Y por qué a Sandra Bullock no se le ponen los pelos de punta? Fallo que se habría solucionado afeitándole la cabeza como a Demi Moore en La teniente O’Neil. ¿Y quién es el tonto que se lleva una pala de ping-pong al espacio? Es verdad que viendo Gravity surgen preguntas de ignorante tocapelotas pero también que la hora y media se pasa volando. El 'hype’ (el bombo) con la película es tremendo. Es difícil no ir a eso de lo que todo el mundo (del que te fías) habla. Oye, de acontecimiento para arriba. Atención al primer plano secuencia. Vale, pues sigo prefiriendo el primer plano secuencia de Sed de mal. Las imágenes en 3-D son extraordinarias pero la exageración con las bondades de la película también. Al principio de la proyección tenía la misma sensación que cuando era pequeña, cuando veía ‘Mundo submarino’ en blanco y negro y de pronto tu familia compraba una televisión en color (o lo veías en casa del vecino, como en La gran familia). Era la leche. Tu tele parecía una pecera con el profesor Cousteau y su gorro dentro. También era parecido a cuando en El Corte Inglés tenían los primeros televisores de alta definición (con películas especiales de alta definición, que la tele todavía no era así) y no dabas crédito a la calidad de la imagen. Cuando te dan la matraca tanto con lo buena que es (y no lo tienes tan claro) también vuelves a la infancia. A cuando los mayores contaban chistes que no te hacían gracia y decían lo buenos que eran. Acababas concluyendo que un chiste bueno era justo el que no te hacía ninguna gracia. Y fingías.
Lo que sí tiene gracia es que coincida en la cartelera la película de Cuarón y, en CaixaForum de Madrid, la exposición sobre Georges Méliès. Viaje a la luna es de 1902. La legendaria película, con esos señores de chistera que salían de la cápsula espacial, con esos selenitas con lanza, con esa luna que parece la cabeza de Kiko Rivera, ha sobrevivido con fuerza. Tengo mucha curiosidad por ver si dentro de cinco años seguimos con la misma fijación por Gravity. Que a lo mejor sí. De todas maneras, a mí lo que más me impresiona es el cuerpo de Sandra Bullock. Eso sí, la cara es peor. Aunque el estropicio facial se le ve más en Cuerpos especiales, la comedia policial que ha hecho con la gansa de Melissa McCarthy. Ahí la cara pinchada tiene un aspecto de carne muerta conservada en frigorífico de morgue que espanta. Pero en ‘Gravity’ vemos que la tía lo que tiene es un cuerpo casi de niña. A los 49.
Según el ministro Montoro, el cine costaba 6 euros y ahora cuesta 6,80. Yo no sé a qué cines va este señor. Seguramente iba cuando había un hombre que tocaba el piano. Esta es de las caras. Gravity en 3D, con gafitas, cuesta 10,20. Pero, mira, aun en el caso de que fuera un ‘bluff’ o una película sobrevalorada, merece la pena pasar el rato así. Ahora, no veo qué sentido tiene no verla en 3-D. Es la forma, no el fondo. Es la imagen potenciada por la técnica. Pero eso es el cine. Con Méliès y con Cuarón. Aunque haya que ir a ver a Sandra Bullock.