Miles de personas se han reunido en Auschwitz-Birkenau para rendir homenaje a los cientos de miles -1,1 millones según los cálculos más conservadores- que fueron asesinados en el más terrible campo de exterminio nazi, así como a todos los millones de víctimas del Holocausto. Pero sobre todo, el homenaje ha sido para aquellos que lograron sobreponerse a la barbarie nazi y sobrevivieron.
Supervivientes que han sido los merecidos protagonistas de un acto multitudinario que ha tenido lugar este martes, coincidiendo con el 70 aniversario de la liberación del campo: cerca de trescientos de ellos –y siete décadas después éste es un número extraordinario- han estado aquí, dando testimonio y recordando al mundo que aún hay testigos directos de la barbarie absoluta.
Junto a ellos y sus familias, políticos, jefes de estado y diplomáticos representando hasta 50 países, algunos tan alejados como Argentina, Canadá, Estados Unidos o Nueva Zelanda; otros quizá inesperados como Azerbaiyán o Turquía, los únicos de mayoría musulmana presentes; todos los que sufrieron directamente la barbarie nazi: Francia, Bélgica, Holanda, Hungría, Eslovaquia, Eslovenia, Ucrania, Italia…; y, por supuesto, la propia Polonia y Alemania, representadas por sus presidentes Bronisław Komorowski y Joachim Gauck, respectivamente.
La representación ha sido, además, del más alto nivel: hasta 17 jefes de estado o primeros ministros han estado en la gran carpa montada en la Puerta de la Muerte de Birkenau, la terrorífica entrada por la que cientos de miles pasaron para no volver a salir jamás. Presidentes como los ya citados de Polonia y Alemania, el francés Hollande o el ucraniano Petró Poroshenko; reyes como Guillermo de Holanda –acompañado por su esposa la reina Máxima- y Felipe de Bélgica –acompañado a su vez por la reina Matilde-; y otros representantes de primer nivel como los príncipes herederos de Suecia –Victoria-, Noruega –Haakon- y Luxemburgo –Guillermo-. Desde España ha llegado Jesús Posada, presidente del Congreso y tercera máxima autoridad del Estado.
Además, otras personalidades del mundo de la cultura, como el director de cine Steven Spielberg –que ya participó este lunes en un acto previo con supervivientes- y líderes de organizaciones judías de todo el mundo como el World Jewish Congress.
Una acumulación de personalidades que ha provocado un impresionante dispositivo de seguridad que se extendía mucho más allá del propio espacio de Auschwitz-Birkenau: hasta una veintena de kilómetros antes los cruces y las rotondas tenían una importante presencia policial horas antes del inicio de la ceremonia, mientras que dentro del complejo la seguridad ha sido tan extrema que ha dificultado el trabajo de los periodistas.
Recuerdos… y advertencias
La ceremonia propiamente dicha ha comenzado a la hora prevista con la intervención del presidente polaco, que ha dado la bienvenida a todos los presentes y ha alertado contra el crecimiento de "la xenofobia y el antisemitismo".
Tras Bronisław Komorowski han tomado la palabra tres supervivientes de Auschwitz, que han narrado en primera persona algunos episodios del horror que vivieron en el mismo lugar en el que setenta años después han podido dar testimonio para que todo el mundo recuerde que ellos vieron y vivieron lo que algunos niegan.
La intervención más cargada de intención política ha sido, probablemente, la del presidente del Word Jewish Congress, Ronald S. Lauder, que ha recordado que el Holocausto contó con la complicidad de muchos países de nuestro continente y ha alertado de que "los judíos están en el blanco otra vez en Europa simplemente por ser judíos. Europa –ha continuado- se ha despertado súbitamente para descubrir que está rodeada de antisemitismo, y parece más 1933 que 2015".
La ceremonia ha contado también con algunos momentos musicales y con la emisión de Auschwitz, el documental creado para la ocasión por la Fundación Shoah que puso en marcha hace Steven Spielberg.
Velas en la nieve de Birkenau
Los actos han terminado con lo que ha sido, probablemente, el momento más emocionante del día: cuando un grupo de supervivientes y familiares, así como los representantes políticos, se han desplazado a pie desde la carpa hasta el Memorial del campo, hasta el final de la vía ferroviaria que llegaba a Birkenau.
La gran comitiva, de varios cientos de personas, ha recorrido los 500 metros que separaban ambos puntos bajo la nieve, con un frío verdaderamente aterrador, y cuando ya era noche cerrada en el campo. Para ello, además, han tenido que pasar junto a uno de los lugares más terroríficos de Birkenau: la infame Rampa en la que bajaban de los trenes los que llegaban al campo y donde eran seleccionados en unos segundos en los que se decidía sobre su vida y, en la mayor parte de las ocasiones, sobre su muerte.
Los supervivientes, sus familiares y los representantes políticos que les acompañaban han recogido velas encendidas y las han depositado en el monumento y en las lápidas que recuerdan a los fallecidos de cada país, en un estremecedor silencio sólo roto por la música de fondo que sonaba en todo el campo y los flashes de los fotógrafos.
En el aire, además de la nieve flotaba la consciencia de que difícilmente podrá una celebración en los próximos años reunir a tantos supervivientes, tantas narraciones en primera persona de lo que allí pasó. Afortunadamente, ahora que parece que ese testimonio vuelve a ser extremadamente necesario, todos han contado ya su historia y, aunque su presencia no será eterna, su ejemplo y su coraje sí permanecerán.