Esta seccioncilla se nutre habitualmente de los escolios de los libertarios, hechos con humor y ganas de disfrutar de las amenidades de nuestra lengua. Ese tono desenfadado se aprecia todavía más en estas fechas caniculares. Tiempo habrá para ponernos dramáticos. Adivino que los comentarios de estos días se escriben a través del móvil, apoltronados los libertarios sobre una hamaca playera. Lo digo porque algunos correos me llegan con restos de arena y algas. Hasta una espina de sardina he descubierto, producto quizá de algún espetón. No es broma, dispongo de un ordenador en 3D.
Miguel de los Santos Uhide se lamenta del abuso que ahora se hace de algunas palabras afectuosas, como amor, cariño o amigo. Tiene razón; ahora se emplean a troche y moche. Hombre, siempre serán mejor recibidas que los insultos o asperezas. La costumbre nos llega de las películas y de nuestros hermanos de la América hispana. Nos viene bien dulcificar el castellano duro y cortante.
Juan Díaz López-Canti ha imaginado una instancia para que los casados de toda la vida (un hombre con una mujer) soliciten a V. E. la anulación de su estado civil. Se alega respetuosamente la posible confusión con los polígamos y los casados entre personas del mismo sexo. Veo que don Juan se queda corto. ¿Qué pasará con los matrimonios entre parientes de primer grado o entre personas y mascotas? Todo se andará.
José Antonio Martínez Pons comenta con gracia sus desventuras por lo que toca a los hipotéticos derechos de autor. Según me cuenta, no son tales sino obligaciones. El truco de los artículos de revista es: "No está prevista ninguna retribución, pero, si desea separatas, se las enviamos a tanto". El trabajo de opinar como experto ante las cámaras de la tele no se paga nada; con suerte, el taxi. El mallorquín confirma mi tesis del decaimiento de los derechos de autor. Volvemos a la Edad Media. Preparo un ensayo sobre esa tesis. No va a ser bien recibida, sospecho.
Ignacio de Despujol me corrige: el libro Sobre la esencia, de Zubiri, tiene 526 páginas. Confieso que no pude pasar de la página 14. Y eso que nos daba clase Gómez Arboleya, discípulo directo de Zubiri. Comenzaba sus clases con una cita de su maestro: "Como dice Javier…". Tardamos tiempo en averiguar que se refería a Xavier Zubiri. Me acuerdo también que tomé mal los apuntes y puse "naturaleza sintiente", en lugar de la expresión auténtica del maestro, naturaleza sentiente.
Fernando Sanchis anota el latrocinio legal que supone el estatuto de los funcionarios de la Unión Europea. Ellos mismos no cotizan a los respectivos Estados y se han puesto la jubilación a los 50 años, con pensiones vitalicias muy superiores a las que se cobran en todas partes. Es un buen indicio del despilfarro que supone la UE, que se suma en España al del Estado central, el autonómico y el municipal. No sé si en algunas pedanías también se derrocha el dinero público. Como dice la doctrina, no es de nadie.