Es cierto que nuestros queridos vates, llevados de su fervor poético, se sueltan a veces algunas frescas poco halagüeñas... pero estén ustedes tranquilos: su hostilidad es fingida. Tortas y pan pintado.
Los versos de hoy dejan a las claras que no se guardan rencor alguno. Son, en el fondo, grandes amigos.
PERDÓNAME, SANFUÁ
por Fray Josepho
Perdóname, Sanfuá. Te lo suplico.
Si revelé tus taras infamantes
(tus pústulas, tus chancros, tus amantes)
no fue para ofenderte. ¡Pobretico!
No llores más. No frunzas ese hocico.
La vida sigue igual. No te quebrantes.
Que todo volverá a ser como antes.
Confía en mí. Verás. Yo te lo explico.
Tus taras (¿ya no lloras?) son indicios
tan solo de tus crápulas y vicios.
Son huellas de tu degeneración.
Si se las dejo ver al mundo entero,
lo hago por tu bien. Porque te quiero.
Y suénate los mocos, tontorrón.
SOY UNA TUMBA
por Monsieur de Sans-Foy
Como tú, Fray Josepho, soy un hombre discreto.
Sé callarme la boca, sé guardar un secreto.
¡Merecida confianza, la que en mí depositas!
Ni siquiera al oído les diré a tus lectores
que eres fruto de aquellos mercenarios amores
de mamá y los señores de una casa de citas...
"No reveles a nadie lo que a nadie le incumba",
fue mi máxima siempre, porque soy una tumba:
De tu vida y milagros, no diré ni palabra.
No saldrá de mi boca, frailecillo trapense,
que probaste fortuna con la vida castrense...
y te echaron del Tercio por violar a la cabra.
No diré ni palabra de los hijos que tienes...
del tropel de mujeres que a tu costa mantienes...
lo que gastas en putas de variado percal...
Porque estoy orgulloso de llamarme tu amigo,
callaré que pregonas que te importan un higo
los carrozas que mandan Libertad Digital.