En virtud de la memoria histórica hay muertos de primera y segunda. Cuando se encuentran esqueletos que pertenecen a soldados del bando nacional o a represaliados del Frente Popular, las fosas se vuelven a tapar, porque no interesan para el nuevo relato sobre la guerra civil o porque no se paga subvención por ellas. Nada hemos sabido de los restos descubiertos en una fosa en un cuartel de Alcalá de Henares. Quizás porque podían corresponder al comunista Andreu Nin, asesinado por sus camaradas por orden de Stalin. ¡Y hace ocho años que aparecieron!
Este sectarismo nos ha devuelto a lo peor del franquismo, cuando existía una línea entre buenos y malos españoles. El agravante es que la división la realiza ahora un régimen democrático, no una dictadura. Así, se honra al poeta Federico García Lorca, pero no al pensador Ramiro de Maeztu, también asesinado. Se recuerda que a Miguel de Unamuno le destituyó de sus cargos Franco, pero no que Azaña lo hizo meses antes. Se conmemora todos los años el bombardeo de Guernica (menos de 160 muertos), pero se olvidan las matanzas en las cárceles de Bilbao (casi 230 muertos) y el genocidio de Paracuellos incluso al cumplirse su 80º aniversario. Historia, coja, historia manipulada... mentira oficial.
Un cura, un cartero y un campesino
Acaba de fallecer Fernando Macarro Castillo (nacido en 1920), conocido por el seudónimo de Marcos Ana, que usaba para su obra poética. Y el Orinoco de lágrimas que le nació a Juan Carlos Monedero cuando se enteró de la muerte de su admirado Hugo Chávez anega los ojos de toda la izquierda patria e incluso de algunos sectores de la derecha boba.
A Marcos Ana se le está presentado como un "preso político" del franquismo, en cuyas cárceles estuvo casi 23 años. Quien lea las informaciones, como el teletipo de la agencia pública Efe, no sabrá por qué se le condenó dos veces a muerte. Quizás, por tener una foto dedicada de Largo Caballero o hacer pintadas como "Franco, gordito".
El periodista José Barros publicó en el desaparecido semanario ALBA (11-2-2010) los motivos de tan dura condena, que constan en su expediente, depositado en el Archivo Histórico de Defensa.
Una vez que estalló la guerra, a los 16 años de edad, era secretario de las Juventudes Socialistas Unificadas en Alcalá de Henares y jefe de un grupo de milicianos dentro del Batallón Libertad. Como tal, participó en tres asesinatos: el 23 de julio de 1936 el del sacerdote Marcial Plaza Delgado, de 41 años de edad, y el 3 de septiembre del mismo año en los de Amadeo Martín Acuña, cartero y militante de Acción Popular, de 24 años, y de Agustín Rosado, campesino y sin otra filiación política que su devoción católica, de 45 años. Otros de sus méritos políticos consistieron en participar en profanaciones.
Macarro fue condenado a muerte en 1943, pero por ser menor de edad durante la guerra se le conmutó por la pena inferior en grado: 30 años de prisión. Un decreto de indulto del 12 de octubre de 1961 puso en libertad a todos los presos que llevasen más de 20 años en las cárceles por hechos relacionados con la guerra.
El Gobierno belga no le consideró refugiado
Recién liberado, sus camaradas comunistas le usaron para la propaganda antifranquista, sin mencionar la causa de sus condenas. En septiembre de 1962, participó en una reunión en Ginebra de un comité pro-aministía en España. Pero las autoridades y la prensa españolas reaccionaron. Una cosa era liberar a un asesino después de 20 años de cárcel (anticipada aplicación del principio de reinserción social garantizado en la Constitución de 1978) y otra asistir a su canonización laica o a sus lecciones de moral.
Así dio La Vanguardia Española (18 de noviembre de 1962) la denegación de asilo político a Fernando Macarro Castillo por parte del antifranquista Gobierno belga,
"Las autoridades belgas, a la vista de los documentos probatorios de los crímenes cometidos en Alcalá de Henares, durante la guerra española, por Fernando Macarro del Castillo, el llamado «Poeta», «Marcos Ana» de la propaganda comunista, han decidido denegarle la concesión del estatuto de refugiados."
En su reportaje, Barros aporta testimonios de los parientes de las víctimas de Macarro.
Mercedes Cabezudo, madre de Amadeo Martín, narró para Noticias Gráficas (23 de octubre de 1963) la captura de su hijo y el comportamiento de Macarro:
"Macarro y otros milicianos practicaron en mi casa un registro de dos horas, llevándose detenido a mi hijo, que fue asesinado a las siete de la tarde. (…) Amadeo Martín se puso de rodillas al morir y perdonaba a todos y pedía perdón por nosotros. Al contar esto, Macarro se reía y hacía gestos de burla."
Victoria Fraguas Salgado señaló en una fotografía (La Vanguardia, 10 de noviembre de 1962), el lugar exacto donde, según ella, las milicias mandadas por Marcos Ana habían asesinado a su tío, José Plaza. Antes, había sido asesinado al hijo de éste, el sacerdote Marcial.
De nuevo en La Vanguardia (21 de agosto de 1963), se describieron las circunstancias del asesinato del labrador Rosado:
"(...) a quien había sacado de su domicilio con el pretexto de que debía prestar una declaración de importancia. El crimen fue cometido también personalmente por Marcos Ana".
Condenado, pero ¿por qué?
La página que el día 25 dedicó El Mundo a Marcos Ana, con artículos del periodista Antonio Lucas y el cineasta Pedro Almodóvar se puede poner como ejemplo del neologismo elaborado por la izquierda para tratar de explicar sus derrotas en el referéndum del Reino Unido y las elecciones presidenciales de EEUU: post-verdad.
Ninguno de los dos articulistas menciona los tres asesinatos probados a Fernando Macarro; sólo que fue un "preso político", un "condenado a muerte", una "persona buena", un luchador antifranquista.
Ser antinazi, anticomunista o antifranquista no te convierte automáticamente en luchador por la democracia o la libertad, ni siquiera en persona decente.