Ada Colau ya ha debutado en el Vanity Fair. Un trabajo a medida, un éxito de producción, iluminación, maquillaje, estilismo, peluquería y el tratamiento digital que acompaña esa clase de reportajes. Colau, esplendorosa, posa sonriente para la revista en los espacios más emblemáticos del Ayuntamiento condal como si fuera una diva del pop.
La imagen de la alcaldesa ha experimentado un cambio radical. Ha pasado del estilo sor Forcades a un look mucho más esclarecido, con alarde de pintalabios, rímel y reflejos en el cabello hasta el punto de que parece otra, muy alejada de su aspecto como Supervivienda, cuando reventaba los mítines de Iniciativa per Catalunya (IC), ahora disuelta en la Barcelona En Comú-En Comú Podem de ella misma.
Del activismo contra los desahucios al papel couché, el ascenso de Ada Colau ha sido meteórico y culmina, de momento, con su irrupción en la prensa de celebrities, moda, realeza y tendencias. Un jersey capa blanco, pantalones y botas negras son el conjunto que realza el rostro de Colau. Brazos abiertos y palmas arriba, muestra sus poderes en el Salón de Ciento del Consistorio, el espacio donde se celebran las sesiones solemnes, las entregas de premios y las bodas por lo municipal.
En la entrevista, Colau afirma que "nuestras prioridades son la emergencia social, la corrupción y dar una lectura a la cuestión territorial, en concreto a la articulación de Cataluña con el resto del Estado, que ahora mismo está bloqueada por la actitud del PP".
Pero no todo es política. Colau confiesa que le cuesta conciliar trabajo y familia: "Mi mayor fracaso actual es que no concilio como debería y querría".