Barbie podría ser perfectamente el icono, la aspiración, la líder de tendencia que marca la infancia de una niña. En mi caso no negaré que no fueron las Barbies y los clásicos Disney. Si bien en la etapa adulta, ese espejo en el que se mira una suele ser la cantante de pop del momento, y si en la post-adolescencia podría ser una actriz o una modelo, es esta muñeca, sin embargo, la que determina en cierta parte la personalidad y la estética de toda chica.
Dicho esto, aunque haya quienes no estén de acuerdo en esto –desgraciadamente, cada vez son menos las niñas que juegan con muñecas-, el hecho de que una niña padezca un cáncer por el que pierda el pelo es toda una desgracia. El que Mattel saque una Barbie calva que incluya un pañuelo y dos pelucas es un modo de concienciar a la joven de que se puede seguir siendo también bella por fuera.
Fue una madre quien hizo una petición en su momento a la compañía para que sacaran una Barbie sin pelo. Ahora son muchas las niñas que pueden comprar esta edición especial. Y es un modo de paliar, de manera bonita y muy natural, los complejos que reaparecen tras la quimioterapia, sobre todo a las más jóvenes que son más vulnerables.
Pero, mientras Mattel crea acciones con mucha ética, también saca al mercado a la "Barbie Lagerfeld", una colección limitada que se vendió en su totalidad en 5 horas. La muñeca partía de los 200 euros, y ahora en reventa roza los 2.000 euros.
Si bien la primera muñeca no me cabe la menor duda de que va destinada a niñas, estoy más que segura de que la segunda Barbie es comprada por ‘fashion victims’ adultas, idiotizadas y abducidas por el director creativo de Chanel. Aunque, a decir verdad, la muñeca es una preciosidad. Ni es vieja como Lagerfeld ni tampoco parece una payasa. El look tan estrambótico del diseñador le queda de maravilla a una de las muñecas más famosas.
Esto de las muñecas invita a reflexionar acerca de quiénes marcan la etapa infantil de una mujer. Antes decía eso de que cada vez son menos las niñas que juegan con muñecas. Y es verdad. Por un lado, los excesos de las tecnologías; y, por otro, la escasa femineidad impuesta en las familias con tintes socialistas.
En mi infancia, a partir de ciertas edades, si ibas con lazos y vestidos de color rosa podías ser objeto de burlas por parte de otras compañeras, a pesar de que tales mofas provinieran de niñas-bien que vivían en pequeñas mansiones de urbanizaciones de élite de Las Rozas. Debía de darse la clásica doble moral del socialista. Ser rico pero sentir culpabilidad por esta razón. En medio de este sentimiento de incomodidad, algunas veces renace la ‘solidaridad socialista’ que empuja a predicar los dogmas de esta ideología, contagiándosela a los más pequeños de la casa. Dicho lo cual, esas niñas probablemente son algunas de las que acamparon durante el primer ‘15M’. Es más: una de ellas, me llegó a escribir en público en mi muro de Facebook, al ver que critiqué en un estado de la red social el movimiento de los perroflautas.
Retomando lo de las muñecas, el hecho de que las más jóvenes dejen de jugar con muñecas implica que las primeras entierren la femineidad a la edad más temprana y no sepan desarrollarla después. De ahí los errores y horrores de las ‘femen’ y demás pamplinas que solo buscan llamar la atención.
Pese a lo dicho, lo que sí que me gustaría es que Mattel lanzara una Barbie con curvas y una "Barbie mamá" que apoyara la vida, y cuya recaudación —o parte de esta— se destinara a alguna asociación a favor de la vida. Así, desde muy pequeñas, van a ir por el buen camino.