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María Dueñas publica la segunda parte de 'El tiempo entre costuras'

La exitosa escritora publica Sira, que sale al mercado con una tirada inicial de 500.000 ejemplares.

Doce años después de que María Dueñas (Puertollano, Ciudad Real, 1964) publicase su exitosa primera novela El tiempo entre costuras, recupera esa protagonista para Sira (Planeta), que sale al mercado con una tirada inicial de 500.000 ejemplares.

Sira Quiroga, esa inocente costurera que por lances del destino termina por convertirse en colaboradora de los servicios secretos británicos, es ahora Sira Bonnard, la esposa de Marcus, a quien acompaña hasta un Jerusalén bajo Mandato Británico donde la tensión va en escalada en los tiempos previos al nacimiento del Estado de Israel. Un atentado desbarajusta su vida y los servicios británicos vuelvan a requerir sus servicios. Sira llevará al lector a Londres, Madrid y Tánger y le presentará a personajes reales como Eva Perón, primera dama argentina; Barbara Hutton, una de las socialités más importantes de la época, o escritores exiliados como Manuel Chaves Nogales y Arturo Barea.

PREGUNTA. Alguna vez se mostró contraria a una segunda parte de El tiempo entre costuras. ¿Qué ha cambiado?

RESPUESTA. Ha cambiado el momento, sobre todo. Nunca dije jamás, pero me negué a hacer una segunda parte inmediatamente después de la primera. ¡Todo fue tan inesperado, intenso y precipitado! Se publicó en España, saltó a América Latina, comenzaron las traducciones, luego vino la serie… Fue tan intenso que necesité un respiro. Ahora han pasado doce años, ha habido otras novelas en medio y sí que me apetecía.

P. ¿Cómo ha sido volver a Sira?

R. Ha sido sorprendentemente fluido. Ni siquiera he releído la novela ni he vuelto a ver la serie. Solamente la he amasado con las evocaciones que mantenía en mi cabeza, no me ha costado nada.

P. Sira te cambió la vida. Con ella empezaste a vivir de escribir libros.

R. Sí. Yo era profesora de Universidad y escribí El tiempo entre costuras sin saber ni siquiera si alguien me la iba a publicar. Salió con una tirada pequeña porque era una autora totalmente desconocida. También era un libro a contrapelo con las tendencias de la época porque se llevaban los crímenes nórdicos. Por fortuna, los lectores la acogieron de forma magnífica y empezó a crecer. En un año me di cuenta de que no podía mantener las dos facetas, la de profesora y escritora. Me pedí una excedencia y me cambié de bando.

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P. ¿Escribir la segunda parte de una novela tan exitosa supone una mayor presión?

R. Yo he intentado blindarme de eso. Cuando tomé la decisión, me encapsulé yo sola, con mi ordenador, mi nueva historia, mi protagonista, y evité que todo lo de fuera me permeara. No ha supuesto ninguna presión porque me he negado a ello. Ha sido como empezar una historia de nuevo.

P. En la primera parte, la evolución de Sira es tremenda, pero la primera imagen que tenemos de ella en esta nueva novela es bastante distinta, está aletargada. ¿Está cansada?

R. Claro. Ella vive el horror de la Guerra Civil, con toda esa incertidumbre, el abandono de Ramiro, la soledad de comenzar de nuevo en Marruecos. Después vuelve a España en una tarea muy ingrata de espionaje de las mujeres de los jerarcas nazis desplazados. Cuando acaba todo eso, ansía paz y alivio en su vida. No lo consigue. Se ve desplazada a Jerusalén, de nuevo en un entorno muy turbio y truculento, donde ella no tiene nada que hacer. No encuentra su lugar en el mundo hasta que un acontecimiento dramático cambia su vida. De primeras, nos encontramos con una Sira muy desconcertada, muy desubicada.

P. Ha hecho madre a Sira. ¿Cambia su personalidad?

R. Mucho. Sira evoluciona enormemente. El mundo ha cambiado mucho, pero ella ha dado un salto radical. En El tiempo entre costuras ella se va moviendo por el arrastre y las coyunturas de otras personas, y la Sira que tenemos aquí tiene otro temple. Es dueña de su destino y con la responsabilidad de que tiene un hijo que tiene que criar ella sola en unos tiempos complicados. He querido reflejar esa doble cara tan común, el conciliar ser una madre sola con ser una mujer que también ansía tener su lugar en el mundo, que quiere trabajar, tener perspectivas vitales más amplias que las de su niño.

P. Viaja hasta Palestina en un momento clave de su historia. ¿Por qué llevarla allí?

R. Tenía mucho interés en prolongar la historia enlazando justo en el momento donde dejamos El tiempo entre costuras, que es el final de la II Guerra Mundial. Quería explorar qué viene después, porque el final de la guerra no supuso la paz en el mundo ni mucho menos. Hay muchas situaciones dramáticas y mucha violencia. Uno de esos grandes avisperos de entonces es Palestina en los tiempos previos al nacimiento de Israel. Hay una violencia atroz en un triángulo de tres vértices: británicos, árabes e israelíes. Quería volver la mirada al momento en el que los británicos estaban allí, fueron víctimas de atentados terroristas y respondieron con virulencia. Una vez salimos de Palestina, quería contar cómo era ese Londres devastado, desolado y hambriento.

P. ¿Y volver a España?

R. Quería contar cómo va evolucionando ese franquismo de posguerra, que ya no es ese primer franquismo militarote, falangista y vocifero, sino que ha evolucionado hacia otra cosa, que no es aperturista ni mucho menos, pero Franco intenta lavar la cara del país de cara al exterior.

P. ¿Es una novela más política que la anterior?

R. El tiempo entre costuras también tenía una dimensión política. Uno de los personajes principales era Juan Luis Beigbeder, alto comisario de España en Marruecos y ministro de Franco. Yo hablo mucho de ese primer franquismo, de esa vinculación de Franco con Hitler en los primeros años de nuestra posguerra. Aquí, también hay política. Cuento esa evolución del franquismo.

P. ¿Se implica ideológicamente en sus novelas?

R. Intento implicarme lo menos posible con mi propia voz y mi propia voluntad. Intento quedarme al margen y mostrar una panorámica de cómo fueron las cosas. Probablemente, dejo escapar algo, pero intento evitar hacerlo de manera explícita y decir qué malos eran estos señores. Uso otras estrategias para armar mi crítica. Intento no insertar un dogma a plomo dentro de la novela.

P. ¿Porque no le gusta o porque no conviene?

R. Porque creo que la voz la tienen que tener los personajes. Yo les doy la voz y a partir de ello articulo mi forma de ver las cosas. Creo que no es mi papel dentro de la novela. Con esto no digo que la novela no pueda ser un instrumento político, cada autor puede hacer lo que quiera.

P. Al igual que en la primera parte, aparecen personajes históricos, como Eva Perón, un personaje tan odiado como alabado. ¿Con qué versión de ella se queda?

R. Me quedo con el corazón partido. He trabajado mucho ese personaje, he leído mucho sobre ella. En España conocemos la versión más superficial del personaje, pero en Argentina sigue siendo un icono, para lo bueno y para lo malo. He trabajado con material de los dos tipos. Era una gran populista, que tenía una actitud que traspasaba cosas admisibles, pero, por otro lado, me resulta admirable que, siendo tan joven, sin preparación, sin educación y sin asesoramiento, fuera capaz de elaborar un discurso propio tan potente. Se puso el mundo por montera. Cuando viene a España en el 47, ella tiene veintitantos años, su experiencia es mínima. Se planta con una audacia y una frescura que desarma a todos. Deja a Franco plantado, llega tarde, dice lo que quiere en discursos públicos… dejó a España deslumbrada. Me interesaba hablar de Eva Perón y del interés que tenía Franco por que viniera. No es una visita decorativa.

P. Vuelve a hablar de exilio como hiciera con su anterior novela, Las hijas del capitán. ¿Es un tema que le preocupa?

R. Si, precisamente hila con Las hijas del capitán. En esa novela hablaba de gente que emigra por razones de necesidad perentoria: campesinos, proletarios, gente que busca un futuro económico mejor y que se va con la idea de ahorrar y volver a España. Pero ahora, en Inglaterra, intento reflejar el exilio puramente político y de un signo totalmente distinto, porque la mayoría son intelectuales, catedráticos, juristas de prestigio, artistas… Es igual de triste. Despojó a España de materia gris, se van las mentes más lúcidas, más preparadas. Los menos pueden retomar sus carreras, pero otros, catedráticos de Derecho de la Universidad de Salamanca, terminan cavando zanjas.

P. Es su quinta novela. ¿Se siente libre a la hora de escribir?

R. Absolutamente. Esa es una de las mejores cosas de mi oficio. No tengo imposición alguna por parte de nadie para escribir, soy yo quien elige.

P. Sira se publica con una tirada inicial de 500.000 ejemplares. ¿Qué le provoca esta cifra?

R. Respeto. He escrito la novela y ahora quiero defenderla, hacer oír mi voz delante de la prensa, de los lectores, para que ese trabajo llegue hasta donde tiene que llegar. Siento respeto y agradecimiento a los miles de lectores que me han apoyado.

P. ¿Gustar a muchos es sinónimo de menor calidad?

R. No, eso es una cosa retorcida y simplista. Es absurdo.

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