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José García Domínguez

Un gran futuro a nuestras espaldas

Sí, al fin, los maestros ciruela de la Esquerra lo han logrado: en nombre del progresismo, van a colar en la Ley Orgánica de Universidades las consabidas barreras idiomáticas de cada pedanía, igualito que en la difunta Secundaria. ¡Viva el Progreso!

Que hay progresistas y que forman legión, eso, señores, es una evidencia incontestable. Sin embargo, inferir de ello que en la Historia se haya dado alguna vez la entelequia que llaman "el Progreso" constituiría una majadería absoluta. Tal quimera ni existe ni ha existido nunca. Por lo demás, ya en su día Pla aclaró la confusión semántica que reina desde hace dos siglos en torno a esa cacareada fantasía. Decía el maestro que tal vez cabía admitir algún progreso gracias, por ejemplo, a la invención del cuarto de baño (la gente se ducha por las mañanas, las damas disponen del bidet…) y otros ingenios por el estilo. Pero en cuanto a la perfectibilidad moral de los hombres no había ni una sola prueba fáctica –certificaba con lucidez– de que hubiésemos avanzado un milímetro desde el Paleolítico inferior hasta la fecha.

Al contrario, basta con ojear cualquier periódico para constatar que lo que se da es justo lo opuesto; es decir, el regreso. Así, para consuelo de tontos, ahí al lado vuelve a reinar Luis XV: "¿No te asombra –escribe Revel– que se haya logrado crear, doscientos años después de la Revolución, una sociedad idéntica a la del Antiguo Régimen? La Administración de alto rango equivale a la nobleza de corte, los funcionarios a la baja nobleza, los subvencionados culturales al clero, los grandes empresarios a los mercantilistas, los profesionales liberales a los togados, y los asalariados del sector privado al Tercer Estado. Con las mismas tensiones e idéntica esclerosis, pero con menor espíritu y elegancia." En tres líneas, el retrato perfecto de la gran paradoja de la France qui tombe.

Allí, Luis XV, y aquí, Alfonso XII. Porque cada día nos llegan señales de cuán lejos nos habrá de impulsar ese gran sueño zapateril de la España plural: a la Restauración. Eso sí, con una novedad. Entonces, en la de 1874, las fuerzas vivas de Cataluña, Vascongadas y Castilla pactaron echarse a dormir una siesta de cincuenta años a la sombra del arancel textil. Y en la de ahora, los caciques del revival, es decir la PSOE y sus realidades nacionales satélites, se librarán de los fríos vientos de la competencia acurrucaditos bajo la manta de las lenguas vernáculas.

De ahí que una tal Laia Cañigueral, que se dice portavoz de Educación de ERC en el Parlamento, acabe de anunciar otra buena nueva: les ha llegado su turno a los profesores universitarios. Sí, al fin, los maestros ciruela de la Esquerra lo han logrado: en nombre del progresismo, van a colar en la Ley Orgánica de Universidades las consabidas barreras idiomáticas de cada pedanía, igualito que en la difunta Secundaria. ¡Viva el Progreso! Y a esperar la cuarta guerra carlista, que dicen que también volverá un día de éstos.

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