Puedes aborrecer el instituto
que, pese a catear, te promociona;
puedes mostrarte en casa contestona
y no colaborar en absoluto.
Puedes lucir tu tanga diminuto
debajo del atuendo de buscona;
puedes pillar un ciego de litrona
o darle a las pastillas y al canuto.
Puedes pasar un quilo de tus viejos,
y no atender sermones ni consejos,
pues nunca te han pegado un par de tortas.
Puedes hacer de todo con los tíos,
y, si acaso te preñan, sin más líos,
acudes a una clínica y abortas.