Por mucho que los socialistas de todos los partidos se empeñen en hacernos creer que una sociedad es más avanzada, próspera y libre cuanto más sometida está a los criterios de la mayoría, lo cierto es que la experiencia demuestra una y otra vez que para lo único que sirve el crecimiento del Estado es para crear una casta política que vive a costa del resto de la ciudadanía y que tiene sus propios intereses y su propia agenda para mantenerse en el poder.
Pocas veces habremos tenido los españoles una ocasión más propicia que la actual para darnos cuenta de ello. Desde hace años, nuestra clase política se ha dedicado a desmontar nuestro estado de derecho y a hundir nuestra economía con tal de perpetuar sus privilegios. El PSOE fue el artífice de esta demolición cada vez menos controlada de las instituciones durante su primera legislatura: la aritmética parlamentaria bien valió el pacto con partidos antisistema como ERC o IU, e incluso con la banda terrorista ETA. Iniciada la crisis económica, su hipoteca con los sindicatos y con diversos grupos de presión –por ejemplo, el mal llamado "mundo de la cultura"– lo llevaron a sacrificar nuestra prosperidad manteniendo todo tipo de privilegios y dispendios varios que nuestra economía no se podía permitir.
Pero el problema de estos últimos años no ha sido tanto que el PSOE haya continuado maquinando a la sombra de todos los españoles, sino que el PP, la única oposición que quedaba en este país, también haya terminado por claudicar. Ya sea por el absurdo miedo arriolista de no "crispar" a la izquierda, ya sea porque buscan tender puentes con los mismos nacionalistas antiespañoles con los que ha estado pactando el PSOE o simplemente porque en el nuevo PP tiene más cabida el populismo que el liberalismo, asuntos clave como la inconstitucionalidad del Estatut, la nueva negociación soterrada con ETA o la insuficiencia de las reformas económicas no han sido denunciados por el PP o en todo caso lo han sido con muy poca fortuna.
Ayer se hicieron públicos los dramáticos datos de la Encuesta de Población Activa donde, entre otras escalofriantes cifras, conocimos que el 62% de los jóvenes menores de 20 años no encuentra trabajo. Al mismo tiempo, las víctimas de la Tigresa seguían mostrando su más que justificada indignación por los beneficios penitenciarios que le ha concedido Rubalcaba. Y, pese a ello (o precisamente por ello), el PSOE ha continuado con su táctica de mentir de manera reiterada prometiendo que su confusa reforma laboral logrará volver a crear empleo o que las prebendas a los presos etarras nos acercarán a la paz.
Pero el PP, con Rajoy a la cabeza, tampoco ofrece ninguna alternativa real a estos y otros enormes problemas de los españoles. La denuncia genérica de la desastrosa política económica del Gobierno no sirve de mucho si no va acompañada de propuestas liberalizadoras; y, desde luego, olvidarse "en un acto de partido" de dar apoyo y esperanza a las víctimas de ETA ante las nuevas maniobras socialistas no contribuye a crear una imagen de firmeza frente a las mismas.
Claramente sufrimos una crisis económica a la que se le ha sumado una crisis institucional y los políticos que nos han conducido a ambas parecen estar dedicándose a pescar en estas aguas revueltas. Lejos de buscar solucionar o no empeorar alguno de los gravísimos problemas de los españoles, se empeñan en intensificarlos o en no combatirlos para así alcanzar y mantenerse en el poder. Veremos cuánto más van a poder tensar la cuerda. Como ya advertía Lincoln, "no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo".