¿Quién se apunta a ir al dentista? Todos conocemos la rutina. Generalmente nos harán una inspección visual, con un explorador dental con forma de gancho, o incluso con rayos X si es preciso, y puede que nos acaben dando la tan temida mala noticia: tienes caries. Es entonces cuando debemos prepararnos para que nuestros dientes afectados sean perforados y posteriormente empastados (o rellenos). Aunque existían con anterioridad aparatos de perforación dental mecánicos, no fue hasta 1875 cuando el dentista americano George Green inventó el primer perforador dental eléctrico, un hito en la odontología. Poco después, la figura del dentista G. V. Black marcó prácticamente un antes y un después en esta práctica clínica. Suya fue la idea y concepto de "extensión para la prevención", que venía a significar que cuanto mayor fuera la perforación dental, menor sería la recurrencia de caries.
No hace falta ser muy observador para apreciar que la cura contra la caries que propone la odontología moderna y oficial es destruir nuestra estructura dental original. Una vez perforado el diente, hay que rellenarlo. Es aquí donde vienen los rellenos o empastes (para otra ocasión dejamos la crítica de las amalgamas de relleno).
Después de salir del dentista con todos nuestros dientes afectados perforados y rellenos, ¿podemos decir que hemos vencido realmente a la caries? Esto es, ¿hemos atacado la causa original que en primer lugar la provocó? Claramente no. En este caso, la odontología actual descansa en el aspecto preventivo en una idea doble y entrelazada: a) combatir la acidez bucal, b) combatir las bacterias bucales (que producen ácido)
La teoría prevaleciente de la odontología actual sobre la caries se basa en la teoría de la acidez/bacteriana a partir de los estudios del odontólogo W. D. Miller a finales del s. XIX y de la placa de J.L. Williams y Black. Es decir, el paradigma actual sobre la caries data del XIX. Sin embargo, puede que los estudios e ideas de Miller se hayan interpretado al gusto de esta versión oficial. Si no, leamos las siguientes líneas escritas por Miller (la negrita es mía):
"La medida en la que un diente sufre de la acción del ácido depende de su densidad y estructura, pero más particularmente de la perfección de su esmalte y la protección del cuello del diente por parte de encías sanas. Lo que podemos denominar un diente perfecto resistiría indefinidamente el mismo ácido al que sucumbiría un diente opuesto en pocas semanas" (Jeans P.C., National Academy of Sciences 1952:251)
Por un lado, la conexión entre la caries y la dieta para la odontología oficial no es muy fuerte, y si acaso te hablan de sus perjuicios para alertarte contra el azúcar. Esto es curioso a la vez que se descansa por entero en la teoría bacteriana. El azúcar tiene tal capacidad de atraer el agua (lo que se denomina higroscopia), que las bacterias acabarían pereciendo en una solución azucarada. Si es correcta la teoría bacteriana, la caries se combatiría con una dieta alta en azúcar. Sin embargo, por fortuna todos reconocemos que no es así. ¿Por qué? Para explicarlo debemos desviarnos de la versión oficial de la acidez y las bacterias.
Fue en 1940 cuando un encuentro de la International Association of Dental Research sentenció por votación la verdad oficial de la teoría de la acidez/bacteriana, que presuntamente provenía de Miller. Pero reconsideremos la explicación alternativa caída en el olvido en la práctica dental. El científico Albert Schatz, nacido en 1922 y descubridor del antibiótico contra la tuberculosis, propuso la teoría de la proteólisis-quelación para explicar la caries dental. Consideraba que ciertas enzimas (y no las bacterias) y agentes quelantes –que impiden la absorción de minerales entre otras cosas– (y no la acidez), eran las verdaderas causas de la caries dental. Aunque su tesis perdió en aquella votación de 1940, siempre creyó en ella. En 1972, publicó en una revista científica neoyorkina de odontología una dura crítica contra la versión de las bacterias. En ese artículo denunciaba la persecución de todos los expertos en odontología que no comulgaban con la doctrina oficial. El Dr Schatz escribía:
Como sus predecesores [las autoridades de las bacterias], las autoridades del ácido han sido honradas y aclamadas por su supuesta gran contribución a la etiología y prevención de la caries. Pero nunca han demostrado que el ácido cause la caries. No han podido prevenir esta enfermedad combatiendo el ácido ni nada. En efecto, hay una amplia evidencia de que el ácido no causa caries. [...] La historia acabará decidiendo que aquéllos que se conjuraron en la causa del ácido en la caries pueden estar tan equivocados como aquéllos que invocaron el lactobacilo en la etiología de la misma. La historia justificará y vindicará aquellos pocos espíritus libres e indomitables que han insistido en pensar por sí mismos y han cuestionado el ácido como un agente cariogénico. Será entonces reconocido que aquellas grandes autoridades y reconocidos líderes que han perpetrado el culto del ácido son directa y personalmente responsables de haber retardado el progreso en el entendimiento y control de esta enfermedad.
Desde 1954 hasta nuestros días, los doctores Ralph Steinman y John Leonora han sido científicos profundamente disidentes de la teoría oficial tal como diría Schatz. Ambos han dedicado sus vidas científicas a explicar la caries debido a desajustes fisiológicos de origen hormonal. Desajustes ampliamente provocados y corregibles con la dieta. Steinman y Leonora descubrieron que el hipotálamo del cerebro se comunica con la glándula parótida, situada junto a nuestra mandíbula. Cuando la glándula parótida es estimulada por el hipotálamo libera una hormona que genera la circulación de linfa rico en minerales entre microscópicos canales en nuestros dientes. Linfa que limpia y remineraliza nuestros dientes. La extraña resistencia de algunas personas a la caries se explicaría por una glándula parótida muy activa de nacimiento. Por cierto, los estudios en animales de Steinman hicieron imposible establecer una correlación entre el ácido producido por las bacterias y la caries dental.
En 1922, Peter Howe aseguró en una conferencia de la American Dental Association que era imposible generar caries en cerdos administrándoles incontables bacterias supuestamente asociadas con problemas periodontales y de caries. Sin embargo, eliminando por completo la vitamina C de sus dietas, era cuestión de semanas que aparecieran múltiples caries.
¿Habría más y mayores evidencias de una teoría nutricional como causa de la caries? ¿En qué consistiría una dieta causante de caries y una anticaries? Como mis lectores ya presupondrán, la anticaries sería una forma de paleodieta. En ese caso, ¿qué nos dirían los estudios antropológicos? Los propios estudios de este tipo realizados en el pasado siglo resultarían más que interesantes, fascinantes y más que llamativos, sorprendentes. Tanto más cuanto que la caries no sería el único problema bucal asociado con la dieta. Se iniciaba el siglo XX, y la antropología nutricional se disponía a dar un paso. De gigante.