La autoproclamada intelectualidad progresista de España dejó claro su doble rasero con las miserables declaraciones del actor Willy Toledo, despreciando al preso político cubano Orlando Zapata poco después de su muerte, hechas en un acto en solidaridad con el Sáhara Occidental. No hacía mucho tiempo, todo la izquierda –y la derecha– había apoyado las reivindicaciones de Aminetu Haidar, en huelga de hambre como Zapata, pero por una causa distinta. Sus reivindicaciones, por lo que se ve, le parecían a nuestra izquierda mucho más justas que la lucha que llevan librando desde hace más de medio siglo quienes se rebelan contra la tiranía cubana.
Sin embargo, es cierto que el actor no representa a nadie, al menos oficialmente, de ahí que hubiera quien creyera algo exagerado darle tanta importancia a lo que pudiera decir. Pero desgraciadamente, la repulsa tenía no sólo razones morales para elevar el tono, sino también políticas, ya que sus ideas totalitarias son compartidas por demasiados españoles. No ha tardado demasiado el líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, en darnos la razón.
El coordinador federal de IU ha defendido a Toledo, a quien ha definido como una persona comprometida con los derechos humanos y la causa cubana; es decir, castrista. Ha defendido también al Gobierno de Hugo Chávez, responsable no sólo de cobijar a fugitivos etarras sino de colocarlos en su Ejecutivo. Y, por supuesto, ha defendido a la tiranía cubana, echándole la culpa de todo lo malo que acontece en la isla-cárcel a Estados Unidos.
Pero Cayo Lara ha ido aún más lejos, burlándose del sacrificio de Guillermo Fariñas, dispuesto a morir por la misma libertad que desprecia el dirigente comunista. Y ha vuelto a recurrir a la consigna de echar balones fuera, afirmando que existen tanto otras injusticias y violaciones de derechos humanos en el mundo como una supuesta "doble vara de medir" que perjudicaría a Cuba, que sería poco menos que una víctima inocente del imperialismo yanqui.
En realidad, la única doble vara de medir es la que la izquierda de este país demuestra cada vez que habla de derechos humanos, que para ella sólo pueden ser violados por dictaduras de derechas, o democracias como la estadounidense, principal responsable de la caída de su añorada Unión Soviética. Con ello demuestran que la libertad no tiene en su visión más que un valor meramente instrumental: es buena mientras sirva a sus fines y un mero obstáculo a retirar cuando no es así.
No cabe duda de que todos los Estados del mundo han cometido violaciones de los derechos humanos en alguna ocasión. Pero, por más que nos quieran enredar con ese argumento, lo cierto es que no es lo mismo una mancha en un traje blanco que ir completamente vestido de negro.
Mas, en algo sí debemos darle la razón a Cayo Lara. El problema, ciertamente, es que existe una doble vara de medir. La que califica de "derecha extrema" al PP cuando la extrema derecha realmente existente cuenta con una presencia meramente testimonial, tanto en las urnas como en la vida política española. La que, al mismo tiempo, beatifica a una extrema izquierda que rozó el millón de votos en las elecciones generales de 2008 y se muestra siempre dispuesta a perdonar los crímenes de los dictadores de su cuerda y justificar sus tropelías. Una hemiplejía moral a la que ningún demócrata de verdad debería dejar pasar ni una.