Julián Contreras ha sido uno de los protagonistas improvisados de la boda de su hermano Cayetano Rivera con Eva González. El hijo pequeño de Carmina Ordoñez acudió al enlace acompañado de su padre tras haber acercado posiciones con sus dos hermanos mayores.
Julián llegó a la iglesia de Mairena de Alcor sin chaqué, algo que rompía con el estricto dress code impuesto por los novios. Él se defendió asegurando: "No abrí la invitación, no hablé previamente de este detalle con nadie y ya está", y bromeó con el tema: "Cuando he llegado allí, me he encontrado el percal. Y bueno, por lo menos ha sido la comidilla y la risa".
Después, en la celebración que tuvo lugar en la Hacienda de Los Molinillos, tanto Julián como su padre se marcharon antes de que comenzase la fiesta que Kiko Rivera iba a amenizar como Dj: "No, me he ido justo cuando ha terminado el convite, no llegué a verle en plena efervescencia".
Unas palabras que han sido cuestionadas en El Programa de Ana Rosa, donde justificaban la marcha de Julián Contreras hijo y padre asegurando que no se habían sentido cómodos en el banquete. Aunque es verdad que su situación económica podría haber motivado su regreso a Madrid para no tener que costearse una noche de hotel en Sevilla.
Aún así, el hermano de Cayetano no ha querido guardar silencio y ha respondido a las críticas en su recién inaugurado blog El Farolillo Azul. Tras varios párrafos dedicados a una mujer que lo reconoció por la calle, Julián habla, sin citar a nadie en concreto, de la prensa rosa:
La vida no es fácil para nadie. Es lógico que, para cada persona, sus problemas sean los mayores del mundo. Pero, si todos tuviésemos un poco más de empatía, quizás sería más llevadero. Yo provengo de una familia conocida y popular. Mis hermanos, valerosos y valientes toreros, forjados a sí mismos, poseen una merecidísima fama que cruza fronteras en todas direcciones.
Tengo un padre, al cual quisiese si cien vidas viviese, que me ha enseñado más de lo que podré nunca aprender. Y ella... que es para quien siempre brillarán las estrellas todas las noches de mi vida. He vendido mis vivencias, jamás mi vida. Esa, por suerte, no tiene precio. Sin embargo, mis problemas, mis penas y mis alegrías, sí.
Lo he hecho, con mayor o menor dignidad, y es algo que no negaré. Pero no es justo que se haya llegado a este punto tan recriminatorio, algo que no existiría si no fuese consumido y demandado. Si las personas no necesitasen conocer las miserias de los demás, si hoy en día que alguien sea o no homosexual no fuese motivo de suscitar habladurías y comentarios, si no fuera necesario saber los detalles más escabrosos de una separación... ¿existiría ese comercio?
Si las he vendido es porque me las han comprado. Y ya sabes a quién se las han servido.