Hablan de deterioro del sistema democrático español, cuando es en verdad en Cataluña donde los indicadores, ya sean tácitos o explícitos, han saltado por los aires.
Los separatistas no votan ni con la cabeza ni con el bolsillo, sino con las entrañas del odio irracional que han inoculado en la sociedad sus líderes políticos.
Cuando hay violencia de por medio, en las relaciones de pareja y en cualquier otro ámbito, ha de perseguirse a quien agrede, con independencia de su sexo, religión o raza. Y a la víctima hay que protegerla y darle amparo.
Putin y Macron tienen poco que ver. Los une, eso sí, una consideración original de sus propios países y una conciencia reforzada de un significado propio, algo parecido a una vocación.