"Profundamente antisocial", una "frivolidad", un "caos", una "enorme chapuza" que traerá "inevitables consecuencias negativas para los españoles" y que "ha dejado a la mayoría de las comunidades autónomas en meros convidados de piedra". Estos son algunos de los duros calificativos que, con razón, el presidente del PP, Mariano Rajoy, ha dedicado este martes al nuevo modelo de financiación autonómica que el Gobierno de Zapatero ha consensuado con sus socios separatistas de ERC. Aunque no podemos más que suscribir estas criticas a un irresponsable modelo de financiación que no hace otra cosa que engrosar alarmantemente el déficit público y favorecer descaradamente a las comunidades donde el PSOE encuentra su principal granero de votos, nos resulta alarmante, incluso indignante, que acto seguido el líder del PP no haya dejado meridianamente claro el voto negativo de su partido a este irresponsable sudoku.
Bien está que Rajoy anime a las regiones gobernadas por el PP a defender sus intereses en el seno del Consejo de Política Fiscal y Financiera, órgano que congrega al Gobierno y a todas las Comunidades Autónomas y que hoy miércoles debatirá la reforma de la financiación autonómica. Sin embargo, este llamamiento de Rajoy se transforma en un implícito respaldo a que cada taifa autonómica defienda exclusivamente lo suyo al no ir acompañado por una postura clara respecto al sentido negativo del voto que merece esta reforma tan justificadamente criticada. La reforma de la financiación autonómica no es un asunto exclusivamente regional. Afecta a la nación en su conjunto. Se supone que Rajoy lidera un partido que se reputa nacional. Son los intereses nacionales en su conjunto los que deben encajar la financiación de las diferentes autonomías. Ni los principios nacionales del PP ni el propio liderazgo de Rajoy pueden quedar supeditados a los exclusivos intereses de los barones regionales del partido, sobre todo cuando atacan los intereses del conjunto de los españoles. No es de recibo que, ante un nuevo modelo de financiación autonómica contra el que tantas y tan contundentes críticas le ha dirigido el líder del PP, haya comunidades gobernadas por este mismo partido que simplemente se abstengan, tal y como, sin desmentirlo nadie, han adelantado no pocos medios de comunicación.
Téngase en cuanta además que no sería la primera vez que el líder del PP dedica argumentadas criticas de fondo a ciertos proyectos del Gobierno que luego, a la hora de votar, se transforman en abstenciones, cuando no en votos favorables. Así ha ocurrido, por citar sólo un par de deplorables ejemplos, con el plan de rescate bancario o con el Plan E.
Esperemos que esta vez no ocurra lo mismo, por mucho que la ambigüedad y la ocultación del sentido del voto nos haga temer una nueva incoherencia por parte del Partido Popular. Lo que nos parece evidente es que de producirse esta, las criticas de "frivolidad", "irresponsabilidad", "chapuza" y "caos" no deberían tener a Zapatero como único destinatario. De momento, sólo Esperanza Aguirre está desarrollando un discurso nacional que defienda tanto la libertad de los españoles como los principios fundacionales del PP; si Rajoy no puede o no quiere seguir esta línea –la única que debería seguir una formación representante del centro-derecha español– tal vez significa que ha llegado la hora de retirarse de la escena política. Los españoles, y más particularmente los votantes del PP, no se merecen a un líder que haga dejación de sus funciones y cuyo único objetivo sea alcanzar La Moncloa asimilando todo lo que representa Zapatero: exactamente aquello contra lo que han votado sus diez millones de electores.