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Catalina Bustamante, la primera maestra

En el monumento que la recuerda en Texcoco se grabó esta frase que resume su mérito: "Maestra Catalina de Bustamante, primera educadora de América".

En el monumento que la recuerda en Texcoco se grabó esta frase que resume su mérito: "Maestra Catalina de Bustamante, primera educadora de América".
Catalina Bustamante | Archivo

El 5 de mayo de 1514, partió en una nao de Sanlúcar de Barrameda con rumbo a las Indias una familia encabezada por Pedro Tinoco y formada por cinco mujeres más: su esposa Catalina Bustamante, de casi veinticinco años, sus hijas María y Francisca y sus hermanas María y Juana Tinoco. Aunque no figuran en el libro de pasajeros de la Casa de Contratación ni su profesión ni su destino, seguramente el viaje en familia fue motivo suficiente para quedar exentos de las formalidades legales.

Cuando otra extremeña, Inés Suárez, que participó en la conquista de Chile, quiso pasar a Tierra Firme acompañada de una niña pequeña que presentó como su sobrina, dos personas tuvieron que jurar que no estaba incursa en ninguna de las prohibiciones impuestas a los españoles.

Los Tinoco, naturales de Llerena, se establecieron en Santo Domingo. Es muy probable que conocieran a fray Bartolomé de las Casas y recibieran una encomienda. Quizás Catalina, que sabía leer y escribir y además tenía conocimientos de latín y griego, instruyera a las hijas de los españoles acomodados.

Su rastro documental desaparece hasta una carta que escribe en 1529 al Rey Carlos I de España, en la que presenta una queja por la ofensa a dos internas indígenas del colegio del que era directora en Texcoco, en la Nueva España. ¿Cómo había llegado Bustamante hasta allí?

Combatir la poligamia y la venta de esposas

Nada más concluir la conquista de Tenochtitlán, Hernán Cortés pidió a la Corona el envío de misioneros franciscanos para predicar la fe católica a los nativos.

El franciscano flamenco Pedro de Gante llegó en 1525 y se estableció en Texcoco, a unos treinta kilómetros de México, uno de los territorios aliados de los españoles en la guerra de conquista. Allí erigió una escuela con un internado para los muchachos. En la misma ciudad, vivió Motolinía y, sin duda, dado lo reducido de la población española, conocería a Catalina Bustamante.

Para entonces, la extremeña ya aparecía como viuda avecindada en Texcoco, junto con sus dos hijas y el marido de una de ellas; y además como miembro de la Tercera Orden de San Francisco, otro motivo para dar por segura la amistad con los misioneros franciscanos.

El vizcaíno fray Juan de Zumárraga le confió la dirección del primer colegio femenino de la Nueva España, que se instaló en unas habitaciones en el palacio de Nezahualcayotzin. Este sacerdote, primer obispo de México, la definió así: "de nuestra nación, honrada, honesta, virtuosa, de muy buen ejemplo".

En este colegio y en los demás que se abrieron a partir de su modelo, todo el claustro era femenino, salvo el sacerdote que impartía la catequesis con un catecismo en náhualt elaborado por Pedro de Gante. Las niñas aprendían doctrina católica, canto, lengua castellana, oficios, higiene, cocina y el cuidado de la casa. Catalina trató de extirpar en sus discípulas costumbres muy arraigadas en la sociedad nativa, como la poligamia y la venta de muchachas. Hoy, en cambio, algunos cristianos y muchos ilustrados pretenden respetar esas conductas como fruto de una peculiaridad cultural respetable.

Petición de auxilio a Isabel a Avis

A partir de 1524, cuando Cortés marcha a Honduras y está ausente dos años, en México irrumpe el caos. De los cinco oidores de la Real Audiencia nombrada en 1527 por Carlos V para gobernar el territorio, dos murieron en seguida y los otros tres, dirigidos por Nuño de Guzmán, implantaron un despotismo que duró hasta 1530 y que padeció el propio caudillo extremeño.

Una noche de mayo de 1529, Juan Peláez de Berrio, alcalde de Antequera (hoy Oaxaca de Juárez), mandó a un grupo de indios vasallos penetrar en el colegio y secuestrar a una muchacha hija de un cacique a la que deseaba, llamada Inesica, y a su criada. Bustamante acudió a Zumárraga. Tanto la maestra como el obispo trataron de recuperar a la joven y de castigar a Peláez del Barrio, pero el delincuente tenía familiares en la Audiencia que le concedieron impunidad.

Los oidores controlaban los correos de Cortés y de Zumárraga para impedir sus denuncias a la corte española; Catalina, sin embargo, pudo enviar una carta que leyó la Emperatriz Isabel, regente de España y las Indias. Doña Isabel respondió con una Real Cédula de 24 de agosto de 1529 dirigida a los oidores y demás jueces de la Nueva España en que les reprochaba que no observasen "el servicio de Nuestro Señor, ni el bien de los dicho indios y conservación de ellos"; y al obispo Zumárraga le confiaba que velase por el colegio de Texcoco. El 31 de agosto, la Emperatriz envió una orden a la Real Audiencia para que respetasen los privilegios del convento y del colegio anexo, so pena de una multa de diez mil maravedíes.

Más tarde, Isabel de Avis encargó a un fraile la búsqueda de varias mujeres letradas que se incorporaran al colegio de Bustamante y a otros ya abiertos y se comprometió a pagarles el pasaje y un ajuar.

Doña Catalina viajó en 1535 de Veracruz a Sevilla. Se reunió con la Emperatriz, que le renovó su protección, y así pudo escoger varias hermanas terciarias preparadas para incorporarse a sus colegios, abonar los gastos del viaje y comprar material de enseñanza.

Diez colegios bajo su dirección

En 1536, informó al Consejo de Indias de que gobernaba más de diez colegios en diversas villas (Texcoco, Otumba, Xochimilco, Coyoacán, Tlamanalco, Cuautitlán…) con unas cuatro mil internas, que eran tanto hijas de caciques como niñas pobres. Los establecimientos se sostenían con aportaciones en especie de los caciques y donativos de damas españolas.

Pero esta obra fue segada en agraz. La espantosa peste de 1545 mató a cientos de miles de novohispanos, entre ellos a Bustamante, a sus compañeras terciarias y a sus alumnas. En la base del monumento que la recuerda en Texcoco se grabó esta frase que resume su mérito: "Maestra Catalina de Bustamante, primera educadora de América".

(Páginas extraídas del libro Eso no estaba en mi libro de historia del Imperio español.)

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