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Fernando Navarro García

La "Reductio ad hitlerum" y la caja de herramientas totalitaria

Leo Strauss acuñó el neolatinajo como argucia discursiva por la cual se podía descalificar cualquier opinión afirmando que Hitler también la apoyaba.

Leo Strauss.
Fue Leo Strauss quien en 1951 acuñó el neolatinajo "Reductio ad Hitlerum" como aquella argucia discursiva mediante la cual se podía descalificar cualquier opinión afirmando que "Hitler también la apoyaba". Es, obviamente, un golpe bajo y en muchas ocasiones una injusticia. De este modo, y dado que no soy fumador y me intereso por el arte, podría ser calificado de nazi pues Hitler tampoco fumaba y pintaba unas acuarelas razonablemente buenas ¿Absurdo, verdad?
Es cierto que durante los últimos años se ha abusado mucho de esa estratagema – no por simplona menos eficaz- de la "Reductio ad Hitlerum", ya que nadie en su sano juicio desea ser encuadrado en la "lógica" de tan nefasto personaje. Cualquier ideología, postura, pensamiento o actividad que sea parcialmente asimilable al nazismo parte con una enorme desventaja en cualquier debate sometido a escrutinio público. Quizás por eso hoy en día, y ante la falta de argumentos rigurosos como mal endémico de una cierta modernidad, todo aquello que nos desagrada o colisiona con nuestros intereses o anhelos es tildado de "nazi" o "fascista" (sin considerar las enormes diferencias cuanti cualitativas que existen entre ambas ideologías, tan bien analizadas por Stanley Payne en su clásico El Fascismo); cualquier matanza o crimen es ascendido a la categoría de Holocausto o genocidio y toda violencia es terrorismo (hay quien postula llamar a la violencia de género como "terrorismo de género").
Ese abuso enfático de tales "reducciones" al nazismo o al Holocausto ha ido vaciando de contenido el verdadero horror que suponen esas palabras. Las ha devaluado.
El nazismo (y también el comunismo) -como cualquier totalitarismo- intentó acabar con las libertades y la vida de cualquiera que se saliera del asfixiante corsé de su cosmovision de odio y de paraísos imaginarios. El nazismo (y también el comunismo) aplastó con igual eficacia al intelectual desafecto, al general insumiso, al gitano, al judío, al médico humanitario, al homosexual, al católico practicante, al objetor de conciencia, al Testigo de Jehovah y hasta al SS o el comisario político asqueado de su trabajo.

Y para imponer su ideología y aplastar con esa eficacia tan mortal e inusitada, el totalitarismo nazi y también el soviético, como demostró Nolte, emplearon unos instrumentos de contundencia probada y que están a disposición de cualquiera en la "caja de herramientas" del totalitarismo, cuyos útiles principales son los siguientes:

1. Agitación y propaganda (en la URSS agitprop), mediante la calculada manipulación de las masas. Tomar la calle como prueba fehaciente de que cualquier idea del Partido es la encarnación y la voluntad abrumadora del "Pueblo", sin pararse a pensar que siempre existirán excedentes de "Pueblo" suficientes para llenar cualquier calle. Las mismas calles de Berlín que en 1940 se llenaban de miles de enfervorizados nazis, en 1950 se llenaban de millares de enfervorizados camaradas comunistas.

2. Una tupida red de comisarios, agentes secretos, organizaciones juveniles, sindicatos, paramilitares y de "sociedades amigas de..." encargadas de monitorizar cada centímetro de la vida pública y privada. La cultura como cota principal a conquistar (Gramsci), para que después la ideología totalitaria vaya permeando lenta e inadvertidamente en todos los resquicios de la sociedad. Una ingeniería social que a largo plazo considerara altamente edificante que un hijo delate a sus padres y lo ensalzará en los documentales mientras afirma, orgulloso, que había denunciado a su familia por ser "enemigos" (del Pueblo, del Reich,...)
3. Terrorismo paraestatal (antes de la toma del poder) y de Estado (una vez usurpado el poder) como fórmula rápida y sencilla de eliminar toda oposición y disidencia y de neutralizar todo atisbo de reacción. El miedo neutraliza y acalla la voz del ciudadano normal.

4. Leyes excluyentes cínicamente camufladas como "protectoras" frente al agresor exterior o interior. El "victimismo" como justificación de deudas históricas, la compensación por afrentas ancestrales nunca prescritas y el agravio como negocio muy lucrativo.

5. Perversión del lenguaje, un factor esencial de todo totalitarismo, como demostró magistralmente el filólogo judío Klemperer. Asesinar pasa a ser "ejecutar" o "erradicar los fundamentos biológicos", un judío se deshumaniza y pasa a ser un "infrahumano", la eutanasia es "muerte por compasión", el ataque violento a la libertad y los sentimientos religiosos son en realidad una manifestación de la "libertad de expresión"

6. Demagogia en su sentido más estricto de "halagar los oídos del pueblo" y vertebración de un discurso simple y primario (asimilable por el ortegiano "hombre-masa") basado en la raza, la sangre, el suelo (nazismo), el credo (islamismo), la clase (comunismo) y el rentable "victimismo".

7. Invención de un pasado dorado, con héroes nacionales y un enemigo terrible y poderoso causante siempre del infortunio presente. La invención -incluso forzando al máximo los hechos históricos - es esencial para aglutinar al pueblo – a "la gente" - y predisponerlo a ser la indispensable comparsa del agitprop. Nada une más que un enemigo poderoso y abstracto. Si no existe el totalitarismo no tardará en inventarlo. Desgraciado el país, la raza o el credo que haya sido identificado como "enemigo" (¿les suena "la casta"?) pues todo lo que haga u omita tendrá siempre un perverso objetivo. ¿Me perdonas la deuda? ¡Quieres humillarme!; ¿No me la perdonas? ¡Tratas de asfixiarme!

8. Control de todo el aparato estatal especialmente de las escuelas (la mente de los niños es maleable y son las futuras bases del agitprop), las organizaciones sociales y religiosas (los nazis llegaron a crear una "Iglesia del III Reich"), las publicaciones (alineamiento editorial de la numerosísima prensa, bajo la inspiración del Ministro de Propaganda o, recurriendo a Orwell, del "Ministro de la Verdad") y de los medios de comunicación de masas (radio, prensa y cine)

9. Distorsión perversa de la realidad, dando la vuelta a la tortilla y presentando el crimen y la ilegalidad más brutal como actos inevitables de "legítima defensa". El terrorista Otegi como epítome de tal aberración, al ser calificado como "un hombre de paz". Pegar un tiro en la nuca a un aristócrata polaco no era un crimen; sino una "ejecución" de un terrorista con la que se habría salvado la vida de miles de inocentes y puros alemanes o de abnegados proletarios soviéticos.

10. Apariencia de legalidad. Cuando la guerrilla y el terrorismo callejero no funcionan y no permiten la toma violenta del poder (como si lograron los Soviets en Rusia en 1917) el totalitarismo en fase germinal simula respetar las reglas del juego democrático para destruirlo desde dentro y con sus propias armas.

Hay más herramientas en esta caja inmunda, por supuesto, pero creo que estas son las indispensables. Y también creo que quien maneje esa "caja de herramientas" no es trigo limpio.
¿Alguien se imagina una causa legítima, democrática o humanística recurriendo a estas terribles tretas? Resulta difícil visualizar a Martin Luther King, a la madre Teresa o a Erasmo de Rotterdam sirviéndose de ellas. Ni siquiera Maquiavelo se habría atrevido a llegar tan lejos y en todo caso Maquiavelo habría tenido la justificación histórica de escribir a inicios del siglo XVI en una Italia destrozada por guerras internas y externas.

De nazis y comunistas

Si analizamos estas diez "herramientas" nazis, es fácil encontrar numerosas concomitancias entre todas las ideologías totalitarias, fundamentalistas y excluyentes (y yo creo que los nacionalismos son excluyentes) y es desde ese prisma - y solo desde ese- desde el que resulta legítimo recordar que tales instrumentos también fueron aviesamente empleados por los nazis y por los comunistas.

Con ello no quiere afirmarse -relajémonos quienes no queremos olvidar el Holocausto- que el nacionalismo vasco o catalán y que partidos populistas como Podemos sean exactamente iguales que el nazismo. No; lo que se dice es que recurren a las mismas herramientas que emplearon los dos grandes totalitarismos del siglo pasado para tomar y mantenerse en el poder y solamente por eso ya debiéramos estar alerta.

Calificar de tácticas nazis a las que ha empleado el terrorismo de ETA y su franquicia Bildu y otros partidos afines como Podemos (estrategia de legalidad) no supone identificarlos con el nazismo ni por supuesto menospreciar a sus víctimas sino asociar sus métodos sin hacerlo con sus fines, que son obviamente distintos aunque también execrables.

El nazismo asesino sistemáticamente por una idea disparatada de pureza racial y para ello recurrió a las diez herramientas que antes expuse. ETA asesinó -y seguirá haciéndolo cuando la estrategia de legalidad no le funcione- por una idea de independencia y de retorno a una edad dorada que solo existió en la imaginación de sus sicarios y trovadores. Y para alcanzar ese paraíso borroso de humo, odio y sangre, el nacionalismo forjado en el terrorismo y todos aquellos partidos que los comprenden, justifican y apoyan no han dudado en emplear la mayoría de instrumentos tan queridos para el totalitarismo. No son nazis, por supuesto, pero trabajan con la misma "caja de herramientas".

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