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Julia Escobar

André Glucksmann y el silencio de los corderos

Fue uno de los líderes del movimiento de "los nuevos filósofos". Lo bien que sabía dirigir sus dardos y la contundencia de sus argumentos irritaba a los comunistas y a los progres en general.

En 1975, André Glucksmann que junto a otros jóvenes inquietos se había destacado en el mayo del 68, publicó un ensayo, el primero de su bibliografía titulado La cocinera y el devorador de hombres que le puso en órbita y le consagró como uno de los líderes del movimiento que se conocería como de "los nuevos filósofos", de muy desigual valía por cierto.

André Glucksmann, Jean-Paul Sartre y Raymond Aron, en junio de 1979.

Era desde luego novedoso que en medio del silencio de los corderos, hecho más de cobardía e hipocresía que de miedo, con el que los intelectuales occidentales llevaban décadas metabolizando como un sueño la horrenda pesadilla del comunismo, se elevaran estas voces "frescas", libres de toda sospecha (no tardarían en serlo), dada su procedencia izquierdista, supuestamente desprejuicidados, que enfocaban de manera tan apasionada uno de los mitos de la izquierda que arrancó con la Revolución rusa y se consolidó en la Segunda Guerra Mundial: el comunismo. No fueron los primeros (estaban Orwell y Koestler, por ej.) ni serían los únicos (piense en Simon Leys) pero supieron "venderse" muy bien.

La irritación que producía, no sólo a los comunistas sino a los progres en general, era una prueba de lo bien que sabía dirigir sus dardos y de la contundencia de sus argumentos. Tuve ocasión de comprobarlo en directo cuando vino a España en 2006, invitado por FAES. En su discurso dejó muy claro lo importante que era luchar contra el verdadero enemigo de la libertad: el nihilismo, en el que participan no sólo los que intervienen directamente en las matanzas sino los que proporcionan los recursos materiales para llevarlos a cabo. Ese mismo día, por la tarde, en el Circulo de Bellas Artes, en la presentación de uno de sus libros le trataron como si hubiera pertenecido a la legión Cóndor, pero él, con la solidez de sus argumentos supo remitirles a su condición odiadora y fanática.

'Silencio, se mata'

En este sentido me gustaría recordar un libro que escribió junto a Thierry Wolton, Silencio, se mata, publicado en España por Alianza Editorial, en 1987 y que precisamente traduje yo. Escrito en plena campaña contra el hambre en el mundo, los autores, personándose en Etiopia, denunciaron la teatralización orquestada por los países comunistas para sacar dinero y recursos a los buenistas de toda condición, el montaje del cantante Bob Geldof, propuesto para Nobel de la Paz, en connivencia con el tirano de Addis Abeba y la más que sospechosa actitud de las ONGs, en particular de Oxfam. El escándalo fue mayúsculo y provocó patéticas respuestas de la tropa ofendida, como la de la inefable María Antonieta Macciocchi, representante italiana en ese momento de la Fundación Europea y no puedo dejar de recordar que fue precisamente en un debate televisivo con ella como se dio a conocer en Francia el sinólogo y politólogo belga Simon Leys, rebatiendo de manera especialmente brillante, uno tras otro, todos sus falaces y pobres argumentos prochinos.

André Glucksmann, ese filósofo, ese polítólogo que supo evolucionar de manera tan espectacular y exitosa, de origen judío austríaco, nació en Boulogne-Billancourt en 1937 y murió en su domicilio de París en la noche del lunes 9, a los 78 años de edad, tras escribir más una veintena de libros y cientos de artículos en los que mantuvo siempre viva su libertad de criterio, así como su capacidad de disensión y de retracto frente a cualquier adscripción coyuntural.

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