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XXVI Premio Loewe de Poesía

'Los desengaños', de Antonio Lucas: lucidez poética contra la crisis

El último poemario del periodista estremece, no se puede leer del tirón. Las metáforas apuntan a la madurez y al desamparo. También hay mala leche.

El último poemario del periodista estremece, no se puede leer del tirón. Las metáforas apuntan a la madurez y al desamparo. También hay mala leche.
Antonio Lucas, en una imagen de archivo | LD

El poeta y periodista Antonio Lucas fue galardonado con el XXVI Premio de la Fundación Loewe de Poesía por su último poemario, Los desengaños (Visor, 2014), en noviembre de 2013. Las notas de prensa describían la obra como un canto insurreccional, subversivo, con aroma a Celaya y a Blas de Otero, algo que nos extrañó a los lectores de la poesía de Lucas, tan irracionalista y cargada de imágenes.

El columnista de El Mundo leyó poemas de Los desengaños en algún que otro acto poético aislado -como en el Círculo de Bellas Artes, o en la Sala Mirador-, pero la obra permaneció guardada -asuntos de Loewe o de la editorial, se supone- hasta marzo de este año. Ya leída, podemos decir que el poemario es lúcido, ácido, que hay poemas que estremecen, que no se puede leer del tirón -salvo que sea horchata lo que circule por los vasos sanguíneos del lector en cuestión-, que las imágenes y las metáforas apuntan a la madurez -37 poemas, por 37 años que tenía el autor cuando presentó la obra- y al desamparo. También hay mala leche.

Desemboca en Los desengaños una crisis personal/sentimental que va de la mano de la crisis más típica, la política y social, la que afecta a nuestro país, la que protagonizan los de siempre. Es un poemario quejumbroso, aunque no hace apología del fracaso. Nos dijo Antonio Lucas en noviembre: "Es curioso que el libro mío que tiene una raíz más doliente, a la vez, ha recibido el mayor triunfo: un premio".

Así, en las tres partes del libro -cuatro, con la coda- se entremezclan poemas -y dentro de estos, en ocasiones, versos- en los que se fusionan las temáticas previamente señaladas. "Los pueblos arrasados, ya sabéis, / y sus ruinas por dentro", escribe en "Crisis"; "He odiado el mundo como todo el que ha nacido. / He dicho mi protesta violentando hipocresías, / huyendo del licor de las mentiras. / Con eso a mí me basta", en "La ración de mi infinito"; "Como si me gustara el país que habito, su devastada política de hachas", en "Pareja".

Encogen poemas como "Lo que somos", "Querella", "Traición" o "Intemperie", una especie de antítesis de la canción "Ahora que" de Joaquín Sabina: mientras el cantautor celebraba que "el mundo está recién pintado", Lucas describe su derrumbe: "Ahora que mis manos son casa desolada. / Ahora que los parques no allanan desamparos".

Cuenta el poeta que en este último viaje le han acompañado Ezra Pound, T. S. Eliot, Luis Rosales, Rafael Alberti o Miguel Ángel Velasco. Algunos poemas de Los desengaños también recuerdan, ya sea por su dureza, ya sea por su desolación, al Bob Dylan de Blood on the tracks. Para Antonio Lucas, la poesía es una sustancia que se hace "con la vida", y como señala Luis Antonio de Villena en la contraportada, esta "no es buena ni sagrada", pero la poesía "-cumplida- es una salvación y una acusación". En definitiva, recomendamos la lectura del último poemario de Antonio Lucas. Sus 37 poemas justifican -y de largo- aquellos versos de Celaya: "(...) Poesía necesaria / como el pan de cada día".

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