Cuentan quienes visitan la Delegación del Gobierno de Madrid que quedan encantados con la hospitalidad de Cristina Cifuentes, que no duda en enseñarles con todo lujo de detalles el edificio, que albergó a principios del siglo XX la embajada de Japón y cuyas puertas, techos o papel de seda son impresionantes.
Sin embargo, lo más llamativo llega a la hora de la comida, cuando Cifuentes pone en evidencia que la austeridad no está reñida con la buena mesa. Según pudo saber CHIC, la Delegada impuso el ahorro en este tipo de eventos protocolarios y ya no contrata un catering -en la anterior etapa, con la socialista Amparo Valcarce, se llegaban a pagar 80 euros por cubierto- sino que alguien de su equipo o ella misma acude al Mercadona que tienen próximo y compran el menú.
Así, aseguran en la Delegación que entre los invitados triunfa el salmorejo y que cuando empieza a empeorar el tiempo lo cambian por un caldo, ya elaborado, que calientan en una pequeña cocina que tienen en el mismo edificio. El vino queda fuera de los gastos de la Delegación, y la propia Cifuentes lo trae de casa: "Tenemos de los dos", se le ha escuchado decir, al tiempo que se levanta y sirve a sus invitados -tampoco tiene servicio-.
Por cierto, que en su despacho llama la atención una colección de pequeñas lagartijas que comparte protagonismo con fotografías en las que aparece con el Rey, Rajoy o en una corrida de toros. La última, de un llamativo color rosa, se la trajo su amigo el popular Ángel Garrido ni más ni menos que de México.