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Mientras haya lectores, habrá libros

Tomamos el pulso a la industria librera, con motivo de la Feria del Libro de Madrid, porque no es imaginable un futuro sin papel.

Según el informe sobre la lectura en España 2017, elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España y presentado el pasado año, el 39% de los españoles no leyó ningún libro en 2015, y en una década ha cerrado el 25% de los puntos de venta de prensa. Cifras que podrían resultar alarmantes, si no pensamos en que se está transformando el mercado, con la irrupción de nuevos agentes: fundamentalmente, el libro electrónico.

Es un buen momento para pensar en la reconversión de la industria librera, que lleva en constante cambio desde su creación, tal y como se explicó en el I Encuentro Anual de la Cátedra de Estudios Hispánicos, organizado por la Universidad Camilo José Cela. En él se dieron cita críticos, editores y autores, para analizar los desafíos a los que se enfrentan los distintos sectores de las industrias culturales.

Desde que se inventó la imprenta, el libro ha sucumbido a diferentes modas: al principio tener un ejemplar imprimido era una novedad, después lo original era tener el manuscrito (como algo exclusivo). En el siglo XIX surgen los folletines: la gran creación contemporánea (en palabras del editor Abelardo Linares). Por tanto, podemos decir que la digitalización es solo un paso más en esa evolución que ha vivido el sector del libro.

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"La competencia de la lectura son... otras lecturas", sostiene el joven autor Daniel Gascón, que pone en valor el tiempo empleado en otros productos que no necesariamente son libros (revistas, periódicos o Internet). Sin menospreciar la labor titánica de los pequeños editores (una profesión romántica), Iria Álvarez (del grupo Penguin Random House) también quiso señalar que gracias a los libros electrónicos se consigue llegar a lectores que antes no podían alcanzar ciertos títulos muy marginales: este es uno de los beneficios de la distribución on-line. Acceder a libros publicados en otros países es más fácil gracias al libro electrónico.

También hay que resaltar que las motivaciones para leer son muy diversas, y no hay que minusvalorar ninguna de ellas. O, como consideraba la crítica literaria Mercedes Monmany: "Cada libro tiene su lector, y se encontrarán sea cual sea el lugar". Por eso, y dada la fragmentación del modelo de negocio, el papel seguirá perviviendo, pero también compartirá su espacio con otros soportes.

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¿Es imaginable un futuro sin libros?

No se puede pensar en no tener libros, aunque haya algunos más perecederos, que acaben convirtiéndose en pulpa de papel en poco más de un año, señala Abelardo Linares. Pese a que fue muy crítico con el empobrecimiento cultural de la sociedad (del que culpa a los grandes grupos editoriales y al Estado, por no ayudar al gremio literario), sí que anunció su voluntad de seguir en su empeño de divulgar lo que considera buena literatura, independientemente de su difusión.

Por su parte, Iria Álvarez anunció que quizás el futuro esté en los audiolibros, una nueva experiencia que se está empezando a divulgar y que podría convivir con otras formas de 'lectura'. Los lectores de hoy en día 'customizan' su tiempo de ocio, y las editoriales han decidido responder a la demanda.

Daniel Gascón subrayó cómo las redes sociales tienen ahora mayor capacidad prescriptiva que los periódicos, donde antaño la sección cultural tenía gran peso. Aún así, y pese a la llamada crisis de los periódicos, las redes sociales no son aún tan influyentes como algunos creen.

Y Mercedes Monmany advirtió a los lectores de las estrategias de marketing, dado que las famosas listas de éxitos que a veces se divulgan no son del todo correctas, sino que detrás del posicionamiento de según qué títulos hay un mecanismo publicitario que hace que se coloquen arriba, quizás más allá de lo que les corresponde.

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En definitiva, la literatura como tal es digna de continuar: no hay un retroceso, sino un cambio de perspectiva. El papel seguirá viviendo, y conviviendo con otros sistemas (algunos de los cuales ni siquiera los imaginamos). Se puede ser optimistas en este sector, porque no dejará de haber lectores. Y mientras ellos existan, el libro seguirá existiendo para ellos.

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