Como un gato escaldado el cantante Sergio Dalma hace recuento de su vida sentimental, cuando falta poco para que echemos el telón a este convulso año 2017, y dice sentirse muy contento viviendo solo en su casa madrileña, en los alrededores del Parque del Retiro. Nada de ninguna mujer, por el momento, que lo ate con o sin promesas de matrimonio. Ligues ocasionales… ¡los que vengan! Pero compromisos en serio, ninguno.
Y esto lo dice uno de nuestros cantantes más románticos, que acaba de sacar al mercado esta semana un nuevo disco que pone fin a una trilogía de repertorio italiano: "Sergio Dalma III". Tras una minuciosa selección, entre una cincuentena de temas, eligió los precisos, que le recordaban sus primeros años juveniles; creaciones de Doménico Modugno, Nicola di Bari, Lucio Dalla, Pino Donaggio, Gianni Bella… Un estilo con el que se ha sentido siempre muy identificado. Lo ayuda una voz grave, algo ronca, con la que envuelve a ritmo de baladas historias sentimentales, algunas melancólicas, expresando amores apasionados o tristes desamores: "Volare", "Yo que no vivo sin ti", "Será porque te amo", "Sólo tú"… Bien sabe Sergio Dalma lo difícil que resulta encontrar una buena canción. Él, después de unos años de vocalista de orquesta, y de anónimo intérprete de "jingles" comerciales para la radio y la televisión, logró un primer salto a la popularidad con "Bailar pegados" y "Esa chica es para mí". Luego, cuando se acerca a las tres décadas de carrera musical, es consciente de lo complicado que es mantenerse en candelero. El público olvida fácilmente, quiere nuevos ídolos. De ahí que haya apostado a caballo ganador con versiones de éxitos italianos ante la escasez de títulos propios.
Y, cuanto expresa en esas románticas baladas, ¿obedece a qué estado de ánimo? Porque en su vida privada este todavía joven seductor de cincuenta y tres años se ha desencantado varias veces del amor. Y eso que, con las tres mujeres que más influencia han tenido en su corazón, convivió al menos tres años, y otras veces el doble: lo suficiente para desengañarse. ¿Culpa suya o de ellas? Es la vieja cantinela, la de quien cuenta a su manera "cómo le fue en la feria".
Tenía suficiente experiencia en el bello sexo cuando Sergio Dalma quedó deslumbrado al enamorarse de una escultural modelo rubia, llamada Maribel Sanz. Y no paró hasta llevarla, no al altar primeramente, sino al despacho de un alcalde donde quedaron convertidos en marido y mujer un día en enero de 1994. No quisieron dar parte al pregonero, celebrando la ceremonia en secreto, con los testigos imprescindibles. En agosto de 1995 tuvieron un bebé, Sergi. Dos años después revalidaron aquella unión con una boda religiosa. Todo iba bien, hasta que los celos, las diferencias profesionales de uno y otro y tal vez que el cantante pudo serle infiel a Maribel, dieron al traste con la felicidad de aquel hogar y llegado el mes de julio de 1998 firmaron las actas del divorcio. Cada uno por su lado, ella encontró pronto nueva pareja y él, gozando de una merecida popularidad, se aprovechó de cuantas admiradoras le fueron declarando lo guapo que era y lo bien que cantaba.
Tenía Sergio Dalma por representante a la atractiva Carmen Recio. Y, como el roce hace el cariño, según dicen, del trabajo pasaron a otros asuntos. Total, que vivieron juntos en amor y compañía unos años hasta que en 2009 el galán la dejó por otra: una bonita abogada madrileña, de nombre María Aguiñica, que fue su dulce compañera y asesora hasta 2015. Atravesó poco tiempo antes una mala época, enfrentado a Maribel Sanz y el hijo de ambos. Resulta que éstos se habían presentado a un concurso de televisión, Mira quien salta, que acabaron por cierto ganándolo. Pero a Sergio Dalma le sentó muy mal que Sergi hubiera dejado sus estudios para enfrascarse en un mundo para él muy conocido, el del espectáculo: para su descendiente pretendía un futuro más estable. Se enfadaron, cruzándose mutuas acusaciones. La madre del chico le reclamaba el importe de la pensión mensual a la que por resolución judicial se había comprometido el cantante cuando se divorció. Y éste alegaba que no estaba obligado desde que Sergi se embolsara su dinerito tras intervenir en aquel espacio televisivo. Pasado un tiempo y resuelta aquella demanda interpuesta por el hijo, Sergio Dalma comprendió que era mejor ceder para evitar que el hijo se distanciara definitivamente de él. Hicieron las paces hace un año y han convivido en Madrid alguna temporada. Sergi se gana la vida en una cadena barcelonesa de comida rápida, Deliveroo, que reparte con su moto como empleado autónomo.
Han captado a Sergio Dalma con una morena, abrazándose en plena calle como unos Romeo y Julieta de nuestros días. Y puede que en otra próxima ocasión sea rubia la que estreche entre sus brazos. Pero él insiste que ni se casará más veces ni llevará a su vivienda a ninguna mujer como no sea para un encuentro ocasional y sin compromiso. Y para redondear su marca donjuanesca le ha dicho a una colega nuestra esta erótica y necrofílica confesión: "Me gustaría morirme disfrutando de mi último orgasmo".