El periodista Juan Luis Cebrián, uno de los españoles (aunque él prefiere que se le llame ciudadano del Estado español) más influyentes en los años 80 y 90 del siglo pasado gracias a haber dirigido El País, ha publicado las suyas bajo el título de Primera Plana. Y como casi toda su producción literaria y memorialista está centrada en el franquismo.
Se trata de un hombre obsesionado con Franco hasta lo psiquiátrico. En una visita a Argentina en 2003, nos definió a todos los españoles de la siguiente manera:
Podría parodiar aquella frase de Borges, cuando decía que el ego era el argentino que todos llevamos dentro, aplicarla a España y decir que todos los españoles llevamos un franquito dentro.
Si por "franquito" se entiende un dictador, quizás algunos periodistas que le conocieron, como Darío Valcárcel, José Luis Martín Prieto y Jesús Cacho, podrían dar su opinión sobre el franquito que llevaba dentro Cebrián.
Sinceramente, no comprendo esta pasión en alguien que vivió tan bien en el franquismo, que incluso se divirtió, y que en la democracia, aparte de tener el poder para quitar ministros, se ha hecho millonario. ¿Mala conciencia?, ¿resentimiento?, ¿simple mecanismo para conservar el poder?
El hijo de un director de 'Arriba'
En una entrevista en el suplemento cultural de El País para promocionar su autobiografía, Cebrián ha defendido la ley de memoria histórica de Zapatero:
Para la memoria histórica no existen leyes. Los enterramientos en las tapias de los cementerios son ilegales. Cualquier alcalde podía haber ido a un juez y levantarlos. Me parece normal eliminar símbolos franquistas. El primero fue una inmensa imagen del yugo y las flechas que había en la calle de Alcalá. La apeó Adolfo Suárez. No necesitas leyes sino voluntad política. Voluntad y tacto
Esta postura no es de ahora. En El futuro no es lo que era (2001), una conversación entre Cebrián y Felipe González donde los dos próceres progresistas dan al PSOE su ideología para los próximos años, el periodista ya había adoptado la memoria histórica, hasta entonces limitada a la ultra-izquierda.
Unas citas de las aportaciones de Cebrián en ese libro:
Si no hay acuerdo suficiente para reconocer que fue una desgracia que Franco gobernara España, se debe a que la derecha actual sigue siendo heredera del franquismo, de ese franquismo de los años sesenta o setenta tan bien representado por el barrio de Salamanca de Madrid, donde vivía la clase dirigente del régimen (pág. 36).
La sensación que percibo es que los del PP están felices porque son la derecha de siempre, la que colaboró con la dictadura decididamente porque la engendró, pero, encima, legitimada democráticamente. De algún modo es como si Franco se hubiera presentado a las elecciones y las hubiera ganado. (…) También votarían, a lo mejor, a Fidel Castro en Cuba (págs. 48-49).
Bueno, quien despidió al tirano Castro con un suspiro de nostalgia fue El País, "Muere Fidel Castro, símbolo del sueño revolucionario". Y en la redacción del diario independiente de la mañana hubo una rebelión de la mayoría de la redacción cuando se publicó un editorial contra el terrorista que fue el Che Guevara.
¡Así escribe sobre la derecha que ganó la guerra –provocada por la izquierda- una persona cuyo padre fue director de Arriba, el principal periódico del partido único franquista-falangista-carlista (FET y de las JONS), y director general de la Prensa del Movimiento! Por estos antecedentes, Francisco Umbral calificó a Juan Luis Cebrián, director a los 30 años de los servicios informativos de TVE en 1974, bajo Arias Navarro, como miembro de la "mejor aristocracia azul".
Con rencor y revancha, no hay democracia
Sin embargo, cuando se estaba en plena transición, Cebrián parecía recuperar el trilema del desesperado Azaña de paz, piedad y perdón. En una tribuna publicada en El País (9-1-1977), cuando sus principales colaboradores eran Julián Marías y Ricardo de la Cierva, el periodista pedía el olvido de los muertos en la Guerra Civil y de la revancha. Extracto unas frases:
Las víctimas en las guerras civiles no se deben exaltar por ninguno de los dos bandos, ni mucho menos por el victorioso, en menosprecio de quienes fueron derrotados. Lo contrario equivale a perpetuar el espíritu del fratricidio.
Yo no voy a terciar en esa polémica cruel sobre quién asesinó más en aquellos años. Se asesinó y basta. Y no nos duelen a los españoles de hoy más los crímenes de un bando que los de otro.
Hasta hace sólo un par de años los medios de comunicación oficial han machacado sobre nuestras cabezas la única realidad tangible: que el Poder de Franco también se basaba en el derecho de conquista y no era otro que el del vencedor de una contienda que acabó siendo permanente
Cada vez que el Rey o el Gobierno dan un paso hacia la reconciliación deseada hay alguien que saca Paracuellos, Guernica, las tapias del cementerio del Este, Grimau, Carrero, la calle del Correo, Montejurra...
Sólo sobre la superación del pasado, de todos los pasados es pensable construir el presente.
Es imposible construir una democracia pacífica basada en el rencor, la revancha, o la prepotencia.
Sólo con un total olvido objetivo de los temas que nos dividieron sangrientamente podrán los españoles construir su nueva paz civil. No se trata de reparar hipotéticos errores de la justicia, sino de ejercitar el mutuo perdón humano.Hoy toca enterrar definitivamente nuestras diferencias.
¿Qué cambió en 25 años para que Cebrián pasase de proponer el perdón como principio fundamental de la vida política a exigir la condena del franquismo como genocida (¡qué sabrán los progres españoles lo que es un genocidio!)? Pues que la derecha política, después de jubilar a Manuel Fraga en Galicia, desalojó del poder al PSOE y a González en 1996, y además en 2000 ganó por mayoría absoluta.
"Deme una biografía democrática, joven"
A cualquier lector de El futuro no es lo que era le queda claro que para Cebrián, más que para González, la derecha, incluida la Iglesia, tiene que aceptar su inferioridad política y cultural ante la izquierda y los nacionalistas. Y como en los años de Aznar el PP se atrevió a tener un discurso propio en terrorismo (derrotar a ETA, no negociar con ella), economía (reducir el Estado y bajar impuestos) y política exterior (sustitución de la sumisión a París y Rabat por la alianza con EEUU), el progresismo adoptó la memoria histórica como martillo para hacerle bajar la cabeza. Desde hace años, El País dedica páginas y páginas a las fosas de la guerra y la posguerra, los bombardeos nazis, las calles franquistas y hasta al bulo de los "niños robados".
La verdad, es que ese proyecto ha tenido éxito, pues el PP de Rajoy no derogó la ley de memoria histórica en su legislatura de mayoría absoluta (es una ley ordinaria, no orgánica, por lo que el trámite es más sencillo) y la que algunos llaman nueva derecha, Ciudadanos, la aplica con entusiasmo.
En la página 49 del libro, se halla el siguiente análisis de Cebrián sobre Jordi Pujol, al que considera de superior categoría moral a Aznar y Fraga:
CEBRIÁN: (…) ahora hasta enseñan a los demás lo que es la democracia. Todo ello enlaza con lo que hemos hablado de la memoria histórica. Nos olvidamos de que las fuerzas políticas nacionalistas y de la izquierda tienen un historial democrático. A mí cuando me dicen que Pujol es un autoritario, pues… lo es, quizá; desde luego es un nacionalista, yo no lo soy, aborrezco el nacionalismo, pero Pujol tiene una biografía democrática y eso lo distingue fundamentalmente, le pone límites.
GONZÁLEZ: Sí, su propia biografía es un límite, como la de todos en el mundo.
Aparte de asombrarnos por el ojo profesional del periodista, recordamos que, durante los años en que Cebrián desempeñaba la dirección de El País (1976-1988), el periódico despachaba biografías democráticas con mucho éxito: tapaban todo tipo de vicios y delitos, a la vez que protegían de las críticas y sospechas. Y ya sabemos quién fue el primero que se hizo con una.