El Sol tiene 4.650 millones de años y las manchas solares y erupciones ocurren desde que el Sol es Sol. Presenta un ciclo de once años (promedio) a lo largo del cual su actividad magnética varía entre un mínimo y un máximo, cuando se registran una mayor cantidad de manchas solares que se aprecian como zonas más oscuras por su menor temperatura.
El primero en observarlas con telescopio fue Galileo Galilei y se sabe que su número va desde prácticamente ninguna hasta más de cien, decreciendo de nuevo, en esos once años; ahora el Sol está en su máximo de actividad magnética y están apareciendo grandes manchas solares, con un tamaño total de 30 veces el de la Tierra, lo que no ocurría desde 2003 y ha puesto en aviso a la comunidad astrofísica.
Las erupciones o fulguraciones no son lo mismo que las manchas solares, pero existe una relación. Las manchas son el almacén que proporciona las provisiones energéticas para las erupciones. Éstas son explosiones en la fotosfera del Sol que se manifiestan con un incremento del brillo, de la energía radiactiva y de la expulsión violenta de partículas cargadas eléctricamente.
Y es que cuando las partículas son altamente energéticas podrían vencer el escudo natural que posee la Tierra -campo magnético o magnetosfera-, lo que podría dañar las comunicaciones -móviles, GPS, estaciones de suministro eléctrico, etc-.
A más manchas solares más erupciones: el pasado 19 de octubre, sobre las 5:57 horas española, se registró una de estas fulguraciones, al igual que el día 22, sobre las 15:28 horas.
Así lo confirma a Efe Héctor Socas-Navarro, investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), quien ha precisado que por ahora lo que se ha observado son "flares" (fulguraciones), que de momento no han estado acompañadas de expulsión de material (CME, por sus siglas en inglés -coronal mass ejection o eyección de masa coronal-). "No sabemos por qué algunas fulguraciones van acompañadas de CME y otras veces no. Las asociadas con CME son más peligrosas para nosotros", declara este investigador, quien agrega: "No obstante hay que estar atentos".
Según Socas-Navarro, dos de las erupciones registradas estos días han sido catalogados de clase X. Las fulguraciones se dividen en diferentes categorías dependiendo de la energía liberada -con una escala logarítmica y no lineal-: A, B, C, M y X, y dentro de cada categoría se les asigna un número del 1 al 9. Así, una erupción X es 10 veces más potente que una M, que a su vez es 10 veces más potente que una C.
Cuando se sobrepasa la clasificación X se continúa la numeración más allá de 10. Por ejemplo, el llamado "evento Carrington" (la tormenta solar más potente jamás registrada -1859- y que debe su nombre al astrónomo inglés Richard Carrington) se cree que debió ser X40, unas 40 veces más potente que la del 19 de octubre y unas 34 veces más que la del día 22.
El astrofísico del IAC -uno de los centros que estudian estos fenómenos- ha señalado que a medida que el Sol va rotando, estas manchas se están acercando al centro del disco y las sucesivas erupciones que se podrían producir "estarían en la línea de visión de la Tierra y más cerca de que nos afectaran". Desde que vemos las explosiones en el Sol, "disponemos de dos o tres días, lo que tardan las partículas en viajar hasta la Tierra a la increíble velocidad de miles de kilómetros por segundo".
"Así que no podemos predecir si la situación es para preocuparse o no", constata Socas-Navarro, quien añade que en este tema hay que mantener un equilibrio delicado entre el alarmismo y advertir del peligro real para nuestra tecnología contra el que debemos estar preparados.
En julio de 2012 hubo una erupción que se cree fue muy parecida pero no iba dirigida hacia la Tierra, "así que esa vez escapamos", según Socas-Navarro, quien apunta que un estudio reciente estima que se da un "evento Carrington" cada cien años.