Creado en plena epidemia colérica de 1884, el cementerio de Almudena se denominó originariamente Necrópolis del Este. Este campo santo esconde al viajero joyas históricas, leyendas y fetichismo mortuorio. Pero la falta de ayudas y los actos vandálicos no ayudan a su conversión como un punto de interés turístico en la capital de España. Mientras la afición por el necroturismo recorre Europa, en nuestro país sigue siendo un tema tabú.
Por sus interminables patillas y su perfil picassiano, nadie diría que Leonardo González siempre deseó ser maestro. Y ahí es donde la polisemia y el destino le jugaron una mala pasada. Hace 24 años, vino a Madrid para probar suerte como torero y salir por la puerta grande de Las Ventas pero acabó como tallador del cementerio de La Almudena. Su nuca ennegrecida por el sol es testigo de las horas que ha pasado en el campo santo más famoso de la capital y el más grande de Europa. El lugar donde descansan grandes folclóricas como Lola Flores, políticos de la movida, como Tierno Galván o la primera mujer torera.
En esta necrópolis de figuras patrias, repartidas a lo largo de 120 hectáreas y más de doscientas mil tumbas, Leonardo González se afana en la tarea de dar brillo a las lápidas. Entre estoque y estoque sobre granito y mármol, presume de trabajo y de su conocimiento exhaustivo del cementerio, reivindicando el romanticismo artesanal que poseen sus losas. "Tardas un año en aprender el oficio y no te puedes equivocar", dice mientras se seca el sudor de la frente. Este hombre de 43 años sabe que existe una barrera psicológica difícil de superar para el reconocimiento de este arte. "Existen tallas muy bonitas, hay cosas de todo tipo, como las hay de los niños. Es una pena, pero esto es un arte real". Tan verdadero como la muerte. Tan cierto como el miedo que nos da hablar de ella.
Leonardo lamenta el abandono de los camposantos en España: "Están como si no se hubieran hecho las inversiones que se deberían". Agradece al Papa Francisco que en el 2016 la Iglesia prohibiera la dispersión de las cenizas de los fallecidos en el aire, razón por la que había mermado su negocio durante los últimos años.
Adentrarse en un cementerio es recibir una dosis de verdad, de la realidad natural a la que se enfrentan día a día sus trabajadores. No sólo Leonardo, la mayoría de limpiadores y jardineros del Cementerio de la Almudena asumen como segunda vocación la de guías turísticos. Manejan como cicerones el uso del lenguaje necrológico donde la muerte no se ordena en calles, sino en mesetas y cuarteles, casi en clave militar.
El Cementerio de la Almudena se resiste a la afición turística y todavía no se realizan rutas guiadas oficiales. Desde la Empresa Municipal de Servicios Funerarios de Madrid esperan que en 2018 comiencen a materializarse visitas guiadas autorizadas que contendrán diferentes temáticas para los visitantes. Acercar los cementerios a la gente es una de las claves que ayudan en la superación del dolor. Esto es algo que Begoña Amaro constata cada día en su labor como psicóloga experta en duelo de la Asociación Española Contra el Cáncer. Los familiares superan mejor la pérdida de un ser querido cuando se afronta sin tapujos el tema de la muerte. "El rechazo a visitar los cementerios en España se deriva de la tristeza en nuestros ritos de despedida. Cada vez alejamos más los funerales de nuestros hogares, omitiéndolos casi de la realidad, y esto convierte la muerte en un tema tabú".
El número de curiosos que busca visitar dónde permanecen personajes famosos como Lola Flores-cuya escultura fue profanada con pintura el pasado mes de agosto-, va en aumento según las consideraciones de muchos de sus trabajadores, pero no se registran datos oficiales. Que este lugar santo pueda ser reconocido en su conjunto Bien de Interés Cultural es clave para la mejora de sus condiciones de conservación, una lucha que Paloma M. García Zúñiga y Javier Jara llevan librando desde hace años.
Ambos han vinculado su vida a la muerte desde hace más de tres décadas. Se reconocen como amantes de las necrópolis y explican con fervor todo lo que tiene que ver con la Asociación Cementerios, de la que García Zúñiga es presidenta. Por su parte, J. Jara -autor del blog Cementerios de Madrid- remarca la palabra respeto cuando tratan el tema de la muerte y ninguno de los dos esconde que la estrecha relación de los habitantes de otros países con sus cementerios les causa cierta envidia. "La diferencia es que fuera de España la gente siente auténtica pasión por conservarlos, allí sí que existe el necroturismo, pero en España se está introduciendo muy poco a poco". Reconocen que el Cementerio Civil de Madrid es su debilidad y destacan su gran valor cultural y, por ende, turístico ya que se pueden encontrar las tumbas de personajes históricos como Dolores Ibarruri "La Pasionaria", Nicolás Salmerón o Pablo Iglesias Posse. Dentro de las fronteras de esta Ciudad de los Muertos existen lápidas anónimas -y sin embargo célebres entre los trabajadores del camposanto-, bien por sus características esculturales, bien por la leyenda que se les asocia. "La de La Tetas y la de Los Pekineses resultan muy curiosas y misteriosas", menciona García Zúñiga como si se refiriera a dos viejos conocidos.
En el Cementerio de la Almudena de Madrid yacen personalidades de distintas clases sociales, ideologías y religiones. Los camposantos representan un claro ejemplo de convivencia donde el verbo vivere está más ausente que nunca.
Juanita Cruz, la primera torera (1917-1981)
Su sepulcro recrea aquello por lo que fue más criticada, lucir en la plaza de toros un traje de luces con falda. En el epitafio se lamenta con un tajante "A pesar del daño que me hicieron los responsables de la mediocridad del toreo en los años cuarenta-cincuenta, ¡brindo por España!".
La del Circo, José María González Cachero "Junior " (1975-2002)
El que fuera director del Circo Mundial falleció en un accidente de tráfico a los 26 años de edad. Su mausoleo es el único del Cementerio de la Almudena con iluminación propia -alimentada por placas solares- y en su envergadura se imponen dos caballos saltando junto a una recreación de su figura.
Panteón familiar de Lola Flores (1923-1995)
Según los trabajadores que transitan por esta zona del camposanto, el panteón de los Flores es el lugar que más curiosidad despierta entre los visitantes. Las estatuas de Lola Flores y su hijo, el cantante y compositor Antonio Flores (1961-1995) todavía hoy son objeto de culto para aquellos seguidores que les obsequian en forma de collares, pañuelos o pulseras.
Allí descansa también otro insigne miembro del clan Flores: el marido, padre y artista `El Pescaílla´ (Antonio González Batista, 1925-1999), pero su sepultura carece de estatua.
Enrique Urquijo (1960-1999)
El creador del grupo español de pop rock Los Secretos falleció a los 39 años y su muerte supuso un duro golpe para la música española. El autor de Pero a tu lado fue hallado muerto en un portal de la calle del Espíritu Santo, en el madrileño barrio de Malasaña. Desde entonces y hasta hoy, sus seguidores siguen dejando obsequios sobre su lápida, sobre todo en los aniversarios de su muerte o nacimiento.
La del Torero, El Yiyo (1964-1985)
José Cubero Sánchez, apodado "El Yiyo", murió a los 21 años de edad en la plaza de Colmenar Viejo corneado por un asta de toro que le partió el corazón. La escultura de su sepulcro le representa vestido de luces y sujetando una paloma sobre su mano derecha. Debajo, unas letras mayúsculas de acero vociferan YIYO y demandan la atención del visitante.
Fernando Martín (1962-1989)
La figura de un niño sujetando un balón de baloncesto acompañaba su sepulcro hasta que fuera robada un año después de su entierro. Fernando Martín fue el primer jugador de baloncesto español que llegó a competir en la NBA y falleció a causa de un accidente automovilístico a los 27 años de edad.
Di Stefano: balón de oro (1926-2014)
Una de la tumbas más buscadas por los aficionados al fútbol en el cementerio de la Almudena es la del que fuera presidente de honor del Real Madrid y uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol. A pesar de ello, su sepultura llama la atención por su sobriedad, lo que la hace pasar totalmente desapercibida entre el resto.
Jesús Gil (1933-2004)
El panteón familiar en el que descansan los restos del presidente del Atlético de Madrid se encuentra en una de las principales avenidas del camposanto. Centenares de seguidores atléticos acudieron para despedirle el día de su entierro, el 15 de mayo de 2004.
En el Cementerio de la Almudena y en el Civil de Madrid descansan los restos de varios premios Nobel como Vicente Aleixandre -literatura- y Santiago Ramón y Cajal -medicina-, así como de políticos destacados como Francisco Pi y Margall -presidente de la primera república española-, Enrique Tierno Galván -alcalde de Madrid- al que le siguen llevando obsequios y flores, así como Alberto Aguilera y Velasco, también alcalde de Madrid pero en los albores del siglo XX.
El muro de las Trece Rosas
Es el nombre por el que se conocen a las catorce mujeres que fueron fusiladas por el régimen franquista en Madrid el 5 de agosto de 1939. Antonia Torre Yela fue añadida más tarde al grupo y fue ejecutada el 19 de febrero de 1940. Tenían entre 18 y 29 años de edad. El muro que fue testigo del fusilamiento se encuentra en su ubicación original, dentro del propio Cementerio y junto a la puerta de acceso de la Avenida Trece Rosas.
Monumento a las víctimas del Teatro Novedades
El incendio que asoló en 1928 el Teatro Novedades dejó 90 muertos y fue uno de los sucesos más graves en la historia de Madrid. Hoy en día el monumento que le rinde homenaje en el Cementerio de la Almudena muestra grandes signos de deterioro.
La tumba de los Pekineses
Se considera el estandarte de la fidelidad canina en la Almudena. La leyenda cuenta que cuando el fallecido fue trasladado al cementerio, sus dos mascotas desaparecieron del hogar de su dueño para reaparecer, dos días después, a los pies de su lápida. Fue entonces cuando la hermana del finado encargó realizar la que es una de las esculturas "anónimas" más famosas del Cementerio de la Almudena.
La Tetas representa la figura de una madre que llora la muerte de su hija. De escultor anónimo, es considerada otra de las mayores obras de arte escultóricas del cementerio.
Texto y fotografías: Kelu Robles