Lucía Etxebarría es una de esas mujeres que quieren tener marido e hijos. Una del montón. Una de esas de las que habla Dave Barry: "Las mujeres quieren que se las ame, escuche, desee, respete, necesite, confíe y, a veces, simplemente, que se las aguante. Los hombres no quieren más que unas entradas para la final de la Copa". El sábado pasado, la escritora fue con su pelazo a El gran debate de Telecinco y lo convirtió en el set de En terapia, con Jordi González haciendo de Gabriel Byrne pero hablando más y llamándola "tipa". Lo que la llamaban en Twitter me lo voy a callar. La ‘performance’ del sábado dio la razón al columnista Page Smith: "Diez minutos después de conocerse, las mujeres revelan confidencias que un hombre no le contaría a su amigo de toda la vida". Ahora se hace en la tele.
"No cobro, no vendo mi vida privada", aclaró (eso sí, de vez en cuando sacaba su libro). La razón por la que decidió ir a contar sus penas fue que su psicóloga le dijo que haciéndolo podía ayudar a mucha gente. Lo que no sé es si hay muchas que se puedan sentir identificadas con Lucía Etxebarría. Parece más fácil hacerlo con Rosa Benito. Como Lucía es una persona sensata, cuando un dramático Jordi González introducía el asunto diciendo que algún acontecimiento reciente "había dado al traste con su vida", ella le paraba: "Hombre, tanto no". En resumen, sus cuitas pasan por el encuentro de un "príncipe azul", un proceso de ovodonación y una depresión. Es la psicóloga del Instituto Valenciano de Fertilidad (¿o es infertilidad?) la que le aconseja que deje el proceso. "Yo quería un hijo, me hundí. Sé que hay mujeres a las que les pasa lo mismo. Sentía que había fracasado... Él me puso en un pedestal y yo caí. Sientes que eres cada día menos persona". Su presunto fracaso consistió en no ser capaz ni de tener un hijo (ya tiene una) ni de retener a su hombre. "Encima me pasaba el día en Twitter leyendo lo gorda que estaba".
Y Jordi: "Eres una tipa feminista, ¿Cómo te sientes víctima de esta presión social? Una feminista no tiene que hundirse en estas circunstancias?". Este Jordi es la pera. En todo caso, ella le siguió el rollo (tal para cual) y se justificó con su familia tradicional y hasta con el código binario. Lucía Etxebarría se mostraba tan vulnerable que daba pena. Veías a la pobre sufriendo como Sylvia Plath. Pero sin horno. Y en lugar de poesía confesional, haciendo tele confesional. Demostrando cuánto mejor no será la vía de la soltería de Emily Dickinson, las Brontë o Jane Austen, que, por otro lado, disertaban sobre el amor, el matrimonio o lo que se terciara. Hay una carta maravillosa de Charlotte Brontë a su amiga Ellen Nussey: "...ninguna joven debería enamorarse hasta que se le haya propuesto matrimonio, haya aceptado, la boda haya sido celebrada y haya transcurrido el primer medio año de vida de casada. Una mujer puede entonces empezar a amar, pero con grandes precauciones, con mucha frialdad, con mucha moderación, muy racionalmente. Si llega a amar tanto que una palabra dura o una mirada fría de su marido la hieren en lo más profundo de su corazón, entonces es que es estúpida". Aunque para demasiadas, esto es más fácil escribirlo que practicarlo. En todo caso, a Lucía Etxebarría le queda tirar de Oscar Wilde ("Las mujeres están para ser amadas, no para ser entendidas"). Wilde también escribió Una mujer sin importancia, con sus códigos de conducta impuestos a las mujeres en la Inglaterra victoriana. No parece que la cosa haya cambiado mucho.