La abdicación de Juan Carlos I y la proclamación como Rey de su hijo Felipe parecen ya algo lejano en el tiempo pero no hace ni un año de aquel hecho histórico, rodeado también por un gran halo de misterio, con un monarca desquiciado que se había quedado solo y que ya no gozaba del favor de los españoles como décadas atrás.
La periodista especializada en la Casa Real, Ana Romero, ha publicado un libro sobre todo lo que rodeó a la abdicación del Rey y que se titula Final de partida. El diario El Mundo publica este domingo un capitulo entero de este libro. Un texto que muestra las grandes desavenencias en el seno de la familia, la obsesión de Juan Carlos por Corinna y la manía que éste le tenía a Letizia llegando a pedir a su hijo Felipe que se divorciara de ella.
Era 2013. Rodeado de escándalos, con una salud más que precaria y con el asunto Corinna en todas las portadas, don Juan Carlos ya no dominaba la situación como había hecho durante décadas. Además, la imagen de la familia real ya no era la ejemplar casa real europea, unida y feliz. Tal como cuenta Romero, su entorno empezó a pagar al monarca con su misma moneda. Le acusaban de ser un egoísta que sólo pensaba en él mismo. "Una mezcla explosiva del ser humano y del jefe del Estado: cuando no actúa movido por sus propios intereses, lo hace por los de España. Nunca lo hace pensando en qué es mejor para ti. No le importa nadie, sólo se importa él", recoge la autora del texto citando su entorno cercano.
El Rey se sentía aislado desde la cacería de Botsuana. Se le intentó alejar de los escándalos, y por ello se le dejó de consentir todo lo que antes hacía con total impunidad. Y él no lo entendía. Para más inri no quería ver a la familia. "Podía pasarse hasta dos meses sin ver al príncipe, que estaba claramente del lado de la madre", señalan fuentes cercanas a la familia. Del mismo modo ocurría con la infanta Elena, de la que "siempre se dice que es la que más unida está a él".
Sin embargo, lo que más rabia le daba al Rey era el tener que verse alejado de Corinna. Según el relato del libro, las presiones del Gobierno y del propio jefe de la Casa del Rey para que cancelara su viaje a Abu Dabi, donde se citaría con la princesa alemana, le hicieron entrar en barrena. Éstos veían que en un contexto de crisis económica acuciante el viaje y sobre todo Corinna podían ser un "peligro para la seguridad nacional". "Mándame una pistola para que me suicide", llegó a decir el Rey a uno de sus amigos. Y es que el monarca no estaba acostumbrado a que nadie se opusiese a sus deseos.
Pese a todo, don Juan Carlos tenía un plan claro, costase lo que costase, aunque finalmente no pudo llevarlo a término. Consistía en casarse con Corinna. En agosto de 2013, en casa de Philip Adkins en Sussex, discutió con ella esta posibilidad. Es más, el objetivo final era otorgarle el título de alteza real. Su intención era aguantar hasta que pasara el 40 aniversario de su reinado, que debería haber sido en noviembre de 2015, para más tarde retirarse con ella a otro país y vivir allí sus últimos años de vida.
Uno de los mayores problemas que veía don Juan Carlos en todo el proceso era la princesa Letizia. La utilizaba como excusa para no dejar el trono. Decía que no estaba preparada y que por ello él debía aguantar al frente de la jefatura del Estado. Al principio su relación era buena, pero se fue torciendo y finalmente la utilizó para intentar perpetuarse pese a todos los escándalos y problemas de salud que le abocaban a la abdicación.
Según el libro, era el propio Rey Juan Carlos el que se encargaba de airear a los cuatro vientos que doña Letizia no estaba preparada para reinar. De hecho, tras una trifulca durante las vacaciones estivales en Mallorca, el Rey pidió a Felipe que se divorciara de ella como solución a todos los problemas. Estas palabras del monarca tuvieron, sin embargo, el efecto contrario uniendo aún más el matrimonio.
Si quiere leer el capítulo completo del libro de Ana Romero Final de partida puede hacerlo aquí.