieron con comodidad de los chipriotas, y tanto los españoles como los soviéricos se dejaron un punto ante los irlandeses. Así que la clasificación se dirimiría en los dos enfrentamientos directos.

El primero de ellos se produjo en Moscú, el 30 de mayo de 1971. La URSS ya no contaba con Yashin, pero sí disponía de Zykov, Kolotov, Szabo, Banishevski o Baidachny. España, por su parte, estaba comandada por Benito, Claramunt, Amancio o Carlos Rexach. Este último fue precisamente el autor del único tanto español en el Luzhniki, insuficiente para superar los de Kolotov y Shevchenko (2-1).

En el partido de vuelta, disputado cinco meses después, España dependía de sí misma. Una victoria ante los rusos le hubiera situado por delante y, por tanto, clasificado para los cuartos de final. Pero el Ramón Sánchez Pizjuán, abarrotado, no pudo disfrutar de ningún gol, con lo que finalmente no hubo gesta. 

La sorpresa de Bélgica

Las demás grandes selecciones lograron su clasificación, con lo que se conformaron unos cuartos de ensueño. Estaban la URSS y Yugoslavia, dos clásicos ya a estas alturas; estaba Inglaterra, una de las grandes selecciones del momento; estaba Alemania Federal, en su primera participación; y estaba, por supuesto, Italia, la vigente campeona de Europa y finalista en el Mundial dos años antes.

Con la que nadie contaba para nada era con Bélgica. Y ésta se cargó nada más y nada menos que a la squadra azzurra. Y a ida y vuelta. Los italianos no pudieron pasar del 0-0 en Milán y la debacle se confirmó quince días después cuando el fantástico Van Himst comandó la victoria belga (2-1), terminando así con uno de los ciclos más gloriosos del Calcio italiano.

La otra eliminatoria destacada fue la que enfrentó a Alemania Federal e Inglaterra, que se saldó a favor de los germanos gracias sobre todo al histórico 1-3 logrado en Wembley. Tercero en el último Mundial, el conjunto dirigido por Helmut Schön ya había asombrado en la fase de grupos al pasar sin conocer la derrota y con sólo dos tantos en contra.

Pero fue aquella exhibición en un marco tan histórico como es Wembley, que sirvió además como carta de presentación de jugadores como Breitner o Uli Hoeness –dominadores del fútbol europeo durante los años siguientes–, la que hizo que todo el Viejo Continente temiera a la Mannschaft. La temiera, pero también la amara.

Junto a Alemania y Bélgica, Hungría, que se deshizo de Rumanía tras un partido de desempate, y la Unión Soviética, que arrolló a la potente Yugoslavia, lograron clasificarse para la fase final. Bélgica, como premio a su hazaña, fue escogida como sede.

El rodillo de la Mannschaft

El sorteo fue benévolo y quiso despejar el camino para las dos grandes selecciones del momento, con permiso de Italia. Así, Alemania quedó emparejada con Bélgica, que a pesar de su condición de revelación y de anfitriona poco pudo hacer ante el rodillo germano. Gerd Müller se erigió en el gran goleador que era y con dos tantos dio la clasificación a los suyos. Sólo en el tramo final, Polleunis pudo acortar distancias (1-2).

Por el otro lado, la URSS se deshizo –aunque con más sufrimiento del esperado– de la Hungría de Kocsis gracias al solitario tanto de Anatoly Konkov. De este modo, los soviéticos se convertían en la única selección que alcanzaba la fase final en todas las Eurocopas que se llevaban disputadas hasta la fecha, siendo además finalista en tres de ellas.

Así, el 18 de junio de 1972, en el Heysel Stadium de Bruselas, se iba a disputar la final soñada. Pero ésta se convirtió en un monólogo alemán. Los soviéticos eran conocedores del potencial ofensivo de Müller, así que decidieron colocar al gigante Khourtsilava encima durante los noventa minutos. El resultado, dos goles del delantero teutón. Entre medias, un gol de Wimmer para establecer el 3-0 definitivo. Resultado incontestable que confirmaba lo que todos ya sabían pero pocos querían reconocer: Alemania era la mejor selección de Europa.

Porque la Alemania de aquella Eurocopa unía a la de sobra conocida calidad del legendario Beckenbauer la presencia de uno de los mejores nueves de toda la historia del fútbol, Gerd Müller, apodado el Bombardero y que aquella misma temporada había sido Bota de Oro con el Bayern de Múnich. En el centro del campo, los geniales Gunther Netzer y Uli Hoeness dirigían el timón con una facilidad asombrosa para destrozar a sus rivales. Para ello también era importante ser los mejores en defensa, algo que no era un problema para Alemania, que junto al Kaiser tenía a jugadores de la talla de Breitner –si es que se le puede llamar defensa– o Schwarzenbeck, además de Seep Maier en la portería.

No es de extrañar que aquel mismo año la elección del Balón de Oro estuviera copada íntegramente por jugadores alemanes, con Beckenbauer en el primer lugar, Müller en el segundo y Netzer en el tercero. Ni que dos años más tarde, en 1974, la Mannschaft coronara su obra proclamándose campeona del mundo, convirtiéndose en la primera selección que ganaba un Mundial siendo la vigente campeona de Europa. Para muchos, la Alemania que había sido campeona en Bélgica era superior a la del 74. De hecho, para no pocos, fue la mejor selección de la historia.
 

Ficha técnica de la final

Alemania Federal, 3: Sepp Maier; Höttges, Schwarzenbeck, Beckenbauer, Breitner; Wimmer, Hoeness, Netzer, Kremers; Heynckes y Müller. Seleccionador: Helmut Schön
URSS, 0: Rudakov; Dzodzuashvili, Kaplythnniy, Khourtsilava, Istomin; Konkov (Dolmatov, m.46), Troshkin, Kolotov; Banishevski (Kosinkevitch, m.66), Onitchenko y Baidachny.Seleccionador: Ponomarjev

Goles: 1-0, m.27; Müller; 2-0, m.52: Wimmer; 3-0, m.58: Müller
Árbitro: Ferdinand Marschall (Austria)
Estadio: Heysel de Bruselas. 43100 espectadores. 18 de julio de 1972

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