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Audrey Hepburn no era la mujer dulce e ingenua de sus películas

Dos matrimonios, un par de hijos y amante de William Holden, Ben Gazzara, Albert Finney y unos cuantos más.

Dos matrimonios, un par de hijos y amante de William Holden, Ben Gazzara, Albert Finney y unos cuantos más.
Audrey Hepburn | Cordon Press

Audrey Hepburn, una de las más populares estrellas de cine entre los años 60 y 80 murió hace ahora exactamente un cuarto de siglo, el 20 de enero de 1993 en su residencia suiza "La Apacible", sita en el pueblecito montañoso de Tolochenaz. Un cáncer de colon acabó con la existencia de una mujer de rostro apacible y juvenil, que en la pantalla vino a simbolizar un tipo femenino de aire angelical. Princesa de cine, muchacha nacida en un suburbio londinense que acaba siendo toda una señorita, jovencita de familia modesta enamorada de su rico vecino… Y por lo corriente representando el sueño de la chica aparentemente ingenua que cautiva a galanes maduros con su seductora sonrisa. Pero en la vida real, no era así. No descubrimos con ello el Mediterráneo, pues a menudo hay mucha gente que confunde los personajes de la farándula con el modo de comportarse lejos de las cámaras. Sólo que en el caso de Audrey Hepburn la realidad y el contraste de cómo la imaginábamos sus admiradores parece bien diferente.

Empezando porque Edda Kathleen van Heemstra Hepburn-Ruston pertenecía a una adinerada familia de banqueros y aristócratas británicos, aunque ella naciera en un pueblecito cercano a Bruselas el 4 de mayo de 1929. Al morir contaba sólo sesenta y tres años. Mas con una biografía agitada tanto en el aspecto artístico como privado.

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Audrey Hepburn | Archivo

Fue no sólo actriz, sino anteriormente modelo y bailarina. Y entre sus películas, se recuerda sobre todo Vacaciones en Roma, donde personificaba a la princesa de un lejano e inventado país en el guión, que llega a Roma en visita oficial y acaba viviendo un inesperado episodio sentimental con el corresponsal de un diario norteamericano, que era Gregory Peck. Audrey se comportaba a la perfección en aquel papel, sujeta por sus obligaciones a vivir en una cárcel de oro de la que, por unas horas, la rescata un periodista, que en realidad sólo pretendía un "scoop", la exclusiva, y no enamorarla. En My Fair Lady también resultó ser una perfecta deslenguada de un barrio marginal de Londres a la que de manera fortuita un profesor interesado en dialectos y lenguas dedica su tiempo, esforzándose porque aprenda a hablar correctamente y se comporte en sociedad como una educada señorita. En Desayuno de diamantes la conquistaba George Peppard. A veces, Audrey se enamoraba fuera del rodaje de sus "partenaires", como le ocurrió con Albert Finney en Dos en la carretera; o de William Holden en Sabrina, atormentado actor que acabó suicidándose por su vida disoluta, con el que convivió apasionadamente una temporada. Ben Gazzara fue otro de sus amantes. La lista amorosa de esta delicada actriz se inició con un tipo llamado James Hanson, del que nada sabemos. Protagonista de Historia de una monja, compartió cama con el autor del guión, el escritor Robert Anderson.

No estamos muy seguros de las investigaciones de su biógrafo, el muy reputado por otra parte Donald Spoto, que le adjudica a la actriz dos romances con Antonio Ordóñez y Alfonso de Borbón Dampierre. Acerca del torero rondeño, padre de Carmen, suegro de "Paquirri", se conocen pocas aventuras falderas, porque le era fiel a Carmina Dominguín y en todo caso se le adjudicaban amistades de otro tipo. Más creíble pudo ser que el luego amargado marido de Carmen Martínez-Bordiú Franco mantuviera algún leve idilio con ella, como lo tuvo con otras actrices, por ejemplo, Marilú Tolo, a la que conocí y se enfadó conmigo cuando le saqué el tema de su "rollo" con el que soñaba ser Rey de España.

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Audrey, icono de belleza | Archivo

Públicamente, Audrey Hepburn parecía ser la fiel esposa de Mel Ferrer, actor hijo de padre catalán, tenido en el ambiente por un auténtico gafe, pero que aprovechando su notoriedad en Hollywood conquistó a la actriz inglesa, con quien contrajo matrimonio en 1954, divorciándose en 1968. Tuvieron un hijo, Sean, en 1980. Vivían muy bien en Los Ángeles, aunque tenían fama de tacaños, como me contó José Luis de Vilallonga, invitado del matrimonio, a raíz de que interviniera en la película Desayuno de diamantes, donde salía a relucir la tienda "Tiffany´´s", una de las más lujosas joyas de la Quinta Avenida neoyorquina. Audrey Hepburn, por cierto, nunca hizo ostentación de las muchas que poseía. En todo caso lucía más los modelos que en exclusiva le confeccionaba el modista francés Givenchy, al que nombraba, supongo que como contraprestación a los favores que recibía.

La carrera de Audrey Hepburn en el cine fue muy brillante, pues aparte de los títulos mencionados no podemos olvidar otros como Charada, Sola en la oscuridad (donde hizo patente su talante dramático, aunque habitualmente trabajara más en el género de la comedia) y su participación en grandes producciones: Mayerling, Guerra y paz… Su última cinta está fechada en 1989, Para siempre, cuando ya estaba un tanto desencantada del Séptimo Arte.

Divorciada de Mel Merrer celebró un segundo matrimonio con el doctor italiano Andrea Dotti, especializado en cirugía facial, quien se benefició de esta boda dada la popularidad de su cónyuge. Tuvieron un hijo, Luca, nacido en 1970. Audrey no dudó en sacrificar su carrera para instalarse en Roma, al lado de su marido. Quien le correspondió acostándose con muchas de sus pacientes, en tanto se vanagloriaba de su imagen de Casanova en las revistas del corazón. Hasta que, cansada de aguantar una continua racha de cuernos, puso fin a aquella situación, marchándose a vivir a Suiza. Su unión con aquel caradura y guapo galeno duró desde 1969 a 1982. Después, Audrey Hepburn dedicó buena parte de su tiempo a ser embajadora de Unicef, a favor de los niños necesitados. Recuerdo imágenes de la actriz visitando países africanos llenos de miseria, abrazando a niños famélicos. Ella misma, que de por sí era delgada, acabó pagando esos desvelos y sacrificios cuando, desmejorada, aparecía en las revistas con una imagen bien distinta a la de su época de esplendor en la pantalla. Años en los que visitó a menudo España, donde tenía una gran amiga, la recientemente fallecida Aline Griffith, condesa de Romanones. Además, Mel Ferrer, por entonces su marido, se empeñó en adquirir una villa en Marbella, donde pasaban sus vacaciones. Allí tenían por casi vecinos a Deborah Kerr y Peter Viertel, su esposo. En Madrid eran habituales a fiestas donde se encontraban sus buenos amigos también Yul Brynner y esposa, y acudían al "tablao" y la casa de Lola Flores.

Veinticinco años después de su muerte ha aparecido el testamento de Audrey Hepburn y sus dos hijos mantienen una batalla legal con la Fundación que lleva el nombre de su madre. Ellos son sus legítimos herederos y reclaman a varios funcionarios de esa entidad un dinero que al parecer se han apropiado desde que la actriz falleciera.

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