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Bertín Osborne heredará el título de conde de Donadío

Como escasean los contratos musicales, continúa su gira teatral con el cómico Arévalo.

Como escasean los contratos musicales, continúa su gira teatral con el cómico Arévalo.
Bertín Osborne | Archivo

Norberto Juan Ortiz Osborne no aspiraba a ganarse la vida como cantante en su adolescencia. Quería ser un deportista de élite. Manolo Santana era su ídolo. Había nacido en Madrid el 7 de diciembre de 1954, pero siempre se consideró vinculado a Jerez de la Frontera (hay biografías que aún lo sitúan oriundo de allí) y al Puerto de Santa María, de donde procede su familia materna, de rica tradición bodeguera. Estudiar no era lo suyo, así es que fue inútil que lo matricularan en varios colegios, pues a los dieciséis años hizo el petate y dejó su casa, con gran disgusto de su progenitor, que ambicionaba para Bertín un título universitario, una carrera de prestigio. Pero el chico le salió trotamundos. Se divertía cantando para ligarse a las chavalas.

Hasta formó un cuarteto estudiantil. Tocaba la guitarra y compuso su primera canción, que él mismo juzga ahora malísima. El caso es que, de parranda en parranda se pasó más de una temporada tocando en varias discotecas. De un viaje a los Estados Unidos se trajo su afición a la música "country", que interpretaba con bastante desenfado. Como tenía que ganarse la vida por su cuenta, tras su exilio familiar, se ganó los garbanzos vendiendo apartamentos en la Costa del Sol para la firma Sofico, de infausto recuerdo. Trabajó asimismo en una consignataria de buques, en una compañía de seguros y en el departamento comercial de unas bodegas jerezanas. Así fue tirando, sin renunciar nunca ni al deporte, que practica a diario, ni a sus noches interminables de juergas. Contando chistes es invencible.

Un hermano de su madre, a la sazón director de una conocida revista del corazón, le hizo publicidad gratis cuando era un perfecto desconocido. Y así, aupado a una inesperada popularidad, le llegó su primer contrato discográfico. Era el año 1981 y su canción "Amor mediterráneo" se dejó escuchar por algún tiempo, en tanto era objeto de más reportajes fotográficos para solaz de sus admiradoras, que lo consideraban el más guapo de los cantantes en boga. Su biografía musical dura ya, por tanto, treinta y tres años, combinada con otras facetas: la de presentador de televisión, empresario, actor de culebrones televisivos y ahora también de teatro.

Hubo un tiempo en el que soñaba a toda costa en emular a Julio Iglesias. Se había divorciado de su primera esposa, Sandra Domecq y fijó su residencia en Miami, con ánimo de desarrollar allí su carrera de cantante, un tanto alicaída en España desde finales de los años 80. No acabaría nunca de consolidarla, aunque su figura continuó siendo familiar para las lectoras de las revistas de cotilleos, donde nunca las defraudaba con sus dos metros de estatura y sus permanentes escarceos femeninos. Yo mismo le proporcioné un fugaz encuentro con la atractiva estrella cinematográfica Bárbara Carrera, que había saltado a la popularidad tras intervenir en una película de la serie James Bond. Mi propósito era sólo hacerles un reportaje. Ella había arribado a Madrid para promover su último estreno y le sugerí si aceptaba como guía ocasional a nuestro galán, del que por supuesto no había oído hablar en su vida. En cuanto lo vio desde lejos, me dijo: "¡Qué guapo…"! Almorzamos juntos y después perdí de vista a la pareja. Habían confraternizado en seguida. Se fueron a montar a caballo y a intercambiarse confidencias en la intimidad.

Bertín y Fabiola | Cordon Press

Bertín Osborne, sempiterno seductor, dio por concluidas sus salidas y entradas donjuanescas cuando conoció a la modelo venezolana Fabiola Martínez, veinte años más joven que él. Es la que lo ha cambiado por completo en ese aspecto. Forman un matrimonio ejemplar desde su boda en 2006. Parece que un mal fario persigue a nuestro protagonista, quien en su primer matrimonio perdió a su primogénito, Christian, muerto a los diez días de nacer a causa de una malformación de hígado. Después vendrían al mundo Alejandra, Eugenia y Claudia. La segunda de las citadas recordarán tuvo un parto difícil hace unas semanas y una de sus gemelas falleció prematuramente. Con Fabiola ha tenido dos niños, el mayor de ellos, Enrique, vino al mundo afectado por una lesión cerebral, en un principio irreversible y con un negro pronóstico. Afortunadamente, Quique ha salido adelante. Bertín ha creado una Fundación que lleva su nombre para que se ocupe de los niños con deficiencias como su hijo, al que quiere con locura y es la alegría –y no la tristeza- de su hogar.

Esas cuitas familiares las ha llevado el cantante y su mujer con una admirable dignidad y entereza. Su carrera musical no se ha estancado, pese a la escasez de contratos en los últimos meses. Su reciente disco, "Corazón ranchero", se ha vendido muy bien (los derechos que le correspondan irán derechos a su Fundación) y contiene muy logradas versiones de "María Bonita", "Juan Charrasqueado", "Ay, Jalisco", "Que seas feliz", "Si nos dejan"….., concluyendo con la ranchera "Yo no me doy por vencido", sin duda elegida, como broche, a propósito: refleja el sentir de su intérprete.

Mellizos, con Arévalo y Osborne

Quien para compensar la falta de galas musicales, reanuda la próxima semana sus representaciones teatrales de "Mellizos", junto al cómico Arévalo, en una especie de parodia de "Los gemelos golpean dos veces" que protagonizaron en la pantalla Arnold Schwarzenegger y Danny de Vito. Del 12 al 23 estarán en un teatro de Valencia, luego irán a Málaga, Ciudad Real, Castellón, para debutar en el madrileño Nuevo Apolo en abril. Y así, meses y meses, porque hacen buenas taquillas. Aparte, Bertín Osborne prosigue con su empresa de alimentación y vinos y nos anuncia en la prensa un plato de ducha. Algún día este emprendedor, activo y polifacético personaje heredará el título nobiliario que ahora ostenta su padre, Conde de Donadío de Casasola. Eso, por no seguir ahondando en la genealogía familiar, ya que está convencido de que desciende del Conquistador del Perú Francisco Pizarro. Pero ese es otro capítulo que hoy excede cumplidamente el espacio de este artículo.

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