Llamadme Alejandra arranca en julio de 1918, ocho meses después de que los bolcheviques tomasen el poder en Rusia. El zar Nicolás II, que abdicó en marzo del año anterior, es prisionero junto con su familia, su mujer y sus cinco hijos. Están desconcertados ante el destino que les espera, un desasosiego que se incrementa cuando, un día, les ordenan que recojan sus pertenencias a toda prisa porque van a ser trasladados.
Será la propia Alejandra Feodorovna, la última zarina de Rusia, la que rememore su vida anterior ante sus hijas y, en un constante monólogo interior, trate de entender las circunstancias que les han llevado a la situación actual.
Nos han despertado en mitad de la noche a gritos porque nos espera un nuevo viaje. Nicolás se ha levantado, ha abierto la puerta y a través de ella, semicerrada (yo aún en camisón, el Nene asustado y confuso), ha hablado con el comisario Yurovski.
-¿Qué ocurre?
-Nada, no se preocupen, no se alteren. Obedezcan con la mayor presteza posible y todo saldrá bien.
Coincidiendo con el centenario de la revolución de 1917, Espido Freire (Bilbao, 1974) novela este frenético periodo histórico en Llamadme Alejandra (Planeta), galardonada con el Premio Azorín de Novela 2017, el relato de la propia zarina de una vida de contrastes. Unas veces brilló el lujo de las ceremonias palaciegas y otras veces el horror y el sinsentido. "Esta novela es una danza de la muerte, pero también un recuerdo", explicó la autora durante su presentación.
La princesa Alix tomó el nombre de Alejandra al casarse con Nicolás. "Escogí escribir sobre su figura porque es una mujer sin más. Toma su interés cuando la miras, cuando la escuchas", indicó Freire, autora de La diosa del pubis azul (2005) o La Flor del Norte (2011). "Alejandra era una figura despreciada, las nobles consideraban que era vulgar y antipática, su suegra no podía verla. Vivía en una popularidad no deseada y también funciona como una bisagra: carecía de la grandeza de las zarinas. Ha llegado el momento de reivindicar a mujeres que tienen una vida distinta a las que nos han contado", añadió.
La novela avanza salpicada de personajes históricos que marcaron esa época como la reina Victoria, abuela de Alejandra ("Antes, en mi juventud, no era así. Aún contábamos con el respeto del pueblo, y sobre todo, con su miedo… Hay que recordarles con tacto, pero sin cesar, quién manda. Los hombres tienen las leyes, Alix. Las mujeres, sus vestidos"); o Elisabeth de Austria. "Es increíble los consejos que Sissi dio a la zarina", apuntó Freire.
Con apenas veintidós años, Alejandra se casó con Nicolás, el heredero del zar de Rusia. Antes debió convertirse a la religión ortodoxa, la oficial en Rusia. Con la subida al trono de Nicolás tras el fallecimiento del zar Alejandro III, comenzaron los ataques frontales contra lo que para muchos era "un débil carácter". "Necesitaba un poco de ginsen", bromeó Freire. "Era un buen hombre, equilibrado, pero también profundamente mediocre. Fue buen padre, buen esposo, pero no podía ser emperador. Él lo intentaba, pero Alejandra tenía una voluntad mayor".
La tragedia siempre ha rodeado los Romanov. Durante la ceremonia de coronación, murieron cientos de personas en una avalancha.
Los rumores de mala suerte continuaban y el pueblo comenzaba a culparme de ello a mí, a la zarina extranjera que bailaba mientras los rusos humildes morían. Nunca pude perdonárselo a los tíos, jamás.
"La familia estaba condenada. Pueden compararse con víctimas de guerra. Crecí en el País Vasco, en un entorno en el que la banda que ha anunciado su desarme estaba en auge. Torció la vida de mucha gente, muchas esperanzas. Lo viví y absorbí hasta que me fui, y esa es la sensación de la novela, que no puedes escapar de lo que te está esperando. Vamos buscando recursos neuróticos para sustituir la seguridad de la que carecemos", aseguró la escritora.
Espido Freire. Llamadme Alejandra. Planeta, 2017. 368 páginas. Precio: 20,50 euros.