Cuando Juan Goytisolo recibió el Cervantes en 2015, estos premios oficiales cayeron tan bajo que algunos pensaron que era imposible que los jurados siguieran excavando en busca de momias o muladares. Pero la concesión del Premio Princesa de Asturias a las Ciencias Sociales a la exmonja Karen Armstrong (1944), otra hija del 68, demuestra que toda situación desesperada es susceptible de empeorar.
Los méritos de Armstrong señalados por el jurado son "su rigor científico y tender puentes entre religiones", pero su obra es insostenible ante cualquier análisis histórico, incluso los hechos por mí, que no soy ningún experto. Prácticamente ninguna de sus afirmaciones se ajusta a la realidad.
En Granada no había ni campanas ni sinagogas
Así describe la entrada de los Reyes Católicas en Granada el 2 de enero en Los orígenes del fundamentalismo:
Con profunda emoción, la multitud observaba el estandarte cristiano que se elevaba ceremoniosamente sobre los muros de la ciudad, mientras repicaban las campanas y se difundía la noticia por toda Europa, ya que Granada era el último bastión musulmán en la cristiandad. Las cruzadas contra el islam en Oriente habían fracasado pero, al menos, los musulmanes habían sido expulsados de Europa.
En Granada no sonó ninguna campana porque no las había, como no había iglesias… ni sinagogas. Los turcos, que eran musulmanes, estaban ya asentados en Constantinopla y los Balcanes. ¿Será que Armstrong, en un rasgo típico de la superioridad anglosajona, no considera europeos a quienes residen al este y sur de Viena o bien ignora al Imperio Otomano para que la realidad no le estropee su libro? La guerra de Granada fue precedida por la conquista de Otranto (1480-1481) por los turcos, que causó una conmoción en la acosada cristiandad por la crueldad con que los invasores trataron a los civiles italianos, ya que causaron numerosos mártires. Por otro lado, en España permanecieron varias docenas de miles de moriscos protegidos por la Corona y el alto clero para tratar de convertirlos, hasta que fueron expulsados en 1609.
La reconquista cristiana de los antiguos territorios de al-Andalus fue una catástrofe para los judíos de la península. En el Estado musulmán, las tres religiones monoteístas (…) habían sido capaces de convivir en armonía durante más de seiscientos años. Los judíos, en particular, habían gozado de un renacimiento cultural y espiritual y no estaban sometidos a los ‘pogromos’ que constituían el sino de este pueblo en el resto de Europa
Los judíos estaban sometidos a la dimma, como los cristianos, y la colaboración que muchos de ellos prestaron a los invasores en el siglo VIII no salvó a sus descendientes de la persecución, como les ocurrió a los witizanos. En 1066 se produjo en Granada un pogromo en el que la turba asesinó en un día a 4.000 judíos como mínimo. Los almohades y los almorávides también persiguieron a los judíos. Maimónides y su familia tuvieron que fingir su conversión al islam en 1148 y luego huyeron a Egipto.
...cuando Fernando e Isabel conquistaron Granada en 1492, heredaron una numerosa y nueva población judía en esa ciudad.
Aunque le sorprenda a Armstrong, en Granada ya no quedaban judíos. El ambiente en la ciudad era tal que Boabdil temía que los fanáticos le matasen y por eso pidió a los cristianos que adelantasen su entrada.
Para concluir con sus barbaridades, da por sentado que Santa Teresa de Jesús, a la que despoja de su condición de santa (igual que a San Juan de la Cruz), era judía conversa, cuando sólo lo fue uno de sus abuelos, Juan Sánchez de Toledo.
Godos feos y atrasados frente a árabes hermosos y seductores
Un alma gemela de Armstrong fue María Rosa Menocal, profesora de Harvard y autora de La joya del mundo: musulmanes, judíos y cristianos, y la cultura de la tolerancia en al-Andalus. De no haber fallecido en 2005 y, quizás, de no haber huido de la Cuba comunista, habría jugado varios números en la tómbola de estos premios. Encuentro en sus páginas estas perlas:
Hacia el año 711 un ejército de bereberes recién convertidos al islam, al mando de un grupo de omeyas de Siria, llegó a Europa.
Interesante verbo, llegar, en vez de los más violentos invadir, irrumpir, asaltar o penetrar.
Como el resto de la Europa posromana del siglo VIII, la península Ibérica era un lugar pobre y culturalmente opaco.
La patria de San Isidoro era tan pobre que los invasores se apoderaron del thesaurus de los reyes godos y de miles de mujeres rubias y blancas para su placer.
Los asentamientos visigodos de Iberia a los que los musulmanes se habían mudado no eran gran cosa
Por eso, los musulmanes se aposentaron en todas las ciudades que encontraron: Toledo, Córdoba, Sevilla, Zaragoza, o Pamplona, donde residían la realeza y la aristocracia godas, y no construyeron ninguna.
Un visir, al-Mansur, realizó asaltos provocadores y dañinos contra algunas fortalezas cristianas del norte.
Almanzor no era visir, sino chambelán (hayib) y esos "asaltos" fueron más de 50 razias o aceifas contra ciudades (León, Zamora, Coimbra, Santiago, Barcelona, Sepúlveda…) que no eran únicamente por necesidades militares, sino para obtener esclavos y, claro, esclavas, deseados por los mercados de Córdoba.
En su lamentable prólogo a La joya del mundo, Harold Bloom (califica a la España de 1493 como "la España de Cervantes", que nació en 1547, y se las apaña para meter a Franco en su elogio de un ensayo sobre al-Andalus, y no por la Guardia Mora) hace una definición perfecta del libro:
...es una canción de amor dedicada a los poetas judíos, musulmanes y cristianos (sobre todo a los trovadores) de lo que una vez llamamos la Alta Edad Media.
En efecto, Menocal escribió una "canción de amor", cursi, irreal y ridícula. Allá ella. Lo idiota es tomar su libro como una investigación histórica fidedigna, cuando tenemos los de, entre otros, Serafín Fanjul, Felipe Maíllo y el siempre permanente Mahoma y Carlomagno, de Henri Pirenne.
La polémica de Américo Castro con Sánchez Albornoz
Cuando se habla de al-Andalus como cumbre de la tolerancia un español no puede olvidarse de Américo Castro. Aparte de su interpretación de la presencia musulmana en España, los tres tienen en común un punto muy interesante: Castro y Menocal fueron profesores de literatura y Armstrong también quiso serlo. Es decir, su conocimiento del islam y de al-Andalus es, principal y primariamente, literario.
Castro escribió tales sandeces sobre la vida cotidiana en al-Andalus y la influencia de lo árabe en el ser español que Claudio Sánchez Albornoz se arremangó y le replicó en España, un enigma histórico. La polémica entre ambos exiliados fue homérica y Castro, que pretendía hallar las razones del fracaso de su República en la batalla del Lago (Guadalete) o por ahí, quedó aplastado bajo los datos que amontonó Sánchez Albornoz: leyes, crónicas, sentencias, represiones, persecuciones, batallas, necrópolis.... Sin embargo, sus teorías las encontramos en otros individuos dados a la literatura, esta vez como creadores, no como estudiosos: Antonio Gala y Juan Goytisolo. Como ya expliqué el año pasado, otro inspirador de los neo-andalusíes es Ignacio Olagüe, autor de un libro que cualquier bachiller de los años 60 puede refutar.
Tanto Armstrong como Menocal reconocen en sus libros el impacto que en ellas causaron los ataques terroristas del 11-S de 2001 y declaran que ya no se sienten seguras. Cabe preguntarse en qué casita de muñecas vivieron hasta esa fecha, porque los europeos, los árabes, los judíos, los hispanoamericanos y muchos asiáticos han sufrido el terrorismo (en ocasiones animado desde Estados Unidos como apoyo a los luchadores por la libertad) desde hace más de medio siglo.
La pregunta pertinente es por qué unas teorías disparatadas y mentirosas son premiadas y presentadas como si fueran verdad o, en el mejor de los casos, como "propuestas interesantes". Y la única respuesta que yo encuentro es el impulso político. ¿Por qué el apocalíptico Paul Ehrlich sigue recogiendo premios y cheques por el mundo cuando todos y cada uno de sus pronósticos catastrofistas (por ejemplo, aseguró que en EEUU morirían millones por hambrunas en torno al año 2000) han fracasado? Porque hay fuerzas poderosísimas que creen en el malthusianismo y están convencidas de que sobran cuatro quintos de la humanidad.
Y detrás de Karen Armstrong y de María Rosa Menocal hay un movimiento que desea, por un lado, presentar el islam como una religión encantadora, tolerante y hasta igualitaria y, por otro lado, denigrar el cristianismo, a la vez que demoler los fundamentos de la nación española.
Una creyente en el progreso y la razón
El acta del jurado añade que Amstrong merece el premio por "su compromiso activo con la difusión de un mensaje ético de compasión, paz y solidaridad". Ah, lo importante es el mensaje para las masas; que sea un engaño no es significativo.
Ya nos advirtió Jesucristo: "Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de cordero, pero por dentro son lobos rapaces". ¿Sorprenderá al lector saber que Armstrong es desde 2005 miembro del Grupo de Alto Nivel de la Alianza de las Civilizaciones?
En sus libros, Armstrong se presenta como una de las últimas creyentes el progreso y la razón, como si fuera un científico positivista alemán de 1900, una pretensión ridícula después de los genocidios del siglo XX. En Los orígenes del fundamentalismo expone una idea absurda, pero que tiene mucho éxito en el Imperio Progre: todos los creyentes (judíos, cristianos y musulmanes) que se toman su fe en serio son fundamentalistas y están equivocados (porque lo dice ella) y encima todos los fundamentalistas son iguales. Así, equipara al predicador cristiano Jerry Falwell, que no ha matado a nadie, con Osama bin Laden. Y ya lanzados, ¿por qué no a Benedicto XVI, que advirtió que "la dictadura del relativismo puede destruir la libertad" con los terroristas del ISIS que degüellan coptos?
Es hasta cierto punto comprensible que estas novelas buenistas sobre al-Andalus subyuguen a académicos que viven en Estados Unidos. A fin de cuentas, en los campus de California y Harvard no hay nada que recuerde las guerras del islam contra la cristiandad y los europeos.
Lo que trastorna es que en Oviedo se dé un premio con el nombre de Asturias a quien considera Asturias una aberración, un fruto podrido de "la insidiosa Reconquista".