En el teatro universal se refieren los amoríos del sevillano don Juan Tenorio, según la obra de José Zorrilla, lo que llevó a llamar "donjuanes" a todos los conquistadores de mujeres. Si aquel se ufanaba del número de ellas, tal vez no le iría a la zaga el bailarín y coreógrafo Joaquín Cortés, si nos dejara su agenda y sus diarios. Haremos un esfuerzo en recopilar, al menos, su muy internacional lista de amantes.
Este gitano cordobés de cuarenta y ocho años, recriado en Madrid, comenzó sus relaciones con conocidas féminas, entre ellas la canaria Goya Toledo. La infortunada modelo, paisana suya, María Pineda fue su gran amor durante un par de años. Dejó una huella en el corazón del bailarín, pese a ser él quien cortara el romance. Y cuando María murió en 2015, él lloró su desaparición desconsoladamente. Fugaz pero intenso fue su idilio con la estupenda actriz Amparo Larrañaga, de quien hace bastante tiempo nada sabemos. Y en esa relación de nombres femeninos de repercusión mundial figura Naomí Campbell, a la que conoció en el Fashion Café de Barcelona. La pantera negra de la moda se apasionó tanto por nuestro compatriota que tras una temporada de convivencia, el andaluz se hartó. La insaciable norteamericana lo agotaba. Y él cortó por lo sano, allá por 1997, produciendo en Naomí tal desgarro emocional que tuvo que ser ingresada de urgencia en un hospital ante su delirio, a punto de cometer alguna barbaridad. Ese capítulo qué duda cabe llenó de prestigio la biografía sentimental del seductor cordobés, quien en sus giras artísticas fue recogiendo, amén de aplausos y críticas magníficas, una admiración sin límites de sus admiradoras, algunas de las cuáles pasaron a engrosar ese álbum interminable de amantes.
Una morena, Alicia; la modelo italiana Adriana Marchetti; otra más, Sofía Bruscoli; Beatriz Tojas, la vocalista de Greta y Los Garbo, en el verano de 1998; la actriz María Graccia Cuccinotta, con quien rodó Vainilla y Chocolate… En esa década de los 90 su actividad amatoria fue incesante. Sus veraneos mallorquines darían también para seguir ampliando su colección. Un tipo que siempre se ha cuidado para estar en forma en los escenarios y, por lo visto, con capacidad para sus interminables noches de pasión. La modelo Marisa Jara entró en su vida como un milagro, tras su ruptura con el cantante triunfito Manu Tenorio. Se hizo muchas ilusiones. Para luego quedarse compuesta… y sin Joaquín, culo de mal asiento como se desprende de este perfil que les estamos brindando sobre su ardiente personalidad con el bello sexo y sus constantes vaivenes. Como si estuviera siempre jugando a aquellos "cambios de pareja" en el baile de antaño.
Ya con el nuevo siglo tuvo un serio contratiempo. Cuando se supo que había mantenido relaciones con su secretaria, llamada Katie Asumm, natural de Guínea. Eficaz en el trabajo, sumisa también con su jefe del que llegó a estar prendada, se quedó embarazada. Pero Joaquín Cortés negaría ser el padre de la criatura, que nació en abril de 2008, negándose a ninguna prueba del ADN. La madre no tuvo más remedio que, tras ser además despedida tiempo atrás, demandar al presunto progenitor. Los jueces determinaron que el niño, Samuel, era fruto de aquellas relaciones, imponiendo las consabidas penas pecuniarias al bailarín, con destino a la mamá y el bebé, aunque se negó en un principio a hacerlas efectivas. Se defendía con este razonamiento: si cada mujer con la que había mantenido relaciones sexuales hacía lo mismo que su secretaria no daría abasto a someterse a esas pruebas de paternidad. Como mínimo, machista su razonamiento irresponsable. Pero a él no le afectó nada aquel suceso. Siguió como siempre.
Carla Pereira, otra espectacular belleza, argentina, estaba loca por él, en la creencia que lo llevaría al altar. Y entérense de cómo la despachó. Se encontraba aquella en su apartamento, emperifollándose para ir a la boda de su gran amiga, Fiona Ferrer, que la había elegido dama de honor. Cuando se empolvaba la nariz, presta para acudir al evento, sonó su teléfono. Era su enamorado. "¿Cómo estás, amor?". Pero Joaquín Cortés le contestó que muy bien, pero que "lo nuestro se ha acabado, piba". Carla Pereira comenzó a llorar y llegó a aquella boda con el rostro bañado en lágrimas, con el rímel surcándole las mejillas. Pero así era al menos entonces, año 2009, nuestro protagonista. Que se encaprichó otro día con Blanca Romero, siendo correspondido en carantoñas y arrumacos. Breve asimismo fue su contacto con la actriz veinteañera Elena Maruenda.
El año siguiente 2010 marcó algo extraordinario en la ajetreada existencia romántica de Joaquín Cortés. Fue al conocer a una pelirroja, Mónica Moreno, actriz y bailarina, y por entonces azafata en los palcos Vip del Real Madrid. Un "flechazo". Licenciada en Psicología. Fue agua de mayo para el bailarín, quien al parecer empezó a dejar de picotear en asuntos falderos, concentrándose sólo en la joven, catorce años más joven que él. Llevan ya siete años juntos. Ninguno de los dos ha dicho nada sobre futura boda. A él le da grima escuchar esa palabra. Como si se viera no con una esposa, sino simplemente esposado, sin libertad. Como ese chiste es malísimo, voy poniendo fin a esta historia. Por cierto, a nuestro Casanova lo llaman en la intimidad Tatín.