Mucho negro y blanco en la alfombra roja de los Oscar, anticipando tendencias y desastres que acapararán los titulares del día siguiente. Amy Adams (de Oscar, pero de la Renta, azul) y Jessica Chastain (de Armani) impresionaron al personal optando por otra de las tendencias de la temporada, el nude, y apretando sus estilizados cuerpos en unos conjuntos que nos catapultaron directamente al Hollywood clásico. Jacki Weaver, más veterana pero igual de intensa, no acertó con la combinación. Entre las tres, y también el show de la trekkie Zoe Saldana, en la gala para presentar uno de los premios junto a su compañero de reparto Chris Pine, tuvimos suficiente para comentar en los primeros compases.
Nada en comparación con el revuelo causado por Anne Hathaway, de Los Miserables. El palabra de honor de Dior dejó entrever sus pezones y al instante la actriz, o sus pechos, ya tenían cuenta propia en Twitter. Fantine, que explicó que su madre dice "que el vestido es de negocios por delante y de fiesta por detrás", va a tener un problema mañana con este tema. También fue entrevistado Daniel Day Lewis, y pese a encabezar todas las apuestas aún parecía en tensión. Suponemos que pasó un año en una habitación con hombres nerviosos para poder interpretarlo.
Llegaron las declaraciones de altura de Paco Delgado, el único nominado español: "pues menudo show". Delgado, bromas aparte, destiló naturalidad para la prensa española en la alfombra del Dolby Theatre. El único nominado español gracias a su vestuario en Los Miserables desveló que a Russell Crowe le encanta tener copia de todo lo que se pone, de todo se llevaba copia. Y en pequeñito para sus hijos.
La pequeña Quvenzhane Wallis, la nominada más joven de la edición, sorprendió con su bolso nada a juego, aunque todo quedó eclipsado por la enorme cola del vestido Dior de Jennifer Lawrence, nominada por El lado bueno de las cosas y probable ganadora. Todo un cornetto de elegancia. Atención al carrerón de Lawrence: 22 años, el taquillazo Los juegos del hambre y dos nominaciones al Oscar, la primera por Winter’s Bone. Kerry Washington, de Django desencadenado, proporcionó uno de los instantes cumbres del previo gracias su palabra de honor rosa de Miu Miu. La actriz ha arrasado en las ceremonias previas y en esta ocasión no iba a ser diferente.
Una de nuestras perdiciones fue el escotazo en V de Samantha Barks, Éponine en Los Miserables. Channing Tatum y su cuello estaban amoratados, como comprimidos por el esmóquin de tanto usar camiseta de tirantes en las películas. Amanda Seyfried, por su parte, asombró con su pelo recogido y Zeta-Jones más madura que nunca gracias precisamente a sus curvas, ahora más marcadas que antes (todavía).
La pareja Michael Douglas y Catherine Zeta-Jonee encantó especialmente. Douglas, bastante más delgado que hace algunos años por razones de salud, parecía un llavero al lado de la galesa, que parece mejorar con los años, y que en esta ceremonia interpretará un número de homenaje al musical Chicago, que ella misma protagonizó hace diez años y de la que nadie se acuerda ya.
¿Qué decir de Joseph Gordon-Levitt? Que me parece un super-clase, aunque parafraseando una línea de Padre de Familia, del presentador Seth McFarlane, a ver quién paga una entrada para verle sólo a él. Justo lo contrario que Hugh Jackman, que pasó por la alfombra justo después con su destilado de sonrisas y testosterona. Sí, su mujer sigue siendo mucho más mayor. Daniel Radcliffe también se detuvo a conversar con Kristin Chenoweth, a la que aún así sacaba una cabeza. El británico acaparó hace poco la portada de una publicación gay.
Y de ese gratuito comentario salto a George Clooney, en principio por ninguna razón, malpensados. Nominado hoy a mejor película por Argo, es uno de los pocos que han sido preseleccionados como mejor director, actor, guionista, y ahora también en su faceta de productor.