Este 19 de abril el más conocido cantante brasileño Roberto Carlos celebra su septuagésimo cuarto aniversario. Canta desde hace algo más de medio siglo y ha vendido ciento veinte millones de copias de sus discos. Sus canciones, a ritmo de baladas pop-rock, a veces convertidas en boleros, llevan prendidas siempre el romanticismo. Unas son dulces, otras melancólicas. Historias que él mismo escribe, y por lo regular también con música propia. Utiliza su lengua materna y muy a menudo el español. Entre los temas más celebrados: "El gato que está triste y azul", "Te amo, te amo", "Namoradinha de un amigo meu", "Yo daría media vida", "Canzone per te", "La distancia", "Amigo", “Lady Laura”, “Detalles”, “Yo sólo quiero” (Un millón de amigos)…
Luce en la actualidad una larga cabellera y un ostensible flequillo. Hace tiempo que no sabíamos de él. Bien por su casa discográfica, tal vez por otros intereses o porque ningún empresario se haya arriesgado a contratarlo aquí de nuevo, el caso es que quien tanta popularidad cosechó entre nosotros lleva años sin visitarnos.
He investigado para saber noticias suyas, enterándome de que el 30 de este mes recibirá en Miami el "Billboard Latino", galardón que va a compartir con otro grande de la música: el guitarrista mexicano Carlos Santana. En mayo hará una minigira europea, por Londres, Lisboa y otras capitales portuguesas. ¡Con lo fácil que hubiera sido traerlo en estos momentos…! Y después proseguirá sus actuaciones en Paraguay, Chile, Argentina… Y es que Roberto Carlos no ha dejado de cantar. Tampoco sus últimas grabaciones nos han llegado. Tiene un álbum reciente, "Roberto Carlos en Las Vegas", que apareció tras el del año pasado, "40 años juntos", y ahora suena en su país, naturalmente, y en Hispanoamérica la balada "Ese tipo soy yo". Toda su discografía está disponible a través de Spotify. Conozco algunos de sus videos más recientes, observando que su voz melodiosa no ha perdido apenas intensidad, que tiene muy buen gusto cantando, y que cuida mucho como siempre el acompañamiento orquestal. Se cuenta que en cierta ocasión Frank Sinatra se quedó sin músicos y hallándose en Brasil con tamaño problema recurrió a la orquesta de Roberto Carlos: lo felicitaría tras comprobar su calidad.
Lo entrevisté en cuantas ocasiones estuvo en España, mostrándose afable y hasta divertido pese a su aparente seriedad. Lo recuerdo llevando colgado un gran medallón de oro con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Católico ferviente. A lo mejor muchos no saben que trabajó de funcionario en el Ministerio de Hacienda, antes de que triunfara como cantante. Procede de una humilde familia del pueblo de Cachoeiro de Itapemiriu, estado de Espíritu Santo. Habitualmente siempre se radicó en Sao Paulo. Hijo de un modesto relojero y una costurera.
Una tragedia le sucedió teniendo seis años, en las fiestas del patrón de su pueblo: jugando en las inmediaciones de la estación del tren fue atropellado por una locomotora de vapor. Tuvieron que amputarle la pierna derecha por debajo de la rodilla y desde entonces utiliza una prótesis. Rara vez habló de ello con los periodistas cuando empezó a ser conocido en medio mundo. Osé referirme al accidente en una de aquellas entrevistas que le hice. De las sonrisas que me prodigaba pasó a un instante de manifiesto enfado, que naturalmente comprendí: "No quiero hablar de eso. Es algo que me pertenece a mí únicamente y de lo que jamás converso con ningún informador. No, no creas que tengo complejos… pero, ¡basta, no hablaré más!" Se cerró en banda y hube de marcharme. Claro está que, sin rencor alguno por su parte, volvimos a encontrarnos en posteriores ocasiones. El oficio del periodista es a veces duro e incomprendido. Hay lectores que sostienen que nunca hay que hurgar en la intimidad de un personaje público. Pienso que sin traspasar determinada línea roja, puede uno interesarse por detalles que forman parte de la personalidad de una figura conocida. Asunto, desde luego, de interminable debate donde están siempre en juego el respeto a la intimidad y el derecho de expresión.
La biografía sentimental de quien tanto como él ha cantado al amor contiene pasajes dramáticos. Con veinticinco años tuvo relaciones con una joven llamada María Lucila Torres, con quien tuvo un hijo, Rafael, que no reconoció entonces. Hasta que en 1991 una demanda de ella obligó al cantante a darle su apellido, Braga. Pocas fechas después, María Lucila moría de cáncer. La primera esposa de Roberto Carlos se llamaba Cleonice Rossi Martinelli, a la que conoció siendo asistente social. Se casaron en 1968, aportando ella una hija; en el matrimonio tuvieron dos retoños, Roberto y Luciana. Convivieron felices doce años hasta que se separaron. Más tarde ella falleció de una enfermedad cancerígena. Él volvió a casarse: con la actriz Miriam Ríos, unión que duró desde 1980 hasta 1989. Finalmente nuestro protagonista contrajo un tercer matrimonio en 1996, con la pedagoga María Rita Simöes. Quien se fue de este mundo tres años más tarde, asimismo dañada por un cáncer. Qué duda cabe que el infortunio ha perseguido cruelmente a Roberto Carlos. En una de sus confidencias, me hizo saber un día: "Lo que más me interesa en esta vida es la espiritualidad del ser humano".