Curiosa manera la que ha emprendido Celia Esteve Flores, (tercera hija de Marisol y Antonio Gades, la menor de aquella pareja rota por las infidelidades del llorado bailarín) en su intento de grabar un disco muy especial, con versiones de canciones que popularizara su madre hace de esto más de cuatro décadas. Dado que su casa discográfica es de condición modesta se les ocurrió que Celia Flores, que así se anuncia artísticamente, solicitara mediante las redes sociales el apoyo económico de sus amigos y seguidores.
Es lo que llaman crowdfunding, que no sabe uno si debiera conocerse mejor en un vocablo de nuestro idioma. Pero, por lo visto, así, en inglés, queda más llamativo. Consiste el invento en que cuando se recaude la cifra prevista para los gastos de estudio que conlleva el disco de marras, calculada en dieciséis mil euros, quienes hayan aportado algún óbolo tendrá derecho a una serie de detalles, ya comprometidos por la artista.
Parece ser que Celia Flores está muy cerca de reunir la mencionada cantidad. Cuando haya completado la grabación, sus generosos donantes podrán escucharlo, bien con una descarga del álbum o recibiendo un ejemplar del CD. Amén de que si las cantidades aportadas son más elevadas que la media en común también se verán gratificados por un lote de fotografías de la cantante, la posibilidad de asistir a alguna próxima grabación o actuaciones en directo y hasta incluso acompañarla en algún viaje, con derecho a cena compartida con ella. Un muestrario de ofertas que nos resulta simpático y original, habida cuenta de que hoy en día la industria discográfica viene padeciendo una consabida crisis y el lanzamiento de cualquier novedad supone un serio desembolso.
Celia Flores no puede permitírselo y tampoco ha querido recurrir a su famosa mamá ni a sus dos hermanas, María y Tamara, quienes por supuesto la apoyan moralmente. Pero no sueltan un euro, que eso es algo que les compete sólo a ellas. Cuando llegue el momento soñado por Celia Flores para entrar en un estudio de grabación ya tiene el título del álbum, 20 años de Marisol a Pepa Flores, y seleccionadas las canciones con las que un día triunfara rotundamente Marisol, a saber, entre otras: "Tómbola", "Chiquitina", "Estando contigo", "Me conformo", "Corazón contento", "Háblame del mar, marinero"…
Ya se ha adelantado Celia para decir que no piensa copiar el estilo de su madre; que sus versiones serán más personales, con arreglos conforme a las técnicas y modas de estos tiempos. Y que nadie crea que va a grabar algún dúo con quien la trajo al mundo. Ella respeta que Marisol, o Pepa Flores, se retirara para siempre del mundo del espectáculo y nunca haya transigido a cuantas proposiciones millonarias le han llegado para que volviera al cine, a cantar o a actuar en directo o en televisiones, ni siquiera para alguna de esas entrevistas en los programas basura donde sacan los trapos sucios a quien se presta a ese juego, a cambio de un sustancioso talón bancario de varios ceros. Marisol vive muy bien en Málaga, muy tranquila, tiene lo suficiente para vivir con decoro junto con su actual compañero.
¿Un dúo? Para la intimidad
Celia y Tamara la ven más a menudo, al residir en la capital de la Costa del Sol y María, que vive en Madrid, se desplaza de vez en cuando a Málaga para abrazarla. Las tres hijas de Marisol están muy unidas a ella, la quieren, la admiran. "Cantar mano a mano con mi madre –acierta a decir Celia– es algo que no pasa por mi cabeza y si nos apetece a las dos es algo que lo dejamos para la casa. Tengo de ella muchos recuerdos en mi infancia al escucharla por tangos, malagueñas, verdiales… Yo quería ser un poco como ella, cuando mi madre de niña se escapaba de casa, y se iba a escuchar el cante de unos gitanos vecinos de la calle de los Negros".
Y es que Celia Flores gusta del buen cante flamenco aun cuando su carrera como cantante ha transcurrido más bien a base de las baladas pop, eso sí algo aflamencadas. Es madrileña y acaba de cumplir treinta y cinco años. A los cinco, su madre la llevó con sus hermanas a vivir en Málaga. El acento de esa tierra es inconfundible en la voz de Celia, que ha heredado la simpatía de su familia materna. Lo que no ha tenido es mucha suerte en la vida, ni en el mundo del espectáculo ni en su vida personal. Pese a las buenas críticas que tuvo con sus discos grabados hasta la fecha (el primero data de 1996) no ha conseguido vivir a costa de su arte, teniendo que trabajar en una tienda de ropa infantil.
De vez en cuando la contratan para alguna fiesta privada o hace alguna gala en algún pueblo de su entorno. Poco para vivir de su cante. Y encima tiene que mantener a su niño, Curro, de ocho años, fruto de su matrimonio fallido con un guitarrista llamado Manuel de la Curra. Cuando vivía su padre, Antonio Gades, le echaba alguna mano para ayudarla, llevándola como cantaora en su compañía. Gracias a ello se ganaba entonces mejor la vida, viajando desde Francia al Japón, en aquellos fantásticos espectáculos de ballet flamenco. No importaba que Gades hubiese dejado a Marisol por otra mujer, la última de su vida. Sus tres hijas lo seguían queriendo. Tamara no siguió las huellas profesionales de sus hermanas. María, que utiliza el apellido paterno Esteve para sus películas. Y Celia que ya queda dicho ha preferido anunciarse con el de su madre. Con el apoyo constante de los suyos, Celia Flores está empeñada en triunfar con sus canciones. Madera de artista, tiene. Lo único que le falta es suerte para proyectar todo el arte que lleva dentro.