¿Y ahora de qué se viste Soraya para Halloween? Para las mujeres normales, ir a una boda suele ser una faena. Para Nati Abascal, no, claro. Tampoco para Jéssica Bueno, que se presenta con todo el cuajo en la de su prima en Los Molares como Eliza Doolittle en las carreras de Ascot. Vale, ese traje rojo no era de Cecil Beaton y no hay comparación posible entre ambas damas. Pero el sombrero hacía una parábola parecida. Hasta ahora, en el debe de Soraya Sáenz de Santamaría solo había un resbalón textil digno de recordar. El de ese día que se sentó en el suelo de una habitación de hotel con un vestido de noche enseñando piernas y con el brazo en el apoyamaletas. Descalza. Fue para una entrevista con Nieves Herrero en El Magazine de El Mundo. El vestido parecía un camisón negro. La foto era en blanco y negro, así que lo mismo podría haber sido rojo, como el vestido de Bette Davis en Jezabel. Quizá era un vestido, pero podría no serlo. Cuando se estrenó Experiencia prematrimonial (1972), Ornella Muti se compró un camisón y se lo puso para ir al cine. Y era azul celeste. Pero también era Ornella Muti. Soraya Sáenz de Santamaría es una mujer normal.
Pero no carguemos el tóner contra ella, aunque esta vez haya dejado la discreción en casa a cambio de unos guantes arrugados y una piel que parece que le hubieran dejado caer desde un balcón (acertando). Digo que no nos hinquemos con la vice. Más que nada porque Ana Pastor, la ministra de Fomento, también iba para hacer comentario de texto. Menudo casquete. Dejando aparte la presencia de Urdangarín y Su Alteza, lo de las dos chicas de Rajoy tenía tela (azul y roja). Era como si la propia infanta Cristina las hubiera vestido para desviar la atención.
Soraya Sáenz de Santamaría me recuerda a mujeres como Isabel Garcés. Aunque Isabel Garcés era una de las mujeres más elegantes de España. Una devota de Balenciaga. En la exposición de Balenciaga y el cine que ha estado exhibiéndose en el museo de Guetaria hasta hace unos días, la actriz, sorprendentemente, era la que más salía. Más que Elizabeth Taylor, Romy Schneider o Ava Gardner. Y no solo iba vestida de Balenciaga en el cine (Prohibido enamorarse, Las hijas de Helena, Como dos gotas de agua) sino en su vida corriente (era la mujer del empresario teatral Arturo Serrano). Cuando ves los fondos del Museo Balenciaga, ves que la mayor parte de los vestidos son de talla Isabel Garcés. De mujeres normales (pero ricas). No todo era la marquesa de Llanzol.
Si Soraya Sáenz de Santamaría se pareciera más a Isabel Garcés acertaría más en las ocasiones de ponerse de punta en blanco (o en azul). Y no hace falta ir de Balenciaga. Con no llevar una batica azul... Pero lo más inteligente es no ir a bodas, que las carga el diablo.