La rueda de prensa del viernes de Mourinho fue todo un ejemplo de cómo ha cambiado el técnico portugués. Con las victorias de su equipo, el entrenador se ha relajado, ha cambiado el semblante y ya no se mete en ningún charco. Es el rostro de la serenidad y sólo habla de temas deportivos.
"No es mi problema", repitió ayer en sala de prensa cuando le preguntaban por la final de la Copa del Rey, su renovación o el calendario. Mourinho ha dejado su alma guerrera para cuando sea necesaria y ahora disfruta plácidamente de la victoria, algo que estaba acostumbrado de sobra en sus anteriores clubes.
Mientras en la temporada pasada Mourinho peleaba contra viento y marea, en esta, salvo alguna excepción, ha moderado el tono, convirtiendo a su equipo en una balsa de aceite. Sólo las derrotas ante el Barcelona, tanto en Liga como en Copa, amenazaron con desviar al barco de su destino, pero Mourinho ha conseguido enderezar el rumbo con facilidad.
La pregunta que cerró la rueda de prensa es la que mejor ilustra la metamorfosis de Mourinho. Le preguntaron sobre su opinión acerca de que en la liga italiana se adelantaran los encuentros al viernes de los equipos que jugaban competición europea –Inter y Nápoles-, mientras el Madrid jugará el sábado, con un día menos de preparación que los conjuntos transalpinos.
"No es una guerra mía", respondía Mourinho. El año pasado luchó contra los directivos que elaboraban el calendario, en lo que creía un agravio contra su equipo. Esta temporada prefiere no meterse en charcos y dedicarse a entrenar a su equipo.
Un ejemplo más fue cuando le preguntaron por la sede de la final de Copa, que tanta polémica está causando. "El año pasado sí me preocupaba, pero este año no tengo nada que ver con eso", decía un sereno Mourinho.
El portugués sólo piensa en ganar la Liga, aunque sea con un punto de distancia, y no se dedica a hablar de otros temas que no sean deportivos, ni siquiera de su continuidad en el conjunto blanco.
Antes, Mourinho bajaba al barro para defender a su equipo de Jorge Valdano, de los arbitrajes –folio incluido de errores-, del Barcelona y de los directivos que diseñaban el calendario. Ahora se dedica a su pizarra y al silbato.
El resultado, diez puntos de diferencia respecto al Barcelona y un equipo que está batiendo todos los récords. De ganar hoy, sumaría una vuelta prácticamente perfecta –sólo cediendo una derrota ante el Barça-.