La Navidad y la Semana Santa son fechas en las que los telediarios y los periódicos indiferentes a la religión cristiana acogen noticias y tribunas sobre los acontecimientos fundamentales del cristianismo para denigrarlos, ridiculizarlos o reinterpretarlos.
El 23 de diciembre, Juan Arias publicó en El País un artículo en el que cualquier lector que lo leyera hasta el final se preguntaría en qué Dios creía el autor durante los años en que fue sacerdote y si Jesucristo se limitó a ser un ser humano como los demás. En él se contienen afirmaciones como
La Navidad tal y como la viven los cristianos, católicos, protestantes o evangélicos es hoy más bien una leyenda según los expertos en estudios bíblicos.
El judío Jesús que daría origen al futuro cristianismo nació sin cantos de ángeles, sin magos llegados del Oriente para adorarlo, sin pesebre y sin ser perseguido por Herodes.
¿Que si Jesús estaba casado? Pocos teólogos y expertos en cuestiones bíblicas tanto católicos como protestantes lo ponen hoy en duda. Era práctica inconcebible para un judío de su tiempo no tener familia y descendencia ya que el judaísmo se transmite de madre a hijo.
¿Con quién estaba casado? Sin duda con la Magdalena, que no era, como sostuvo durante siglos la Iglesia, una prostituta o endemoniada.
Por azar (o no) uno de los pocos libros de patrística que tengo son las Homilías sobre los Evangelios (Neblí), de San Gregorio Magno (540-604), papa desde el año 590 hasta su muerte. Una de ellas está dedicada a la conversión de la Magdalena, a partir de la narración del Evangelio de Lucas, y no aparece en ningún momento que San Gregorio calificase de prostituta a esta mujer.
Es otra de las mentiras que circulan sobre el catolicismo, similares a las de que la Iglesia debatió si las mujeres tenían alma, el miedo al fin del mundo que recorrió la Cristiandad en torno al año 1000 (inventado en el siglo XIX) y la creencia de que la Tierra era plana, desechada sólo a partir del siglo XVI (San Agustín, que vivió entre 354 y 430, ya escribe en la Ciudad de Dios que la Tierra es redonda).
Uno de los aforismos del pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila es "la Iglesia primitiva ha sido siempre la disculpa favorita del hereje", aunque esa Iglesia tenga que ser manipulada. Y para probarlo, ahí está la amplia escuela de académicos, clérigos, teólogos y publicistas que desdeñan las pruebas históricas para convertir los Evangelios en novelas pergeñadas siglos después de los hechos narrados y a Cristo en un buen tipo, muerto por los envidiosos y los invasores romanos.
La arqueología de los siglos XX y XXI ha demostrado que muchos de los lugares descritos en los Evangelios son verdaderos. Muchas de estas pruebas las recogió el escritor alemán Werner Keller (condenado a muerte por los nazis) y las publicó en su libro Y la Biblia tenía razón; otras se han añadido con el paso del tiempo.
En 1927, el arqueólogo y sacerdote francés L. H. Vincent descubrió el Litóstrotos o Gabbata, el patio empedrado de la Fortaleza Antonia, mencionado brevemente por San Juan en su Evangelio (19, 13), y donde Poncio Pilatos entregó a Jesús a los judíos. La Fortaleza fue destruida durante el sitio de Jerusalén en el año 70.
En 1961 el arqueólogo italiano Antonio Frova descubrió en la ciudad de Cesarea Marítima, la capital de la provincia de Judea de una lápida de piedra caliza, depositada en el Museo Israel, donde se menciona a Poncio Pilato, personaje del que también, como Jesucristo, se había negado su existencia.
En 1968, bajo el enlosado de una iglesia cristiana del siglo V en Cafarnaúm, junto al lago Tiberíades, se encontró una vivienda, similar a las del resto del poblado, pero cuyas paredes estaban cubiertas de inscripciones y pinturas en griego, arameo, latín y siríaco que invocan a San Pedro. Por ello, se considera que fue la antigua casa del apóstol Pedro.
En 1992, en las faldas de Jerusalén, con motivo de la construcción de una carretera, apareció en una cueva la tumba de Caifás, el sumo sacerdote que presidió el Sanedrín que condenó a Cristo a muerte (ilegalmente, por cierto).
Durante una excavación en la ciudad vieja de Jerusalén, en 2005, unos obreros descubrieron la Piscina de Siloé, a donde Cristo envió a lavarse al ciego de nacimiento al que había curado poniéndole barro en los ojos (Juan 9, 1-12) y que se menciona también en el libro de Isaías. Según los académicos modernistas, la piscina era un concepto filosófico o espiritual, no una realidad.
Lo mismo se decía de la piscina de Betzata o Bethesda (Juan 5, 1-9), donde Cristo curó a un paralítico. Según el relato del evangelista, tenía cinco pórticos y se hallaba junto a la puerta Probática. Como no se encontraba ninguna de ese tamaño donde San Juan la señalaba, algunos osados interpretaron que los arcos eran alusiones a las cinco tribus de Israel, a los dedos de la mano y a una conexión entre Oriente y Occidente; no se admitía que fuese una descripción de un edificio real. En 1888, el arquitecto y misionero protestante alemán la desenterró, y era enorme: más de 100 metros de largo
Otros hallazgos recientes que confirman la historicidad de los Evangelios son la existencia de Nazaret (una vivienda debajo de la basílica de la Anunciación) y de Belén (un sello).
Hay que destacar que los descubrimientos son sometidos a revisiones constantes. Por ejemplo, del llamado Evangelio de la Esposa de Jesús, revelado al mundo por la profesora de Harvard Karen King en 2012, ahora se afirma que puede ser un texto escrito por gnósticos (movimiento religioso que coloca el conocimiento por encima de la gracia y el perdón) muy posterior a los Evangelios canónicos con la finalidad de apoderarse de la figura de Cristo.
Como dice uno de los documentos del Concilio Vaticano II, la Constitución Dei Verbum, promulgada por Pablo VI en 1965,
La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al cielo.