Menú
Emilio Campmany

Qué se jugó en Omaha

El desembarco de Normandía quizá no fue tanto el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial como el principio del principio de la Guerra Fría.

El desembarco de Normandía quizá no fue tanto el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial como el principio del principio de la Guerra Fría.
Imagen de archivo de EEUU | Wikimedia comons / Jefe de fotógrafos Sargento Rbert F., US Coast Guard

Desde el mismo momento en que Estados Unidos entró en guerra, Stalin estuvo pidiendo un segundo frente en Europa que obligara a Hitler a restar tropas del frente ruso. Sin embargo, americanos y británicos remolonearon. Sí, querían, pero dando un gran rodeo. Desembarcaron en el Norte de África, luego en Sicilia, luego en la península italiana, y para darse finalmente cuenta de que los Alpes constituían una barrera natural difícilmente franqueable. Mientras, los rusos tuvieron que hacer frente a los nazis casi solos. Los ingleses y sobre todo los americanos mandaron montañas de equipo a la URSS, pero daba la impresión de que preferían que fueran los comunistas quienes pecharan con el gasto en vidas humanas que costaría derrotar al nazismo. El caso es que, durante el verano de 1942, no se abrió ningún segundo frente. Aunque, para ser justos, hubo un tímido intento de tomar el puerto de Dieppe en el Norte de Francia, pero fue un fracaso. En 1943, tuvo que nuevamente posponerse y tanta tardanza sí que irritó al georgiano de acero. Pero en 1944, el segundo frente fue finalmente abierto.

Fueron muchas las excusas que pusieron los aliados occidentales a sus circunstanciales amigos comunistas para explicar el retraso. La toma de un puerto era la solución ideal porque permitiría un rápido desembarco de tropas y material. Sin embargo, Dieppe demostró lo difícil que sería lograrlo si estaba bien defendido. Se pensó entonces en tomar algunas cabezas de playa y empezar a desembarcar tropas y equipo allí, pero eso exigiría muchas más fuerzas porque el desembarco de los refuerzos sería más lento y con sólo las primeras tropas desembarcadas habría que resistir el contraataque alemán que se suponía sería muy violento y a una posición muy expuesta.

Para poder contar con las tropas y material necesarios, era requisito previo ganar la batalla del Atlántico y limpiar las rutas de ese océano de submarinos alemanes. Eso no se logró hasta bien entrada la primavera de 1943, sin tiempo para montar el desembarco durante ese verano. De modo que todo tuvo que retrasarse al momento en el que se llevó a cabo, junio de 1944. Pero, para entonces, los rusos habían vencido en Kursk y estuvo claro para todos que tarde o temprano, los alemanes capitularían ante las banderas rojas. El desembarco de Normandía ya no podía tener otra finalidad que la de compartir el peaje en vidas que costaría todavía derrotar a Hitler.

Con todo, la operación que los aliados tuvieron que planear implicó enormes desafíos. Para que pudiera tener éxito fue necesario tener una absoluta superioridad aérea porque la mejor forma de proteger los flancos de las cinco playas donde el desembarco se produciría tenía que hacerse con fuerzas paracaidistas y trasportadas con planeadores. Por eso hubo que esperar a que mejorara la climatología y los aviones pudieran volar e identificar sus objetivos en tierra. Con todo, en esto, estuvieron mejor organizados los ingleses que los americanos. Había asimismo que desembarcar un gran número de hombres y equipo de forma masiva, en poco tiempo, de manera que los defensores resultaran abrumados e incapaces de repeler el asalto por su volumen. Y a pesar de la minuciosa preparación, en Omaha todo, hombres y máquinas, se desembarcó demasiado lejos de la playa, lo que facilitó la labor a los defensores e incrementó el número de bajas atacantes. Y había sobre todo que ver qué se hacía con las diez divisiones panzer de la zona, preparadas para acudir adonde el desembarco se produjera y repeler a la fuerza invasora en las primeras horas.

Ésta era la máxima preocupación en el cuartel general aliado. Sin embargo, aquellas divisiones permanecieron inmóviles el tiempo suficiente para que las cabezas de playa se consolidaran. Para explicarlo, se han dicho varias cosas. Una fue que el alto mando alemán prefirió, al no tener seguridad de dónde aparecería el enemigo, mantener la fuerza panzer en reserva para acudir allí donde desembarcara el grueso de las tropas inglesas y americanas. Sin embargo, esta explicación no tiene mucha lógica porque, para saber donde desembarcaría el grueso de esas tropas, había que dejar que desembarcaran. Y, una vez en tierra, sería mucho más difícil desalojarlas.

La otra explicación es Garbo. Es el nombre en clave de un español, Juan Pujol, que, tras una serie de peripecias que le llevaron de Barcelona a Madrid, de Madrid a Lisboa y de Lisboa a Londres, se convirtió en el agente doble más famoso de la Segunda Guerra Mundial. Su éxito fue tal, que fue condecorado por los dos bandos. Para los alemanes inventó toda una red de espías que no eran más que el fruto de su imaginación. A base de suministrarles información auténtica de escasa relevancia, se ganó su confianza y, llegado el momento crucial del desembarco, les convenció de que se llevaría a cabo en Calais y no en Normandía. La falsa información era creíble porque Calais era el lugar del continente más cercano a las islas y estaba más próximo a Alemania. De modo que, las temidas divisiones panzer se desplegaron dando por hecho que el desembarco sería donde Garbo dijo. No sólo, sino que, una vez que los aliados empezaron su operación en las cinco playas de Normandía, Garbo siguió insistiendo en que aquella operación no era más que una distracción y que el grueso de las fuerzas desembarcarían en Calais. Los alemanes lo creyeron y las panzer siguieron esperando que sucediera lo que Garbo anunció. Cuando se dieron cuenta de que el verdadero desembarco era en Normandía y no en Calais, ya fue demasiado tarde, pues americanos e ingleses habían consolidado su posición en las playas.

Fuera por un error táctico, fuera por los engaños de Garbo o fuera por las dos cosas, el caso es que el día D fue un éxito y a las pocas semanas, Francia fue liberada. Ahora, la pregunta que cabe hacerse es si fue realmente ése el objetivo. ¿No habría en la espectacular Operación Overlord alguna otra intención más allá de liberar a Francia y derrotar a Alemania? Obviamente estos objetivos eran genuinos, pero no cabe duda de que a los aliados también preocupaba qué harían los soviéticos con el territorio que fueran "liberando". No sólo, sino que se preguntaron si no sobrepasarían la línea donde habían pactado encontrarse en el centro de Europa. Lo probable era que, en el caso de que los rusos llegaran antes, Stalin ordenaría continuar hacia Occidente y entonces quién sabe dónde se pararía y lo que costaría detenerle.

En cualquier caso, podían estar seguros de que el georgiano se apoderaría de todo territorio que fuera liberado por el Ejército Rojo. Lo sabían porque, cuando Stalin pidió que se le diera una zona de ocupación en Italia, ingleses y americanos se negaron alegando que los rusos no habían participado en la liberación del país transalpino. De forma que podían dar por hecho que Stalin estaría a la recíproca y no compartiría con sus aliados la ocupación de los territorios que el Ejército Rojo liberara con sus solas fuerzas. Estaba pues claro que, si se deseaba que Stalin no se hiciera con toda la Europa Oriental, Central y quién sabe si Occidental, había que sin demora desembarcar en Francia y dirigirse hacia el Este a toda velocidad y salir al encuentro de los soviéticos.

Visto así, el desembarco de Normandía quizá no fuera tanto el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial como el principio del principio de la Guerra Fría. En cualquier caso, Francia debe a los hombres que murieron en las playas de Normandía la libertad que disfruta desde entonces, ya sea por haber sido liberada de los nazis, de los comunistas o, como es lo más probable, de los dos a la vez. Nunca lo agradecerán bastante.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Escultura