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Pedro Fernández Barbadillo

Paracuellos: la mentira de la "quinta columna"

La izquierda perdió la guerra de 1936-1939 en el campo de batalla, pero la ganó en la propaganda. Desde la muerte de Franco es una posición que no sólo ha mantenido sino que la sigue aumentando.

La investigación en archivos y la distancia en el tiempo, así como los años de gobierno del PSOE en la democracia, deberían de haber sustituido la propaganda por la veracidad. Pero no ha sido así. Desde la mayoría absoluta de José María Aznar, el PSOE, desorientado y sin ideas-fuerza adoptó el proyecto político de la ‘memoria histórica’, elaborado por el PCE. De esta manera, la izquierda se ha echado al monte de la propaganda, y las mentiras no sólo se mantienen, sino que aumentan.

Viejas y nuevas mentiras

Varios ejemplos de mentiras veteranas son los siguientes: octubre de 1934 fue una reacción popular ante la amenaza de una derecha fascistizada; el coronel Yagüe cometió una matanza de hasta 4.000 personas en Badajoz (¡el 10% de la población de la ciudad!); la Legión Cóndor bombardeó Guernica en un día de mercado; el asesinato del diputado Calvo Sotelo fue uno más entre las docenas de muertos en tiroteos callejeros y el Gobierno no estuvo implicado; el Ejército Nacional tenía mejor armamento que el Popular debido a los suministros italianos y alemanes; etcétera.

Entre las mentiras nuevas están las de que Franco hizo asesinar a Amado Balmes, gobernador militar de Las Palmas; Cataluña fue víctima oprimida por la dictadura franquista; los franquistas robaban niños a los rojos; y el horario oficial español lo impuso Franco por admiración a Hitler.

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Por mucho que algunos historiadores e investigadores se opongan a esas mentiras, difundidas por las televisiones, y las desmonten, sus esfuerzos para apagar los fuegos son insuficientes, debido a la indiferencia de la derecha por la batalla cultural y la verdad histórica. La consecuencia es el discurso del odio crece y crece entre los españoles más jóvenes.

La matanza de un mínimo de 4.500 personas, incluidos 276 menores de edad (datos del principal investigador de la represión de izquierdas en la provincia de Madrid, José Manuel Ezpeleta) ejecutada en noviembre y diciembre de 1936 en Paracuellos del Jarama, Torrejón de Ardoz y Aravaca, es uno de los hechos innegables de la guerra. Como también lo son la responsabilidad del comunista Santiago Carrillo, consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, que daba las órdenes y ocultaba lo que sucedía. Otro hecho es que las sacas y fusilamientos se podían haber detenido, como hizo el anarquista Melchor Rodríguez.

Menos conocida es la condición de mentira que asociada a este genocidio tiene la expresión de ‘quinta columna’, que lo justificó.

Campaña de terror sobre su propia población

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Después de que el Ejército de África cruzase a la Península el 5 de agosto de 1936 y los nacionales uniesen las dos zonas que controlaban a mediados de ese mes, el siguiente gran objetivo militar fue la toma de Madrid. El Gobierno del Frente Popular enloquecía a sus tropas y su población civil con una campaña de propaganda de terror, en la que sobresalían la supuesta matanza de Badajoz y las violaciones de mujeres realizadas por los soldados marroquíes.

En los últimos días de agosto, Franco conquista Toledo y libera a los sitiados del Alcázar; el 1 de octubre, sus camaradas le eligen generalísimo; y prosigue su avance hacia Madrid, que había sufrido el primer bombardeo la noche del 27 al 28 de agosto. A lo largo de octubre, los nacionales toman Navalcarnero, Griñón y otros pueblos; en Seseña aparecen los primeros tanques soviéticos (T-26) y los legionarios usan contra ellos los cócteles Molotov. En los primeros días de noviembre, caen Alcorcón, Móstoles, Getafe, Leganés, Fuenlabrada…

El cerco sobre Madrid se estrecha. Los generales Varela y Mola disponen sus fuerzas en cuatro columnas, en el norte y el oeste. Los sublevados están tan seguros de su victoria que su Boletín Oficial del Estado publica el 5 de noviembre la instauración de ocho tribunales militares y el nombramiento de 16 jueces instructores para castigar a los "delincuentes rojos". La ‘columna legal’ la manda el coronel Ángel Manzaneque.

El 6 de noviembre, los nacionales irrumpen en Carabanchel y Villaverde. El Gobierno de la Victoria, presidido por el socialista Largo Caballero, cree imposible resistir y huye a Valencia; a sus espaldas deja la Junta de Defensa de Madrid, presidida por el general José Miaja y formada por representantes de todos los partidos del Frente Popular.

‘La Pasionaria’ la puso en circulación

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En esa situación de miedo y derrota, apareció la expresión ‘quinta columna’. Según Julius Ruiz (El Terror rojo), "La primera utilización pública del término que se conoce en la zona republicana fue la que hizo Dolores Ibárruri en ‘Mundo Obrero’ el 3 de octubre de 1936".

Su artículo, publicado en la portada del periódico, fijó el mito: a una pregunta de unos periodistas de cuál de sus cuatro columnas entraría primero en Madrid, el general Mola respondió que la quinta, la que estaba dentro de la ciudad. Pasionaria concluía con una de sus habituales arengas a la matanza, del estilo de las que pronunció en las Cortes: "a este enemigo hay que aplastar inmediatamente".

Unos días después, Milicia Popular, periódico del Quinto Regimiento, por boca del comisario de la unidad, el italiano Vittorio Vidali, agente soviético, dio más detalles y añadió lo que les interesaba a los comunistas (Paul Preston, en El holocausto español):

"El general Mola ha tenido la complacencia de indicarnos el lugar donde se encuentra el enemigo. (…) La ‘quinta columna’ es un conglomerado de todos los elementos que hay emboscados en Madrid todavía, de gentes que simpatizan con el enemigo o que son ‘neutrales’, en contra de los cuales ha tomado ya nuestro Gobierno medidas oportunas, que han empezado a ponerse en práctica."

Ya desde poco después del 18 de julio, partidas de milicianos y policías detenían a sospechosos, saqueaban las casas y encarcelaban, o asesinaban, a muchos detenidos. La expresión ‘quinta columna’ fue como la cerilla que cae en el polvorín. Bastaba acusar a alguien de ‘quintacolumnista’ para que fuese encarcelado o linchado, como en la URSS las acusaciones de ser un kulak o un trotskista eran un billete de primera para el gulag.

Ruiz subraya que

"el discurso del PCE en 1936 hacía hincapié en que la eliminación del enemigo interno era una condición sine qua non para la victoria en la Guerra Civil. Este mensaje fue recalcado una y otra vez aquel mes de noviembre. ‘Mundo Obrero’ declaraba el día 3 que el partido tenía la ‘obligación vital de aniquilar’ a la ‘quinta columna’"

Ésta fue la justificación que emplearon los comunistas, mandados por Carrillo, para trasladar a los presos ‘facciosos’ (de los que muchos no habían tenido ninguna relación con los alzados en julio) a otras cárceles más alejadas del frente. Su destino era una zanja.

‘Agit-prop’ comunista

Pero, ¿de verdad Mola pronunció tan imprudentes palabras?, ¿por qué él, que conocía el valor de la propaganda y manipulación de masas, ya que había sido director general de Seguridad entre 1930 y 1931, iba a desvelar la existencia de centenares de aliados y dictar así una condena contra ellos?

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Ruiz asegura que "la autoría de Mola sigue sin haber sido demostrada". Como la expresión de ‘quinta columna’ apareció por primera vez en el comunista Mundo Obrero justo tras la pérdida de Toledo pudo haber sido acuñada por los comunistas "para proporcionar un arma de propaganda eficaz en la lucha contra los espías". Además, en esas semanas había en Madrid "adiestrados periodistas y policías soviéticos": Mijail Koltsov, Ilya Ehrenburg, Lev Lazarevich Nikolsky (jefe del NKVD en España)…

Esa "autoría comunista" explicaría el misterio del supuesto patinazo de Mola. Ruiz aduce que el estudio más completo sobre la ‘quinta columna’ en Madrid, el realizado por Javier Cervera (Madrid en guerra. La ciudad clandestina), "demuestra que no hubo ninguna organización clandestina en contacto con los franquistas hasta finales de 1936".

Además, el 7 de noviembre, con las tropas nacionales en los suburbios de Madrid, Mola ordenó una investigación para saber si había en la ciudad "servicios organizados para atender las primeras necesidades cuando se ocupe Madrid". Si es verdad que conocía esa ‘quinta columna’, ¿para qué iba a dar esa orden?

Mola murió en junio de 1937 y nunca confirmó si pronunció la expresión tal como se la atribuyó la propaganda comunista, pero a los comunistas les vino como anillo al dedo. Qué casualidad, ¿verdad?

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