Una inoportuna faringitis ha dado al traste con su concierto en Madrid anunciado en el antiguo Palacio de los Deportes (cambia últimamente de nombre) para este próximo jueves 6 de julio. Probablemente también tenga que suspender al día siguiente el que tenía previsto en el Palau Sant Jordi de Barcelona y tal vez algunos más. Imaginamos que tenía vendido de antemano el taquillaje; no es cuestión de pensar mal. Porque Raphael sigue siendo acreedor a esa leyenda que le endosaron: "El cantante incombustible". Lleva cincuenta y cinco años en los escenarios, desde que ganara varios premios en el Festival de Benidorm en 1962; si no contamos algunos más, porque a finales de los 50 ya hacía gorgoritos en los concursos de radio, y hasta actuaba en un club madrileño de la calle de Villalar, La Galera, donde le pagaban cuarenta duros por día. Se anunciaba entonces con el sobrenombre novelesco de Marcel Vivancos. Pero compaginaba ello con su primer oficio: aprendiz de sastre.
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— RAPHAEL (@RAPHAELartista) July 3, 2017
No conozco un caso igual en el mundo del espectáculo español. Salvo el de Julio Iglesias. A cual más obsesionado por cantar, si se lo propusiesen, todos los días del año. Ya lo proclama el de Linares en su actual gira por toda España con el título Loco por cantar. Julito, desde luego, lleva menos tiempo en candelero: empezó en 1968, por puro accidente, nunca mejor dicho. A raíz de su percance automovilístico, inmovilizado en casa, se sirvió de la guitarra que le regaló el enfermero que lo cuidaba, Magdaleno, y como una broma empezó a componer algunos estribillos. El primero que le salió fue el de La vida sigue igual. Y por pura chiripa (con la ayuda desde luego del ministro José Solís, a cuya esposa atendía como ginecólogo el padre del futuro intérprete), ganó el certamen. Ajusten la cuenta: lleva en el oficio pongamos diez años menos que su rival, atendiendo ya digo a los primeros pasos artísticos de Raphael. Pero bien que ha sabido auparse en el universo musical, "sin tener idea de cantar cuando empezaba", como él mismo, en un rapto de sinceridad, me confesó más de una vez. Le ha ganado en internacionalidad al creador de Yo soy aquel, a pesar de que éste posea un Disco de Uranio, que por lo visto es "lo más" en la industria discográfica.
No obstante lo que nadie puede arrebatarle a Raphael es su chorro de voz, su inagotable surtido de gestos, visajes, muecas, aspavientos en escena. Más sobrio, repitiendo como un "tic" también eso de llevarse la mano derecha al ombligo como si tuviera sarpullidos y hubiera de rascarse, con su escasa voz, viene encandilando a una parroquia de cientos de países con sus baladas tiernas, como suspirando cuando entorna los ojos, se tambalea un poco porque aunque lleva un calzado especial cojea algo, -consecuencias de su accidente-, y en definitiva conquistando no sólo a damas maduras o a señoritas en estado de merecer. Hay caballeros a los que también gusta. Algo tendrá el agua cuando la bendicen… Y si entusiasma a millones de admiradores, por algo será. Raphael provoca histerismo asimismo entre sus fans y se tira cerca de tres horas sin apenas descanso en cada show. Julio sólo actúa la mitad de ese tiempo
Los dos están distanciados desde hace muchos años. Disimulan si alguna vez se encuentran. Fue en Caracas, al concluir su gala en el teatro Teresa Carreño, cuando le pregunté a Raphael qué opinaba sobre su colega: "Canta en inglés como hacía Nat King Cole en español". Insistí: pero, ¿qué más puedes decirme, porque parece que te ha quitado el puesto de primer cantante internacional? A lo que sin mover un músculo de su cara, me respondió: "¿Sabes lo que te digo? Que Julio fue mi maletero en Benidorm". Pero, ¡qué dices, Raphael! Y éste, ya concluyendo la cuestión: "¡Que sí! Que coincidimos en el aeropuerto de Alicante y allí, al verme, llevó mis maletas un rato hasta que tomé un coche para Benidorm…". Nos reímos, claro.
Unos años después, a finales de esa misma década de los 80, se celebró en Miami una gran gala en homenaje a Lola Flores, por sus cuitas con Hacienda. Aparentemente lo organizaba Julio Iglesias. Falso. Fue el director general de la CBS para Hispanoamérica, Tomás Muñoz, quien se hizo cargo del evento. Estuve sentado a su lado durante el concierto. Y se llevaba las manos a la cabeza cuando Raphaelse pasaba de tiempo en el escenario y no paraba de hacer guiños y saludos al público. La víspera en casa de Julio hubo una reunión entre todos los cantantes asistentes al acontecimiento. Raphael se fundió en un interminable abrazo con el anfitrión. Yo estaba a un metro de ambos. Y el "Niño", me comentó: "¿Ves como somos grandes amigos y nos llevamos muy bien, sin celos de por medio? Y retruqué: "Sí, desde que Julio fue tu maletero en Benidorm".