Cuando Fernando Alonso ganó su primer campeonato del mundo dijo que se lo dedicaba a sí mismo y a su familia. "No tengo que agradecer nada a nadie". Claro, porque cualquier papá compra a su hijo un Fórmula 1 y ya sólo tiene que tirar millas por los circuitos con su cabezón y su cuello como columna de Bernini. Si hasta Ben Bradlee agradece a Nixon en sus memorias el empuje de su carrera periodística. Tras su muerte, se habla mucho de lo pionera que fue Carme Chacón. Por haber sido la primera ministra de Defensa, por pasar revista embarazada, por hacer esas cosas que tanto llamaban la atención. ¿Y cómo no van a llamar la atención si ahora mismo hay una guardia civil expedientada por ausentarse de su puesto unos minutos porque le había venido la regla? Estaba en un puesto de control rutinario en una rotonda, tuvo que ir a un baño a 300 metros y la mala suerte de que un teniente de inspección la pillara. Su defensa alega que no quería manchar el uniforme ni el coche oficial. Como si esas cosas hubiera que explicarlas o justificarlas.
Luego querrán que no haya guarro feminismo de sangre, que una chica deje de ponerse adrede un tampón para correr la maratón y que su foto perdida de sangre se utilice para la "desestigmación de la menstruación". Aseguró entonces que corrió chorreando "por las hermanas que no tienen acceso a tampones y por las que, a pesar del dolor, fingen que no existe el periodo". Ahora pienso que una Chacón manchada de sangre habría sido una imagen más poderosa que una Chacón embarazada.
La socialista no era Fernando Alonso. Lo de pionera lo están diciendo otros. No es ella la que queda mal. Pero fue ministra de Defensa porque Zapatero quiso. Será el bodoque más grande que ha habido en el Gobierno de España, pero el pionero es él. Como Cary Grant era la novia en la película de Howard Hawks. Muchas veces detrás de una gran pionera hay un pionero que quiso que lo fuera. No seamos Fernando Alonso.
En 2009 se produjo una tontísima polémica por una foto. A Chacón, ministra de Defensa, le llevaba el bolso y el abrigo su edecán, la capitán del Ejército del Aire Margarita Correas. Al lado, un capitán de navío sujetaba las cosas de un almirante que caminaba con Chacón. Lo habitual. Pero muchos pusieron el grito en el cielo. Que si una oficial que había estado cinco años en la Academia de San Javier no tenía por qué llevar el bolso a la ministra. Lo que no era normal es que la ministra fuera una mujer. Que una chica estuviera por encima de los militares con graduación. Con ello se trastocaba todo. El capitán de navío llevaba el portafolios del almirante y eso no llamaba la atención. Chacón quiso que sus edecanes (aide de camp, ayuda de campo) fueran mujeres. Quizá la intención tuviera que ver algo con el feminismo, pero más bien pareció un gesto de consideración con los militares hombres. Queriendo ser feminista o algo así fue buena. Dice el humorista canadiense François Morency que hay tres palabras capaces de humillar a cualquier hombre: "Sujétame el bolso". Un militar habría tenido que obedecer. En eso sí fue pionera. Tuvo que serlo. O simplemente fue mujer.