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Pedro Fernández Barbadillo

La monja que predicó en Texas sin salir de Soria

Sor María Jesús de Ágreda fue capaz de bilocarse, es decir, por gracia de Dios, estar en dos sitios al mismo tiempo.

Se conmemora el 350 aniversario de la defunción de Sor María Jesús de Ágreda (1602-1665), famosa monja de la Orden de la Inmaculada Concepción que se carteó con el rey Felipe IV, autora de un célebre libro de mística y misionera en las tierras al norte del virreinato de la Nueva España sin haber salido de su convento, en el pueblo soriano de Ágreda, que era la casa de sus padres y luego un nuevo edificio construido extramuros.

El sábado 21, en San Antonio (Texas), se celebrará una jornada de estudio dedicada a Madre Ágreda, a la que asistirá una delegación del pueblo castellano, que se trasladará desde las faldas del Moncayo al otro lado del Atlántico. Allí a la monja, que fue nombrada abadesa de su convento a los 25 años de edad, se la conoce con el sobrenombre de la Dama de Azul, puesto por los indios a los que predicó el Evangelio.

María Coronel y Arana, como fue bautizada, fue una personalidad fascinante en el siglo XVII, del que se dice que fue más religioso que el XVI y al que el historiador británico Geoffrey Parker acaba de apodar "el Siglo Maldito", porque lo sacudieron numerosas catástrofes (guerras, hambrunas, despoblamientos, enfermedades…) en todo el mundo debido a un empeoramiento del clima, que generó la llamada Pequeña Edad de Hielo.

Las cartas a Felipe IV

Los escritos místicos y los dones divinos de Sor María de Ágreda se difundieron enseguida por una España volcada en lo espiritual y lo prodigioso. Mucho más que en el siglo anterior, los acontecimientos naturales se interpretaban como augurios, signos y profecías, y surgían supuestos videntes en todas las capas sociales. La Inquisición defendió la racionalidad y se afanó en reprimir las supersticiones. Pero esa pasión no fue sólo española; se dio en toda Europa. Los puritanos ingleses estaban convencidos de la inminencia del fin del mundo, de ahí su renuencia a alcanzar acuerdos de convivencia con los católicos y los anglicanos; y el cardenal Richelieu, paladín de la Razón de Estado, pedía a la Madre Margarita del Santo Sacramente, del Carmelo de París, sus revelaciones sobre el porvenir y ella le anunciaba la derrota de los ingleses.

En enero de 1643, Felipe IV (1621-1665) se había hecho con la riendas del Gobierno, que había tenido desde el comienzo de su reinado su favorito, el conde-duque de Olivares. A éste le había costado el cargo el fracaso de su política de prestigio tanto exterior como interna, que concluyó con quiebras, con la sublevación de Portugal y Cataluña en 1640 y la penetración militar francesa en la Península. Como descripción del ambiente de la época, sus enemigos le denunciaron ante el Santo Oficio por practicar hechicerías con las que se apoderaba de la voluntad de los demás.

Por primera vez desde los años 50 del siglo XVI, un rey español se ponía al frente de un ejército y marchaba a combatir a los invasores, que acababan de capturar Lérida y amenazaban Zaragoza. El 10 de junio de 1643, Felipe IV se detuvo en Ágreda para conocer a la mística, y así establecieron una amistad y una relación epistolar que se prolongó hasta el 27 de marzo de 1665, fecha de la última. Sor María Jesús falleció el 24 de mayo de ese año y el monarca el 17 de septiembre. Se conservan casi 300 cartas, con la peculiaridad de que el rey le mandaba el mensaje con un espacio en blanco en el papel para que la monja le contestase.

Las cartas contienen por parte del rey incluso lamentos, como cuando falleció su hijo, el príncipe Baltasar Carlos, en octubre de 1646:

He ofrecido a Dios este golpe, que os confieso me tiene traspasado el corazón y en estado que no sé si es sueño o verdad lo que pasa por mí.

Sor María de Ágreda exhorta al monarca a rezar, a confiar a Dios, a moralizar las costumbres, a promover el buen gobierno del pueblo y a conseguir la paz con Francia para que los Austrias y Borbones, unidos, combatan al Turco.

El estudioso Joaquín Pérez Villanueva se opone al tópico de que la monja gobernó el imperio español desde Ágreda.

Es más fácil decir que decir que la monja gobernaba la Monarquía desde su celda que probarlo con textos que lo apoyen. Porque lo cierto es que, más que consejos políticos precisos, lo que sor María prodiga son estímulos morales, peticiones de confianza en la ayuda divina e invitaciones a la justicia divina, al equilibrio social y, por supuesto, a la reforma moral de la conducta regia.

Sobre la influencia que pudiera tener Sor María en el gobierno se puede aducir esta frase del rey en una carta fechada el 30 de enero de 1647:

Pero al final la decisión no la toma nadie más que yo, pues reconozco y comprendo que este deber es sólo mío.

Monja viajera

El libro más famoso de Madre Ágreda, Mística Ciudad de Dios, se publicó de manera póstuma. Defiende el dogma de la Inmaculada Concepción (definido en 1854), que era popularísimo en España, pero con citas de supuestas revelaciones divinas, lo que hizo que las Inquisiciones española y romana lo estudiaran. Cuando, en junio de 1681, un decreto del Santo Oficio de Roma, aprobado por Inocencio XI, prohibió su lectura, el rey Carlos II de España y su madre, la reina Mariana de Austria, se quejaron al papa hasta conseguir la revocación de la prohibición. Y cuando la Sorbona de París censuró el libro en 1696, tanto la Corona como las universidades españolas lo apoyaron.

Entre su publicación y mediados del siglo XX, Pérez Villanueva calcula que se imprimieron 168 ediciones, una cifra impresionante.

Indios catequizados por la ‘Dama Azul’

Pero lo más difícil de aceptar para la mente humana, sobre todo la mente posmoderna, es la afirmación de que Sor María Jesús de Ágreda fue capaz de bilocarse, es decir, por gracia de Dios, estar en dos sitios al mismo tiempo, en este caso, en su convento de Soria y en las llanuras de Nuevo México y Texas.

En 1622, una expedición de 26 franciscanos encabezada por fray Alonso de Benavides penetró en el territorio salvaje al norte del río Bravo que hoy es parte de Nuevo México y Texas con la misión de evangelizar a los nativos. Para su sorpresa, esos indios no sólo les recibieron con alegría y paz, sino que además mostraban conocimientos del catecismo católico, tan amplios que pudieron bautizarlos sin más instrucción.

A las preguntas de los franciscanos, los nativos respondieron que les había catequizado una mujer blanca y joven, vestida con un hábito azul. Benavides informó a sus superiores y años después, en 1630, viajó a España, y se trasladó a Ágreda para conocer a la Dama Azul.

Otro caso de bilocación fue el ocurrido en 1626 con un musulmán encarcelado en Pamplona, al que le conminó a que se convirtiese. Cuando éste llegó a Ágreda, incluso le sometieron a una rueda de reconocimiento de varias monjas hecha ante notario, y señaló a Sor María Jesús.

La Inquisición de Logroño le abrió un proceso en 1635 para comprobar la veracidad o mentira de sus declaraciones (que los ángeles la trasladaban volando), y lo archivó sin sancionarla unos años después.

La Iglesia declaró en 1927 a Santa Teresa de Liseux patrona de las misiones, pese a que nunca había salido de su convento de carmelitas descalzas, porque siempre rezaba por los misioneros. Sin embargo, una monja que va de misiones por medio de la bilocación… Uf.

Lo mismo que escribió un biógrafo del Padre Pío de Pietrelcina, protagonista de sucesos asombrsos, se podría aplicar a las bilocaciones de la Sor María de Ágreda.

¿Cómo entender la presencia de un personaje tan medieval en nuestro mundo contemporáneo? Quizá no debiera extrañarnos tanto que Dios actúe de forma especialmente dramática para llamar nuestra atención cuando ve que perdemos de vista las realidades espirituales.

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