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Encarna Jiménez

Muere Antonio Bonet Correa, el sabio cercano

Sus saberes eran todavía más amplios que su biblioteca. Como buen maestro, sabía descubrir dónde había talento y posibilidades.

Ha muerto en Madrid, a los 94 años, uno de los más preciados catedráticos de Historia del Arte de España y el más entusiasta de sus amigos artistas. Antonio Bonet Correa (La Coruña, 20 de octubre de 1925) fue profesor y maestro de grandes discípulos como Juan Antonio Ramírez, Ángel González, Calvo Serraller, Estrella de Diego y tantos otros que tuvieron la suerte de aprender con él en Murcia, Sevilla y Madrid. Su inmensa curiosidad y enorme afán divulgador le llevó a fomentar, desde suplementos culturales en un diario sevillano, donde comenzaron a escribir su hijo Juan Manuel Bonet y Quico Rivas de adolescentes, a dirigir museos y colaborar con todo lo que supusiera conocimiento, rigor y entusiasmo. Hasta hace muy poco, podías verlo con su esposa Monique en las inauguraciones de las galerías de arte contemporáneo, como un fervoroso militante del apoyo a artistas y galeristas.

Sus saberes eran todavía más amplios que su biblioteca. Ha hecho una donación al Museo del Prado de 6.000 volúmenes, y sus estudios son incontables. No hay rincón de España que no conociera, desde su Galicia natal pasando por Andalucía, cuyo conocimiento del barroco hizo que todos disfrutáramos. Fue director del Museo de Bellas Artes de Sevilla, del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y patrono del Museo del Prado.

Como buen maestro, sabía descubrir dónde había talento y posibilidades. Ya fuera en pintura, escultura, arquitectura o cualquier campo cultural. Era admirable su capacidad para ser siempre más juvenil que los más jóvenes. Estaba ultimando estos días un texto sobre Guillermo Pérez Villalta, arquitecto y pintor de esa nueva figuración ligada a "Los esquizos de Madrid". También es conocida su etapa parisina como estudiante en la escuela del Louvre y de profesor en la Sorbona. Allí conoció a Monique y en París nació su hijo Juan Manuel, cuya oceánica inquietud cultural heredó, y donde dirigió el Instituto Cervantes de París. Allí contó también con la gran amistad del pintor Xavier Valls, padre de Manuel Valls.

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En 1957 recibió el Premio Nacional Menéndez Pelayo. En 1973 ocupa la cátedra de Historia del Arte de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid y al año siguiente es profesor extraordinario de la Universidad de Estrasburgo. De 1981 a 1983 fue vicerrector de la Universidad Complutense.

Entre los mensajes de condolencia por su muerte, la Real Academia de San Fernando ha definido a Bonet Correa como "el último de los grandes maestros de su generación". "Para muchas generaciones de historiadores del arte ha sido un mentor luminoso y entregado, el máximo referente en numerosos campos del conocimiento", ha señalado en su perfil de Twitter.

Siempre tuvo grandes amigos entre los arquitectos porque, lejos de quedarse en los saberes académicos del patrimonio centenario, le gustaba entrar en los debates que entraña toda intervención arquitectónica, y especialmente las que engendraban polémica. También animó a que las academias de Bellas Artes introdujeran nuevos perfiles de miembros como pintores o escultores de nuevas generaciones.

De su compromiso con la democracia, no sólo da cuenta su detención en el 75 por pertenecer a la Junta Democrática, sino el dar por dar lo mejor de sí en todos los lugares, desde la cátedra al café, lugar al que dedicó un fascinante libro. Mucho aprendimos con Antonio Bonet Correa, y nos queda mucho por aprender de una vida rica y generosa.

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