La noticia aparecida este pasado jueves en la que un abogado asegura tener pruebas suficientes, obtenidas en Miami (sin precisar cómo y de quién) para determinar que Julio Iglesias es padre de un hijo secreto nos remite nada menos que al año 1992, cuando una portuguesa llamada María Edite Santos Raposo convocó, debidamente asesorada, a un grupo de periodistas en Valencia, donde vivía, para asegurar ser la madre de ese supuesto varón, entonces de dieciséis años. El muchacho había sido inscrito en el Registro Civil como Javier Sánchez Santos. La paternidad en ese documento, tomando el primer apellido se relacionaba con el cocinero Rafael Sánchez, entonces marido de María Edite, quien había aceptado adoptarlo.
A partir de aquella declaración de María Edite, llevada por su obsesión de lograr que Julio Iglesias reconociera ser el padre biológico de Javier, no cejó en recurrir a toda clase de recursos. Además de la demanda que impuso en un juzgado valenciano para que el cantante se sometiera al ADN, a lo cual él se negó rotundamente, María Edite se paseó por cuantos estudios de televisión se interesaron por el caso, amén de sus múltiples apariciones en diarios y sobre todo revistas del corazón, que hicieron del asunto un culebrón inacabable. En un primer juicio, la madre de Javier obtuvo un fallo favorable, pero su demanda sería desestimada después en otra vista de apelación.
Por entonces, coincidí en un restaurante de la costa gallega con Julio Iglesias, quien quitándole toda la importancia al asunto me vino a decir que si de todas las mujeres con las que había mantenido relaciones amorosas hubiera otras supuestas madres de algunos hijos suyos la historia sería interminable y él aparecería como padre de una larguísima familia numerosa. Añadiéndome que en muchos, por no decir todos de esos posibles casos, él no sería padre. En una palabra: dada su notoriedad y su patrimonio querrían aprovecharse de él. Lo que no era en absoluto nada nuevo porque a lo largo de la Historia a personajes relevantes de la vida social, artística, política o de los negocios les imputaban a menudo paternidades, a veces inexistentes o simplemente falsas, guiadas por la pura ambición. Claro está que cuando la ciencia aportó las pruebas del ADN se pudo saber con un noventa y nueve por ciento de certeza quién decía la verdad. Desde luego que con procedimientos judiciales que pudieran atestiguarlo asimismo. El doctor Iglesias, padre del cantante, que en aquella cena gallega estaba acompañado del abogado de la familia, me corroboró lo dicho por su popular hijo: que no había caso, que la tal María Edite era una más que sólo quería aprovecharse. Y el asunto fue diluyéndose poco a poco, dejando ya de interesar a los medios de comunicación. Alfredo Fraile, mánager del divo, hombre serio y responsable, aportaría asimismo su criterio: Julio Iglesias se había acostado con cientos de mujeres (no las tres mil de las que éste se envanecía) y que si alguna de ellas hubiera demandando al cantante de quedar embarazada estarían siempre de juzgado en juzgado y él sometiéndose sin descanso a pruebas y pruebas sanguíneas. Y comentaba más de una vez que las admiradoras del intérprete madrileño se contaban por miles en todas partes, y que las más osadas hasta se metían en su habitación, escondiéndose en un armario o debajo de la cama, soñando con vivir con él una noche de amor.
María Edite Santos continuó su campaña y en 2007 publicó el libro Un hijo con Julio Iglesias, aparecido en el mes de noviembre con el sello de Arcopress Ediciones. Es más que probable que seguía aconsejada de algún abogado interesado en el caso, con muy lógicos deseos de notoriedad y acaso también de interés económico. Pero el libro pasó casi inadvertido, salvo para algunos informadores rosas, pues al público en general le traía al pairo las cuitas de la portuguesa. ¿Qué decía en ese libro? Pues contaba con pelos y detalles –nunca mejor dicho- cómo vivió diez noches de fuego y pasión con el cantante en el chalé que éste había alquilado en Sant Feliú de Guíxols,donde se alojó los días en que estaba contratado en aquellos bellos parajes de la Costa Brava. Precisaba ella algo sorprendente: que Javier, su hijo, fue concebido en la noche del 19 de julio de 1975 y que el bebé vino al mundo en abril del año siguiente. ¿Llevaba un dietario para recordarlo con tamaña precisión? Figuraba una leyenda en el libro acerca de la personalidad de la autora: "una vida de dolor y tragedia". Algo exagerado ¿no creen? ¿Y cómo fue esa existencia tenida por atormentada?
María Edite Santos Raposo había nacido en Portugal en el seno de una humilde familia. Participó en un concurso de misses, lo que posibilitó que la contrataran en un ballet, con el que llegó a España. Y fue en Sant Felíu de Guíxols donde al reclamo de una actuación de Julio Iglesias fue a felicitarlo a su camarín, fotografiándose con él, entonces muy delgado, con uno de sus habituales polos de color claro, instantánea que utilizó la portuguesa para la portada de su insustancial libro. El doctor Iglesias puso en antecedentes de su amado hijo que la tal María Edite podía crearle problemas, de seguir encamándose con ella, pero él no le hizo caso. Lejos del hogar donde lo esperaba una paciente Isabel Preysler, al creador de "La vida sigue igual" le llenaban aquellas pasajeras aventuras.
María Edite Santos se había establecido en Valencia con su marido, el cocinero, que trabajaba en un restaurante de la playa de Malvarrosa. Javier no era un chico precisamente estudioso y cuentan que iba con malas compañías que le daban "a los canutos" y a sustancias más peligrosas. Alguien sugirió al muchacho, que por cierto físicamente se parecía bastante a Julio Iglesias, hay que reconocerlo, que podría dedicarse a cantar y así le sería más fácil acercarse a su supuesto padre biológico. Y eso hizo Javier Sánchez Santos, aunque por las grabaciones que realizó en Miami, donde estuvo largo tiempo, quedó claro que Dios no lo había llamado por el camino de la música. Los títulos de esas grabaciones realizadas entre 1995 y 1999 eran: "Soy como tú", "Dame otra oportunidad" y "Lucha y verás". Como quiera que su paso por la canción fue efímero y nada rentable dejó esa actividad.
Actualmente no se sabe a qué se dedica y de qué vive. Su madre, María Edite, tuvo otro hijo, se divorció del cocinero, trabajó en una óptica. Pero inasequible al desaliento volvió a las viejas andadas, recurrió a otro bufete de abogados para llegar a la actual situación. Dice el portavoz de ese despacho que tiene muy claros indicios de que ahora las pruebas obtenidas en Miami van a ser determinantes para encausar a Julio Iglesias. Consciente de que el caso irá para largo, desde luego. ¿Dónde se localizará el procedimiento? ¿En un juzgado de los Estados Unidos o de España? Peliagudo todo ello. Consultados algunos expertos jurídicos no parece que ello vaya a inquietar a Julio Iglesias, aunque sus abogados tal vez tengan que asistir a las demandas que se sucedan. El objetivo de la parte demandante, esto es de la susodicha María Edite Santos Raposo, es fácil de imaginar y no incurrimos en nada punible. Es sujeto a derecho y comprensible que un hijo quiera saber quién es su padre. Pero en este caso también resulta tentador que ese supuesto progenitor sea un hombre famoso en todo el mundo. Y que de ser declarado descendiente suyo, heredaría una cuantiosa fortuna, un montón de millones de euros. Julio Iglesias es padre de tres hijos habidos en su unión matrimonial con Isabel Preysler, más cinco con su segunda esposa, Miranda Rijnsburger. ¿Javier podrá algún día ser el noveno? Lo ponemos en duda, con todo el respeto que nos merecen los implicados en este caso.