Más de 30.000 euros y el abuso de cocaína han sido el detonante para que madre e hija armen un escándalo público. Presa de un ataque de nervios, la polémica actriz llamó a su padre a las cuatro de la mañana, tras salir de una discoteca, para pedirle ayuda desesperadamente.
Todo ocurrió dentro de una limusina cuando Lindsay y Dina Lohan se dirigían a la casa que tienen en Long Island. Allí mismo y bien entrada la madrugada, la joven sacó su teléfono móvil para llamar a su padre.
Gracias a TMZ tenemos parte de la conversación: "Está echando a tus jodidos hijos y amenazando a todo el mundo en el coche", gritaba una histérica Lilo, "¡está llamando a la Policía para que vengan a por mí!".
Describiendo a su madre como una persona "ilusoria", la artista entre sollozos explicó que el detonante de la pelea fueron unos 30.000 euros que ella le prestó "porque necesita mantener su casa".
"Le he dicho, '¡Devuélveme mi dinero! Devuélveme los 30 billetes que te acabo de dar'", le decía la joven a su padre, "le he pedido que me lo devuelva y ella me ha dicho: 'Estás loca. No me has dado nada. No haces nada para ayudar a los niños'".
Al otro lado del teléfono, según Europa Press, Michael Lohan intentaba calmar a su hija: "Tú lo das todo por todo el mundo", pero en ese preciso momento, Lindsay empezó a acusar a su madre de depender "de la cocaína", a lo que Dina le respondió: "Estás muerta para mi".
"Necesito volver a casa porque mañana me voy. Tengo que trabajar", insistía la actriz, "tengo que volver a casa y me temo que ella me va a hacer la misma mierda que te estaba contando, me va a castigar como lo hizo contigo... Ha estado fuera toda la noche, papá".
Cuando llegaron a Long Island, agentes del orden público las estaban esperando tras haber recibido una llamada de violencia doméstica. Finalmente, rellenaron un informe pero no hubo ningún arresto.
Poco tiempo después, Lindsay Lohan fue vista abrazando a Dina, así como esta también lo hizo con sus otros tres hijos, Michael Jr. de 24 años, Ali de 18 y Cody de 16, justo antes de meterse en un coche que les llevaría hasta el aeropuerto para volver a Los Angeles.