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Manuel Román

Cuando a Cela lo acusaron de plagio tras ganar el Premio Planeta

El escritor gallego ganó en el año 1994 pero fue mucha la polémica sobre la originalidad de la obra premiada. Años más tarde Cela admitió haber cometido un error con 'La cruz de San Andrés'.

En octubre de 1994, el día de la festividad de Santa Teresa como todos los años (decisión del fundador de la editorial por ser el nombre de su esposa), Camilo José Cela se alzaba con el Premio Planeta, dotado entonces con cincuenta millones de pesetas, el galardón literario más importante en España en cuestión económica. La novela llevaba por título La cruz de San Andrés.

En las semanas previas a la noche del fallo se venía ya especulando con la posibilidad de que el galardón fuera a manos del escritor gallego. Unos meses más tarde, una maestra coruñesa, escritora de cuentos infantiles, Carmen Formoso, leyó la obra de su ilustre paisano y a poco le da un ataque cuando comprobó que esa historia que Cela contaba le era absolutamente familiar. ¡Y tanto, porque la trama era idéntica a la que había vivido ella misma y algunos de sus antepasados y que plasmó en otra novela… ¡que envió a la editorial que convocaba dicho Premio Planeta!

No quiso Carmen contárselo a sus hijos pero éstos acabaron por confrontar ambos relatos: el de ella se titulaba Carmen, Carmela, Carmiña (Fluorescencia). Consultaron a varios catedráticos de Literatura y la opinión de todos ellos fue idéntica: ambas novelas eran parecidísimas, prácticamente iguales en su argumento y en muchas de las frases y diálogos. De lo que se deducía la posibilidad de que Camilo José Cela hubiera cometido un flagrante plagio. Pero ¿cómo un premio Nobel, con cuarenta y cinco libros publicados y un sinfín de artículos, prestigioso autor de la novela más traducida al español después del Quijote, La familia de Pascual Duarte pudiera haber cometido semejante delito?

Uno de los hijos de Carmen Formoso, Jesús Díaz, tras inútiles gestiones cerca de la editorial Planeta decidió denunciarla y a su vez a Cela. Eso sucedía en la primavera de 1999. Tras un sinfín de diligencias judiciales, el caso quedó sobreseído. Mas en la biografía del escritor de Iria Flavia quedó una mancha imborrable y, digamos, un cierto misterio acerca de por qué acaeció semejante incidente.

Nos consta por cuanto hemos averiguado que Carmen Formoso enviara a la dirección de Planeta dos originales de su mentada novela para optar al concurso; originales que les fueron devueltos siete meses después, ya cuando Cela había obtenido el premio. La deducción que hizo la escritora y sus hijos, muy en concreto Jesús, el abogado, era que "quien lea las dos novelas comprobará que desmontaron la trama y la volvieron a montar de forma bastante apresurada; que el original fue utilizado para reescribir. La cruz de San Andrés, aunque no cabe duda de que el hecho de que un premio Nobel ponga unas comas aquí y allá tenga su valor". E insistía el letrado: "Es imposible que haya sido una casualidad pues mi madre relata en el libro parte de su vida, y esa vida sólo la sabe ella".

Así ocurrió la historia

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Varios medios de comunicación ya publicaron en su momento que a Camilo José Cela le había tentado la editorial Planeta con los cincuenta millones de pesetas si enviaba una obra al premio. Parece ser que, con anterioridad, a Miguel Delibes le habían hecho proposición semejante, pero el escritor vallisoletano declinó la propuesta. Por lo investigado, creemos que Cela, animado por su esposa, Marina Castaño, accedió a presentarse con una obra. Lo malo es que no tenía ninguna terminada. Y el plazo de inscripción de originales estaba a punto de caducar. Era materialmente imposible que pudiera escribir una novela en muy pocos días. Entonces, alguien con suficiente poder y decisión en Planeta le hizo llegar una copia de aquella historia de una maestra de La Coruña, que los jurados habían desechado como aspirante al galardón. Tuvieron en cuenta que el argumento se desarrollaba en tierras galaicas, lo que le venía que ni pintado a Cela por si le parecía bien inspirarse y crear su propia novela. ¿Qué pasó? Que el sin duda gran escritor optó, ante la premura para enviar cuanto antes su original, por alterar páginas y páginas de la creación de su desconocida paisana Carmen Formoso Lapido, aunque manteniendo la acción, paisaje y personajes, cuando no muchos detalles que serían considerados por ésta y sus hijos como una clarísima apropiación indebida, un plagio. Hasta se cree que estando muy atareado don Camilo, para realizar esa labor de descarada copia se encargaron uno o más "negros"; es decir, escritores amigos que cobraban aunque quien se llevara el premio y la gloria fuera Cela.

Esto de contratar a "negros" es algo que persiguió siempre a C.J.C., parece que con muy convincentes descubrimientos. Lo chusco además en esta reprobable y siniestra acción es que el marqués de Iria Flavia se saltó la fecha en la que se cerraba el plazo de admisión de originales, 30 de junio, y envió su ¿original? ¡ el mes de septiembre! Y le fue admitido. Y además, como ya habían anticipado algunos cronistas literarios, La cruz de San Andrés se llevó el laurel… y los cincuenta kilos de billetes de mil pesetas. A Carmen Formoso ni siquiera la editorial quiso compensarla con publicarle nada. Y por su cuenta, en el año 2000, editó Carmen, Carmela, Carmiña en Punto Crítico. Casi nadie se ha vuelto a acordar de aquello, excepción hecha del periodista Tomás García Yebra, riguroso analista de la obra celiana. De él es Madera de Cela, excelente, amenísimo ensayo que hemos tenido ocasión de leer este verano, de la editorial Funambulista. Lo recomiendo.

Cuando se armó el lío de la demanda de Carmen Formoso ni qué decir que Cela se defendió, llamándola neurótica, entre otras lindezas. Y Marina hizo otro tanto para dejar en buen lugar el nombre y el honor de su ilustre esposo. No pone uno duda alguna sobre los jueces que dieron carpetazo al asunto, dejando malparada a la pobre maestra coruñesa. Pero sí, con los datos aportados, se nos antoja discutible el comportamiento de la editorial y aquellos escritores que se pusieron de parte de la misma, sin advertir plagio alguno. Y es que, como apunta el citado García Yebra: "Quizá cerraron los ojos –Cela era mucho Cela para enfrentarse a él-, se encomendaron a San Andrés y dijeron: que sea lo que Dios quiera". Ya lo repitió nuestro premio Nobel muchas veces: "El que resiste, gana". Sólo que en este juego literario parece que las cartas estuvieron marcadas.

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