Hace unos 112 millones de años, después de toda una vida habiéndose librado de ser pisoteado por un dinosaurio, un escarabajo fue a morir atrapado en una simple gota de resina de un árbol. La muerte, previsiblemente agónica, ocurrió hace tanto tiempo que no existía nada parecido a un ser humano, ni a un caballo, ni a un perro. Lo que hoy es la Península Ibérica era una isla de clima tropical separada del resto del continente por un brazo de mar. Y, sin embargo, allí sigue el escarabajo, encerrado junto a un mosquito chupador de sangre de dinosaurio en el interior de una pepita de ámbar, de resina fosilizada, hallada en un yacimiento a caballo entre Burgos y Álava.
Los biólogos David Peris y Enrico Ruzzier han sido los encargados de asomarse por este agujerito en el tiempo al periodo Cretácico, cuando los dinosaurios dominaban la Tierra. Al contrario que otros colegas más cachondos, que han bautizado nuevas especies de escarabajos en honor al expresidente de EEUU George W. Bush o incluso al malo de La guerra de las galaxias Darth Vader, Peris y Ruzzier se han limitado a ponerle un nombre que describe su anatomía en latín: Mediumiuga sinespinis.
El nuevo escarabajo vivió en lo que hoy es el yacimiento de Peñacerrada, uno de la veintena de lugares del mundo en los que ha aparecido ámbar con bichos prehistóricos dentro. Sólo otros tres de estos sitios presentan una antigüedad de más de 95 millones de años. Peñacerrada es un lugar único. Allí apareció una de las moscas más antiguas jamás encontradas: un ejemplar atrapado en ámbar hace 112 millones de años cuya especie fue hallada de nuevo, como un fósil viviente, en Namibia en 2010.
Peñacerrada es un zoológico del Cretácico con animales en jaulas de ámbar. Hay más de 2.000 inclusiones biológicas ya aisladas, aunque quedan muchas piezas de ámbar sin estudiar. La excavación del yacimiento, a finales de la década de 1990, extrajo unos 40 kilogramos de ámbar. Hay insectos de todo tipo, plantas, hongos, moluscos, crustáceos, arañas y hasta plumas de aves.
El primero de España
El escarabajo, según Peris, "es el primero atrapado en ámbar que se describe científicamente en España", aunque hay otros 120 localizados. El propio Peris tiene en su laboratorio de la Universidad de Barcelona una lista de espera de escarabajos prehistóricos congelados en resina fosilizada.
El Mediumiuga sinespinis es ya otra de las más de 350.000 especies de escarabajos descritas por los científicos. Algunos expertos calculan que el 25% de todos los animales conocidos son escarabajos. La importancia del hallazgo es, pues, su antigüedad y su buen estado de conservación, esencial para estudiar la evolución de estos insectos. La nueva especie se presenta en el último número de la revista Cretaceous Research.
"En Peñacerrada no se ha encontrado ni una sola hormiga, mientras que en los yacimientos de ámbar en Francia, que tienen 10 millones de años menos, son abundantes. Una hipótesis, muy especulativa, es que en lo que hoy es España no hubiese hormigas hasta que se unió con lo que hoy es Francia", explica Peris como ejemplo de la importancia de estos zoológicos de ámbar para comprender el pasado.
Escarabajos que caen de las flores
El escarabajo inmortalizado hace 112 millones de años es "prácticamente idéntico" a otros miembros vivos de una familia conocida como los mordélidos, a excepción de unas características crestas de espinas en sus patas, según detalla Enrico Ruzzier, del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF) de Barcelona.
Esta familia está distribuida por todo el mundo y se conoce como "los escarabajos que caen de las flores", por los saltos que pegan con sus potentes patas traseras cuando se sienten amenazados. Son voladores y en su mayoría se alimentan del polen de las flores. "La edad del escarabajo fósil se corresponde con la expansión de las plantas con flores en el Cretácico, así que suponemos que la especie podría presentar la misma biología que las especies modernas", añade Ruzzier.
Peris y Ruzzier pertenecen al grupo de estudio del ámbar del Cretácico en España, una quincena de investigadores financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad que no da abasto para analizar todas las piezas. "Podríamos pasar el resto de nuestra vida estudiando ejemplares y no acabaríamos. Tenemos sacos enteros llenos de ámbar", sostiene Peris.